Блейк Пирс

Casi Ausente


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se dio vuelta rápidamente para que él no sintiera su mirada. Con un destello de esperanza, vio que habían llegado al frente de la fila.

      —Señora, tiene que quitarse eso —dijo el empleado del check-in, señalando la capucha de Cassie.

      Se la quitó, obedeciendo de mala gana.

      —¡Oye, Cass!

      Escuchó a Zane gritar esas palabras.

      Cassie se quedó petrificada, sabía que una respuesta podía desatar un desastre.

      Torpe por los nervios, dejó caer el pasaporte y se inclinó a agarrarlo, con la pesada parte de arriba de la mochila volcándose sobre su cabeza.

      Otro grito y esta vez echó un vistazo hacia atrás.

      Él la había visto e iba empujando por la fila, haciendo a un lado a la gente con los codos. Los pasajeros estaban enojados, ella los escuchaba levantar la voz. Zane estaba causando una conmoción.

      —Nos gustaría sentarnos juntas, si es posible —le dijo Jess al empleado, y Cassie se mordió el labio ante el retraso.

      Zane volvió a gritar y ella se dio cuenta, con una sensación de malestar, que la alcanzaría en pocos minutos. Mostraría su encanto y le pediría una oportunidad para hablar, asegurándole a Cassie que tardaría solo un minuto en decirle lo que quería en privado. Su propósito, ella lo sabía por experiencia, era llevarla sola a un lugar alejado. Y entonces su encanto se desvanecería.

      —¿Quién es ese chico? —Preguntó Jess con curiosidad— ¿Te está buscando a ti?

      —Es mi ex novio —murmuró Cassie—. Lo he estado evitando. No quiero que cause problemas antes de irme.

      —¡Pero ya está causando problemas! —Jess se dio vuelta, furiosa—. ¡Seguridad! —gritó—. ¡Ayúdennos! ¡Alguien detenga a ese hombre!

      Uno de los pasajeros, impulsado por los gritos de Jess, tomó a Zane de la chaqueta mientras este pasaba empujando. Se resbaló sobre el mosaico, sacudió los brazos y arrastró uno de los postes al suelo junto con él.

      —Agárrenlo —pidió Jess—. Seguridad, ¡pronto!

      Cassie sintió un gran alivio al ver que efectivamente habían alertado a seguridad. Dos policías del aeropuerto se apresuraban hacia la fila. Iban a llegar a tiempo antes de que Zane pudiera alcanzarla o incluso escapar.

      —Oficiales, vine a despedirme de mi novia —farfulló Zane, pero sus encantos no funcionaron con los policías.

      —Cassie —la llamó, mientras el policía más alto lo tomaba del brazo—. Au revoir.

      Ella se dio vuelta de mala gana para verlo.

      —¡Au revoir! No es adiós —gritó mientras los policías se lo llevaban—. Te volveré a ver. Más pronto de lo que crees. Ten cuidado.

      Reconoció la advertencia en las últimas palabras de Zane, pero por ahora eran amenazas vacías.

      —Muchas gracias —le dijo a Jess, inundada de gratitud ante su valiente acción.

      —Yo también tuve un novio tóxico —empatizó Jess—. Sé cuán posesivos pueden ser, se te pegan como un maldito velcro. Fue un placer poder detenerlo.

      —Vayamos al control de pasaportes antes de que él encuentre la forma de volver a entrar. Te debo un trago. ¿Qué te gustaría? ¿Café, cerveza o vino?

      —Vino, desde luego —dijo Jess mientras se dirigían a las puertas de embarque.

      —¿A qué parte de Francia te diriges? —le preguntó Cassie después de ordenar un vino.

      —Esta vez voy con una familia en Versalles. Cerca del palacio, creo. Espero tener la oportunidad de visitarlo en algún día libre.

      —¿Dijiste esta vez? ¿Habías trabajado antes en una asignación?

      —Sí, pero no funcionó —Jess dejó caer un cubito de hielo en su copa—. La familia era espantosa. De hecho, me desalentaron a volver con “Las Niñeras de Maureen”. Esta vez fui a otra agencia. Pero no te preocupes —agregó rápidamente—, estoy segura de que te irá bien. Maureen debe tener buenos clientes en sus registros.

      Cassie sintió la boca reseca. Tomó un trago largo de vino.

      —Pensé que era respetable. Es decir, su eslogan es La Agencia Europea Líder.

      Jess se rió.

      —Bueno, eso es solo marketing. Otros me han dicho lo contrario.

      —¿Qué fue lo que te pasó a ti? —Preguntó Cassie—. Por favor, cuéntame.

      —Bueno…la asignación parecía bien, aunque durante la entrevista con Maureen alguna de las preguntas me preocuparon. Eran tan extrañas que me empecé a preguntar si habría problemas con la familia, porque a ninguna de mis amigas niñeras les habían preguntado cosas similares en sus entrevistas. Y cuando llegué…bueno, la situación no era como la promocionaban.

      —¿Por qué no?

      Cassie sintió un frío interior. Las preguntas de Maureen también le habían parecido raras. En ese momento había asumido que les preguntaban las mismas preguntas a todos los candidatos, que era para probar sus habilidades. Y quizás así era…pero no por las razones que ella imaginaba.

      —La familia era súper tóxica —dijo Jess—. Eran irrespetuosos y degradantes. Las tareas que tenía que hacer estaban muy por fuera del alcance de mi trabajo. A ellos no les importaba y se negaban a cambiar. Y cuando les dije que me iba…ahí fue cuando realmente se convirtió en zona de guerra.

      Cassie se mordió el labio. Ella había crecido con esa experiencia. Recordaba las voces exaltadas a puertas cerradas, discusiones murmuradas en el auto, la sensación de tensión como si estuviera en una cuerda floja. Siempre se preguntó qué era lo que su madre, tan callada, sumisa, humillada, podía haber encontrado para discutir con su grandilocuente y agresivo padre. Fue después de la muerte de su madre, en un accidente de auto, que se dio cuenta de que las discusiones eran todas para mantener la calma, manejar la situación, proteger a Cassie y a su hermana de la hostilidad que estallaba de manera impredecible y sin ningún motivo. Sin la presencia de su madre, el conflicto latente había desatado una guerra generalizada.

      Se había imaginado que uno de los beneficios de ser niñera era que podía ser parte de la familia feliz que nunca tuvo. Ahora temía que fuera lo opuesto. Nunca había podido mantener la paz en su casa. ¿Podría manejar una situación volátil de la misma manera que lo había hecho su madre?

      —Me preocupa mi familia —confesó Cassie—. A mí también me hicieron preguntas extrañas en la entrevista, y la última niñera que tuvieron se marchó al poco tiempo. ¿Qué pasa si yo tengo que hacer lo mismo? No quiero quedarme ahí si las cosas se van a poner desagradables.

      —No abandones a menos que sea una emergencia, —le advirtió Jess—. Genera un conflicto enorme y te desangras de dinero, serás responsable por un montón de gastos adicionales. Eso casi me desalienta a intentarlo de nuevo. Fui muy cuidadosa al aceptar esta asignación. No tenía el dinero suficiente, mi padre pagó por todo esta vez.

      Puso la copa sobre la mesa.

      —¿Vamos a la puerta de embarque? Estamos en la parte del fondo del avión así que seremos el primer grupo en abordar.

      El entusiasmo de abordar el avión distrajo a Cassie de todo lo que Jess le había dicho, y una vez que se sentaron hablaron de otros temas. Cuando el avión despegó, sintió que su espíritu también se elevaba, porque lo había logrado. Había dejado el país, se había escapado de Zane, y estaba en el aire, dirigiéndose a un nuevo comienzo en tierras extranjeras.

      Después de la cena, empezó a pensar más en los detalles de su asignación y en las advertencias de Jess, y fue entonces cuando sus temores volvieron lentamente.

      No todas las familias eran