el guion, todas esas sensaciones y emociones disociadas y fragmentadas volvieron drásticamente al presente). Pero en lugar de luchar por escapar, Ute había disociado su miedo y no sentía nada.
Veo con frecuencia la despersonalización en mi consulta cuando los pacientes me cuentan historias horribles sin ningún sentimiento. La consulta se queda sin energía, y debo hacer ingentes esfuerzos para seguir prestando atención. Un paciente sin vida te obliga a trabajar mucho más para mantener viva la terapia, y suelo rezar para que la hora pase deprisa.
Después de ver el escáner de Ute, empecé a tener un enfoque muy distinto sobre los pacientes que se quedan en blanco. Con casi todas las áreas del cerebro desconectadas, obviamente no pueden pensar, sentir profundamente, recordar o comprender qué está sucediendo. La terapia conversacional convencional, en estas circunstancias, es prácticamente inútil.
En el caso de Ute, era imposible adivinar por qué respondía de un modo tan distinto a Stan. Estaba usando una estrategia de supervivencia que su cerebro aprendió en la infancia para hacer frente al duro trato de su madre. El padre de Ute murió cuando ella tenía nueve años, y su madre solía maltratarla y humillarla. En algún momento, Ute descubrió que podía poner la mente en blanco cuando su madre le gritaba. Treinta y cinco años después, estando atrapada en su coche siniestrado, el cerebro de Ute se puso automáticamente en el mismo modo de supervivencia: se hizo desaparecer.
El reto para las personas como Ute es volver a estar alerta e implicadas, una tarea difícil pero inevitable si quieren recuperar su vida (Ute se recuperó, escribió un libro sobre su experiencia y creó un exitoso diario llamado Mental Fitness). Aquí es donde un enfoque de abajo hacia arriba sobre la terapia es fundamental. En realidad, el objetivo es cambiar la fisiología del paciente, su relación con sus sensaciones corporales. En el Trauma Center, trabajamos con datos tan básicos como el ritmo cardiaco y los patrones de respiración. Ayudamos a los pacientes a evocar y a percibir sus sensaciones corporales presionando en los puntos de acupresión.19 Las interacciones rítmicas con otras personas también son efectivas (lanzar una pelota de vóley-playa, botar sobre una pelota de Pilates, tocar la batería o bailar al son de la música).
Insensibilizarse es la otra cara de la moneda en el TEPT. Muchos supervivientes empiezan como Stan, con flashbacks explosivos, y luego se van insensibilizando en su día a día. Aunque revivir el trauma es dramático, aterrador y potencialmente autodestructivo, con el tiempo una falta de presencia puede ser aún peor. Es un problema particular con los niños traumatizados. Los niños que se comportan mal reciben atención; los que están en blanco no molestan a nadie y se deja que su futuro se vaya perdiendo poco a poco.
APRENDER A VIVIR EN EL PRESENTE
El reto en el tratamiento de los traumas no es solo manejar el pasado, sino, incluso más aún, mejorar la calidad de la experiencia diaria. Una razón por la que los recuerdos traumáticos se vuelven dominantes en el TEPT es que resulta muy difícil sentirse realmente vivo en el presente. Cuando no podemos estar completamente aquí, vamos a lugares en los que nos sentíamos vivos, aunque esos lugares estén repletos de horror y de pena.
Cerebro en blanco (disociación) como respuesta al recuerdo de una trauma del pasado. En este caso, casi todas las áreas del cerebro tienen una activación reducida, interfiriendo con el pensamiento, el enfoque y la orientación.
Muchos enfoques de tratamiento del estrés traumático se centran en desensibilizar a los pacientes con respecto a su pasado, con la esperanza de que la nueva exposición a sus traumas reduzca los arranques emocionales y los flashbacks. Creo que esto se basa en una mala interpretación de lo que sucede en el estrés traumático. La mayoría de nosotros debemos ayudar a nuestros pacientes a vivir de forma completa y segura en el presente. Para ello, debemos ayudarles a recuperar las estructuras cerebrales que les dejaron abandonados cuando el trauma los abrumó. La desensibilización puede hacernos reaccionar menos, pero si no podemos sentir la satisfacción de hacer cosas normales como dar un paseo, cocinar o jugar con nuestros hijos, la vida pasa de largo.
CAPÍTULO 5
CONEXIONES ENTRE EL
CUERPO Y EL CEREBRO
La vida se basa en el ritmo. Vibramos, nuestro corazón bombea sangre. Somos una máquina con ritmo, eso es lo que somos.
–Mickey Hart
Hacia finales de su carrera, en 1872, Charles Darwin publicó La expresión de las emociones en el hombre y en los animales.1 Hasta hacía poco, la mayoría del debate científico sobre las teorías de Darwin se había centrado en El origen de las especies (1859) y El origen del hombre (1871). Pero La expresión de las emociones es una exploración extraordinaria de los cimientos de la vida emocional, repleta de observaciones y anécdotas resultado de décadas de investigación, así como de historias cercanas de los hijos de Darwin y de las mascotas de su hogar. También es un libro emblemático por sus ilustraciones –fue uno de los primeros en incluir fotografías (la fotografía todavía era una tecnología relativamente nueva y, como la mayoría de los científicos, Darwin quería usar las técnicas más novedosas para ilustrar sus ideas). Todavía existe impreso, disponible en una edición reciente con una introducción y unos comentarios fantásticos de Paul Eckman, un moderno pionero en el estudio de las emociones.
Darwin empieza su exposición describiendo la organización común de todos los mamíferos, incluyendo a los seres humanos (los pulmones, los riñones, el cerebro, los órganos digestivos y los órganos sexuales que sostienen y permiten que la vida continúe). Aunque muchos científicos actuales le acusarían de antropomorfismo, Darwin respalda a los amantes de los animales cuando proclama: «El hombre y los animales superiores… también] tienen instintos en común. Todos tienen los mismos sentidos, intuición, sensaciones, pasiones, afectos y emociones, incluso las más complejas como los celos, la sospecha, la emulación, la gratitud y la magnanimidad».2 Observa que los humanos compartimos algunos de los signos físicos de la emoción animal. Que sintamos cómo se nos eriza el vello de la nuca cuando tenemos miedo o que apretemos los dientes cuando estamos enfadados solo se puede entender como los vestigios de un largo proceso evolutivo.
«Cuando un hombre mira con desprecio –Charles Darwin, 1872
Para Darwin, las emociones de los mamíferos están fundamentalmente arraigadas en la biología: son la fuente indispensable de motivación para iniciar la acción. Las emociones (del latín emovere, moverse) dan forma y orientación a todo lo que hacemos, y su expresión primaria se realiza a través de los músculos faciales y corporales. Estos movimientos faciales y físicos comunican a los demás nuestro estado mental y nuestra intención: las expresiones de ira y las posturas amenazantes los avisan para que dejen de molestar. La tristeza atrae el afecto y la atención. El miedo indica impotencia o nos avisa del peligro.
Leemos instintivamente la dinámica entre dos personas simplemente a partir de su tensión o su relajación, sus posturas y su tono de voz, el cambio en sus expresiones faciales. Si miramos una película en un idioma que no entendemos, aun así podremos suponer la calidad de la relación entre los personajes. A menudo podemos interpretar del mismo modo a los otros mamíferos (monos, perros, caballos).
Darwin va más allá y observa que el propósito fundamental de las emociones es iniciar un movimiento que permita al organismo recuperar la seguridad y el equilibrio físico. He aquí lo que comenta sobre el origen de lo que actualmente llamaríamos TEPT:
Los comportamientos para evitar o escapar del peligro han evolucionado claramente para hacer que cada organismo sea competitivo en términos de supervivencia. Pero un comportamiento de huida o evitación inadecuadamente prolongado dejaría