estrechamente con los valores democráticos de la búsqueda activa de la fraternidad y la integración, la promoción de la verdad, el establecimiento de la justicia, una lucha activa por la paz, la tolerancia mutua, y la libertad, entre otros.
La publicación del libro La Seducción del Poder: Evangélicos y Política en la década de los noventa, escrito por el Dr. Darío López, Presidente de Nueva Humanidad, expresa nuestro deseo de constituirnos en participantes activos en la construcción de un nuevo Perú, un Estado-Nación en el que todos los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades, no solo en el papel, sino en todas las instancias de la vida nacional. Aunque la tarea de Nueva Humanidad se concentrará principalmente en la investigación de la realidad nacional, la capacitación y formación de líderes para la acción política y el servicio social, la difusión y la publicación, así como la promoción del desarrollo. La participación de algunos de sus integrantes en la gestión pública, vía los partidos políticos, no está descartada, porque consideramos que sería irresponsable escribir sobre la realidad nacional y opinar sobre la práctica política, sin sembrar ejemplos concretos de servicio al prójimo, modelos de políticos que se preocupen sinceramente por el bienestar de todos los ciudadanos y que en la gestión pública demuestren que la eficacia no tiene que estar reñida con la ética.
Lima, agosto de 2004
Nelson Ayllón Flores
Vicepresidente de Nueva Humanidad
Prólogo
La primera vez que conocí a Darío López y pude leer su trabajo, fue en un congreso sobre Los evangélicos y la democracia en el tercer mundo, hace unos años en Washington DC. En aquel evento académico, sociólogos, politólogos, y pastores evangélicos de América Latina, África y Asia presentaron estudios sobre el estado actual del movimiento evangélico en el Tercer Mundo, y su contribución en la construcción de la democracia. Fue un momento extraordinario y lleno de promesas para el futuro.
Desde el primer momento, me impactó la presentación y el trabajo de Darío López por el alto grado de realismo de su análisis socio político, combinado con un fuerte compromiso con su fe y con sus comunidades. Lamentablemente, esta combinación de fe y realismo no es común en los escritos sobre religión y política en América Latina. De modo que este libro llena un vacío, proporcionando valiosos elementos de reflexión y herramientas de trabajo.
En el curso de los últimos cincuenta años, los pueblos de América Latina han gestado una serie de transformaciones profundas tanto en la manera en que viven su fe y organizan su vida política, como en la relación entre estos dos aspectos que caracteriza a sus sociedades. Entre estos cambios, sobresalen los que se han producido en el campo religioso, con el fin del monopolio católico, el surgimiento de un verdadero pluralismo religioso, la transformación del protestantismo latinoamericano de una colección de pequeños grupos y aislados que se interesaban poco por «las cosas de este mundo», en sujetos colectivos importantes y organizados que reclaman voz y participación en la vida de la sociedad. En el ámbito político, en estas mismas décadas, hemos visto experiencias de todo tipo, desde los abismos de guerra civil y represión feroz a las transiciones democráticas con aspiraciones de construir sistemas políticos auténticamente abiertos y libres —en una palabra, democráticos.
Para que las nuevas comunidades evangélicas puedan reclamar un rol en la vida política de sus países, y para cumplir este rol con eficacia y honestidad, no basta que sus líderes o representantes sean (o creen ser) personalmente honestas y morales. Bien podrían serlo, y sin embargo caer bajo la influencia de la corrupción y el abuso de poder en la política. Como nos señala Darío López, la política tiene sus propias reglas de juego, y quienes las ignoren resultan ser fácil blanco de manipulación. Lamentablemente, tal ha sido el caso de muchos de los representantes evangélicos que entraron en la política del Perú con el surgimiento de la figura del Ing. Alberto Fujimori, y que luego se comprometieron con su régimen durante la década en que se mantuvo en el poder. Resultaron tan ineficaces y tan corruptos como cualquier otro grupo de políticos.
Esta experiencia deja a los ciudadanos evangélicos frente a un dilema. Si el camino para tener voz e impacto positivos para la democracia no es la política normal (por ejemplo, partidos, bloques de votos, o candidatos específicamente evangélicos), entonces ¿cómo podrán lograr eficacia en su empeño democrático? Con lujo de detalle, Darío López nos demuestra que sí existe otro camino, que se construye por medio de la creación de una cultura democrática (de honestidad y transparencia) y de una sociedad civil autónoma, y de ciudadanos y ciudadanas capaces y dispuestos a actuar como sujetos colectivos en busca de una sociedad democrática. La democracia se construye desde abajo, como muestran las experiencias analizadas por el autor, relacionadas con la participación evangélica en los movimientos de sobre vivencia en las ciudades, en la lucha por defender los derechos humanos, y en la formación de las rondas campesinas.
Las experiencias de la comunidad evangélica en el Perú durante el período fujimorista, es portadora de lecciones importantes para cualquier comunidad de fe que busca combatir el autoritarismo y construir la democracia sin perder contacto con los valores básicos de su compromiso religioso. En primer lugar, no dejarse seducir por el poder, ni por las dádivas clientelistas que proporciona el régimen de turno. Los favores, privilegios y beneficios materiales que se obtienen de un gobierno autoritario, traen su propio veneno y corrompen profundamente.
En segundo lugar, si la comunidad religiosa realmente desea construir y participar en una sociedad democrática, debe tener una vida democrática dentro de la misma comunidad religiosa; es decir, necesita abrir espacios para los talentos tanto de mujeres como de hombres, de jóvenes como de mayores, de analfabetos como de los más letrados. En tercer lugar, y como observación final, no debe encerrarse en su propia comunidad, sino abrirse definitivamente a relaciones de cooperación con otros grupos en una sociedad diversa. En otras palabras, estar abierto a un sano ecumenismo en un marco de respeto mutuo.
En efecto, éste fue el caso de las experiencias de la sociedad civil de la que da cuenta el autor. Aunque queda mucho por hacer, creo que el autor da pruebas de las grandes reservas humanas y morales de la comunidad evangélica en el Perú y de su capacidad para contribuir a la construcción de una sociedad mejor.
Este libro sobresale por su inteligencia, por su alto grado de realismo y por su compromiso con los auténticos valores de fe forjados y puestos a prueba en el conflictivo contexto del Perú de los años noventa. Ha sido un honor escribir estas breves líneas de prólogo.
Daniel H. Levine
Universidad de Michigan, Estados Unidos
Introducción
En las dos últimas décadas, muchos cambios se han dado en el escenario nacional. Nuevos protagonistas emergieron y nuevas formas de participación ciudadana se fueron articulando desde la experiencia colectiva de los diversos sectores organizados de la sociedad civil. Durante ese período, fue cambiando también el mapa religioso y actualmente estamos en tránsito a un creciente pluralismo en ese campo. Un dato que confirma ese hecho es la notoria presencia de las iglesias evangélicas en todo el territorio nacional. Desde hace varios años atrás estas iglesias forman parte de nuestra realidad, constituyen la primera minoría religiosa cuya esfera de influencia no está restringida al ámbito privado de la vida, y representan una manera de ser peruano en nuestros días.
Las iglesias evangélicas, de distinto trasfondo histórico y perspectiva teológica, no son únicamente asociaciones voluntarias conformadas por individuos que tienen las mismas convicciones religiosas y principios éticos comunes. Las iglesias evangélicas que en conjunto configuran la comunidad evangélica nacional, son también sujetos sociales y actores colectivos, inmersos en un contexto histórico específico que condiciona y moldea —hasta cierto punto— su conducta social y su práctica política. En tal sentido, los miembros de las diversas iglesias evangélicas, más que simples personas religiosas dedicadas a actividades puramente espirituales, son ciudadanos de carne y hueso que viven dentro de una realidad concreta en la que están presentes diversos movimientos sociales y coexisten varias opciones políticas.
Esto explica por qué para estudiar la incursión de los evangélicos en el