MIguel A. Palomino

¿Qué le pasó al culto en América Latina?


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los himnarios, el púlpito, la mesa de la comunión y, sobre todo, la cruz.

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      Capítulo 3

      Cambios en el culto en América Latina

      En el culto actual, la reverencia y otros elementos del culto cristiano casi han desaparecido.

      Cambios

      ◆ 1960: Tradicional

      ◆ 1970: Contemporáneo

      ◆ 1980: Televisivo

      ◆ 1990: Renovado

      Década 1960: Culto tradicional

      En esta década, la Biblia y el himnario todavía definían bien la identidad y tradición evangélica latinoamericana. Por un lado, la Biblia es la suprema autoridad en materia de fe, doctrina y conducta cristiana personal y congregacional. El creyente iba al culto con la Biblia, la “espada”, bajo el brazo —referencia de identidad anti-católica— porque es “su arma de defensa cuando otros se burlan o descalifican su fe, y de conquista, cuando da su testimonio y lo rubrica: ‘lo dice Dios en su Palabra’; y es la respuesta a sus dilemas, cuando abre la Biblia sin mirar y le salta a la vista el texto que responde a su necesidad o problema inmediato; es la que le da un lenguaje para alabar al Señor, para orar, para dar su testimonio” (Míguez Bonino 1995: 76).

      Por su lado, el himnario cumplió un papel de “cons­trucción de fronteras”, como dicen los sociólogos. Estas fronteras religiosas, antes que dividir, daban identidad denominacional, pues uno podía identificar claramente a qué iglesia pertenecía un creyente tan sólo mirando su himnario. Por años, en los cultos sólo se cantaban himnos, pero, a partir de esta década, comienza a popularizarse un nuevo estilo musical llamado “coritos”, que Manuel Bonilla, Leslie Thompson, Bruce del Monte y otros músicos empe­zaban a promover en América Latina a través de la radio hcjb y otras emisoras locales.

      Ardiendo en fuego mi alma está,

      Gloriosa llama me limpiará,

      Oh, aleluya, mi alma ardiendo está.

      Oh, Señor, quiero que ardas en mi ser,

      Como la zarza quiero arder con tu poder.

      En nuevas lenguas quiero hablar como señal

      [A los perdidos ganaré como señal],

      Que estoy ardiendo con el fuego celestial.

      Quiero alabarte y adorarte sólo a Ti,

      Como se adora en espíritu y en verdad.

      Oh, Señor, quiero que ardas en mi ser,

      Como la zarza quiero arder con tu poder.

      La influencia de los coritos, pronto se hizo sentir en el culto. La congregación los cantaba acompañándolos con las palmas, panderetas y otros instrumentos musicales más nuestros, porque, al no estar escritos en partituras, los organistas no podían tocarlos. Esto hizo que los creyentes cantaran los coritos llevando el ritmo con sus cuerpos y rompiendo así la rigidez de la liturgia que hasta ese entonces había caracterizado a las iglesias no pentecostales. De su incursión en los cultos, los coritos luego pasaron a formar parte de los himnarios, aunque a manera de apéndice, tal como se puede observar en las ediciones publicadas en la década de 1970 de Himnos y cánticos del evangelio, Himnos de la vida cristiana entre otros. Durante la década siguiente, se popularizarían mucho más aún, haciendo que muchos viejos himnos perdieran vigencia.

      Década 1970: Culto contemporáneo

      Las iglesias, entonces, empiezan a cantar más himnos y coros de autores latinos que cancioneros como Corazón y vida y el Cancionero abierto (ambos publicados en Argentina) daban a conocer en sus ediciones. Además, tal vez por primera vez, las iglesias se animan a incluir cantos con melodías autóctonas en sus servicios. Algunos grupos folclóricos, como el Trío Mar del Plata de Argentina, Oasis de Chile, y Kerygma del Perú, ayudan a cambiar la con­cepción del uso de la música folclórica en la adoración y la evangelización. De esta manera, surgen muchos conjuntos musicales juveniles, los cuales terminaron desplazando a los dúos, tríos y cuartetos de los años pasados.