Movimiento Cristiano de Acción Renovadora (amar), que luego se vinculó a un frente de partidos denominado Convergencia Democrática. En esa coyuntura electoral, bajo el paraguas de ese frente de partidos no evangélicos de tendencia política conservadora, cinco evangélicos postularon como candidatos a senadores y diputados, pero ninguno de ellos resultó electo2.
Estos antecedentes de presencia evangélica en la vida pública o intentos de participación antes de la coyuntura electoral de 1990 dejan constancia, por un lado, que en todas las coyunturas electorales los canales de mediación política utilizados por los evangélicos no fueron los mismos; por otro, que durante la década del ochenta se fue haciendo más visible el interés de los evangélicos por incursionar en la cosa pública. El canal que dio mejores resultados fue la presencia de evangélicos en partidos de larga trayectoria como el apra. De hecho, José Ferreira y Pedro Arana, los dos evangélicos que ingresaron a la arena política en las décadas del cincuenta y del setenta respectivamente, fueron elegidos como representantes de ese partido. Un segundo canal fue la formación de grupos independientes como FE, de corta duración, y que no logró participar en una contienda electoral. El tercer canal fue la formación de grupos inicialmente independientes como amar que, posteriormente, formaron parte de alianzas políticas más amplias con el objetivo de llegar al Congreso de la República.
Así que, durante los años previos a la llamada participación masiva y decisiva de los evangélicos, según se cree como soporte electoral para el triunfo de Fujimori en las elecciones de 1990, su incursión en el escenario público tuvo distintas características. Pero, un elemento común en la mayoría de los casos fue que el interés por participar en la vida política afloró meses antes de una contienda electoral y se fue diluyendo cuando pasó el marco temporal en el cual dicho interés surgió. ¿Cómo se puede explicar esta preocupación coyuntural de los evangélicos por los asuntos públicos? El estudio de la presencia evangélica en el escenario público durante la década de los noventa ayudará a explicar este hecho.
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1 Antes de 1990 hubo también experiencias aisladas de presencia evangélica en los gobiernos locales. Ése fue el caso del misionero inglés Tomás Payne, elegido alcalde de Calca (Cusco) en los años 1916 y 1930 (El Cristiano 1916:16; South America 1918:104; Renacimiento 1930:1). Fue también el caso de Moisés Allauca, nombrado alcalde de San Jerónimo (Cusco) en los años 1945 y 1956. Años después, durante el régimen militar del general Francisco Morales Bermúdez, el pastor Florencio Durand de la Iglesia Bethel, fue elegido como alcalde del distrito de Huaylas (Ancash) para el período 1975–1977. Él postuló como candidato de un movimiento vecinal y fue apoyado por la «Asociación de Ciudadanos Santotoribianos de Lima». Uno de sus regidores fue el evangélico Humberto Bullón (Iglesia del Nazareno) quien se desempeñó primero como Jefe de Planificación y, posteriormente, como Teniente Alcalde en el año 1977.
2 Los candidatos a diputados fueron Abner Pinedo, Daniel Valencia, Jorge Morales y Secundino Román (todos ellos miembros de las Asambleas de Dios). Como candidato para el senado, postuló el general (r) de la Policía Nacional Roberto Acosta (Iglesia Anglicana).
Capítulo 2
Los evangélicos y la política partidaria
La década fujimorista
Alberto Fujimori accedió al poder político mediante elecciones democráticas en 1990, para dos años después, con el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992, instaurar un régimen autoritario que fue desmantelando sistemáticamente la institucionalidad democrática. Comenzó así una segunda etapa denominada de «Emergencia y Reconstrucción Nacional» (1992–1995) que, paradójicamente, tuvo el respaldo de más del 80% de la opinión pública que se identificó con su crítica a la ineficiencia de la clase política y a la corrupción del sistema de administración de justicia. Para explicar estos hechos se debe tener en cuenta el contexto histórico específico dentro del cual emergió la figura de Fujimori en el escenario público. Cuando él fue elegido Presidente Constitucional, los dos problemas coyunturales más críticos eran la violencia política y la crisis económica. Hasta 1990, la violencia política que se inició en 1980 en la región de Ayacucho —una de las zonas más pobres y el lugar en el que surgió «Sendero Luminoso»— cuando se retornaba a un régimen democrático luego de doce años de gobierno militar, había tenido como tres de sus consecuencias sociales más graves, múltiples casos de ejecuciones extrajudiciales, cientos de ciudadanos que fueron desaparecidos y miles de familias desplazadas. Unida a la violencia política, se sufría también una severa crisis económica, cuya señal más clara estaba en los índices de la inflación anual que, de un 60.8% en 1980, pasó a un 7,650% en 1990. Estos dos problemas coyunturales, la violencia política y la crisis económica, habían puesto en cuestión la viabilidad de la democracia, dándole al país una imagen de ingobernabilidad.
En ese contexto histórico emergió la figura de Fujimori con la novedad de aportar una cuota de moderación en el momento mismo en que todas las demás opciones se disparaban cada vez más hacia la derecha o hacia la izquierda política (Grompone 1991:34). Además, la irrupción de Fujimori en el escenario público debe ser situada también en un marco político regional más amplio. En esos años, las transformaciones políticas y culturales en países donde la debilidad del sistema de partidos era manifiesta, había dado lugar al surgimiento de los outsiders (Cotler 1994:171). Precisamente ese fue el caso de Fujimori, quien en la coyuntura electoral de 1990 se presentó ante la opinión pública como un outsider. Es decir, como un personaje ajeno a la actividad política partidaria, con cierto prestigio académico como profesor universitario y con la imagen de un técnico capaz de resolver los problemas de manera eficaz y práctica sin necesidad de pactar con los políticos tradicionales (Lynch 1999:40).
Tres años después del autogolpe de 1992, con el apoyo de casi el 60% de los electores, Fujimori fue reelegido como Presidente en las elecciones de 1995. Los electores le dieron su apoyo porque, según ellos, durante su anterior gestión (la etapa democrática de 1990–1992 y la etapa inicial del fujimorismo durante 1992–1995) se había logrado frenar la violencia política y se había conseguido detener la inflación saneando la economía en sus aspectos macroeconómicos. En ese nuevo período de gobierno (1995–2000), con leves variaciones en las encuestas de opinión, incluso hasta mediados de 1999, buena parte de la opinión pública continuó apoyando su gestión. Sin embargo, cuando la tendencia autoritaria del régimen se acentuó notablemente, antes y después del cuestionado proceso electoral de abril del 2000 en el que Fujimori se hizo reelegir por tercera vez , un porcentaje creciente de los electores —entre ellos muchos evangélicos— fue tomando conciencia de la crisis institucional nacional y, paulatinamente, tomando distancia del fujimorismo. ¿Cómo fue la gestión parlamentaria de los evangélicos fujimoristas en ese contexto de desmantelamiento de la democracia?
La gestión parlamentaria de los evangélicos fujimoristas
La incursión de un outsider como Fujimori en el escenario público y el sorprendente porcentaje de votos que obtuvo en la primera vuelta electoral (24.67%) de 1990, mayor al de partidos tradicionales como el apra (19.2%), alteró el mapa político y posibilitó la emergencia de nuevos actores colectivos. Unos de estos actores fueron los evangélicos. Una minoría religiosa creciente a la que diversos analistas vieron uno de los factores que explicaba el surgimiento del «fenómeno Fujimori». ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta depende de la interpretación que se le dé a los resultados de las elecciones de 1990, un proceso muy complejo que se resiste a una simple explicación (Schmidt 1996:349). Con relación al papel de los evangélicos en esas elecciones existen diversas explicaciones no siempre coincidentes entre sí y un manejo poco adecuado de los datos3. Así, por ejemplo, varios analistas políticos sostienen que la participación de los evangélicos fue decisiva para el triunfo de Fujimori. Y otros sostienen que parece que ese apoyo fue decisivo. Sin embargo, la mayoría de ellos se olvida que Fujimori ocupó un segundo lugar —detrás del escritor Mario Vargas Llosa candidato