Bessel van der Kolk

El cuerpo lleva la cuenta


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la tristeza que su mente no podía registrar: estaba despidiéndose de su joven familia, los parientes vivos más cercanos que tenía.

      Los psiquiatras llaman a este fenómeno alexitimia, un término griego que significa «no poder poner palabras a los sentimientos». Muchos niños y adultos traumatizados simplemente no pueden describir lo que sienten porque no pueden identificar el significado de sus sensaciones físicas. Pueden parecer furiosos, pero negar que estén enfadados; pueden parecer aterrorizados, pero afirmar que están bien. No ser capaz de discernir lo que sucede en su cuerpo les hace perder la conexión con sus necesidades, y les cuesta cuidar de sí mismos, se trate de comer la cantidad adecuada en el momento adecuado o de dormir las horas necesarias.

      Como mi tía, los alexitímicos sustituyen el lenguaje de la acción por el de la emoción. Si se les pregunta «¿Cómo se sentiría si viera un camión viniendo en su dirección a 130 km/hora?» la mayoría de la gente diría «Me quedaría aterrorizado» o «Paralizado por el miedo». Un alexitímico podría responder «¿Cómo me sentiría? No sé, me quitaría del medio».18 Suelen registrar las emociones como problemas físicos en lugar de como señales de que algo merece su atención. En lugar de sentirse enfadados o tristes, experimentan dolor muscular, irregularidades intestinales u otros síntomas para los que no se puede encontrar ninguna causa. Aproximadamente tres cuartas partes de los pacientes con anorexia nerviosa, y más de la mitad de los pacientes con bulimia, se sienten desconcertados por sus sentimientos emocionales y les cuesta mucho describirlos.19 Cuando los investigadores mostraron imágenes de rostros enfadados o angustiados a personas con alexitimia, no podían adivinar qué estaban sintiendo esas personas.20

      Una de las primeras personas que me enseñaron acerca de la alexitimia fue el psiquiatra Henry Krystal, que había trabajado con más de mil supervivientes del Holocausto para intentar comprender el trauma psíquico masivo.21 Krystal, que también era superviviente de un campo de concentración, observó que muchos de sus pacientes tenían éxito profesionalmente, pero sus relaciones íntimas dejaban mucho que desear y eran distantes. Suprimir sus sentimientos les había permitido atender a las tareas en el mundo, pero pagando un precio. Aprendieron a silenciar sus emociones antaño abrumadoras y, como resultado de ello, ya no reconocían lo que estaban sintiendo. Pocos de ellos estaban interesados en la terapia.

      Paul Frewen de la Universidad de Ontario Occidental realizó una serie de escáneres cerebrales a personas con TEPT que sufrían alexitimia. Uno de los participantes le dijo: «No sé lo que siento, es como si mi cabeza y mi cuerpo no estuvieran conectados. Estoy viviendo en un túnel, en la niebla, pase lo que pase tengo la misma reacción: insensibilidad, nada. Tomar un baño de espuma o quemarme o que me violen es la misma sensación. Mi cerebro no siente nada». Frewen y su compañera Ruth Lanius descubrieron que cuanto más desconectada estaba la gente de sus sentimientos, menos actividad tenía en las áreas de autopercepción del cerebro.22

      Como a la gente traumatizada suele costarle percibir lo que sucede en su cuerpo, carece de una respuesta matizada ante la frustración. Reaccionan ante el estrés quedándose «atontados» o bien con una rabia excesiva. Sea cual sea su respuesta, a menudo no pueden decir qué los está alterando. Esta incapacidad de conectarse con su cuerpo contribuye a su bien documentada ausencia de autoprotección y a sus altas tasas de revictimización,23 así como a sus notables dificultades en sentir placer, sensualidad y propósito.

      Las personas con alexitimia pueden mejorar si aprenden a reconocer la relación entre sus sensaciones físicas y sus emociones, del mismo modo que las personas daltónicas solo pueden penetrar en el mundo del color aprendiendo a distinguir y a apreciar las tonalidades de gris. Como mi tía y los pacientes de Henry Krystal, suelen mostrarse reticentes a hacerlo: la mayoría parece haber decidido inconscientemente que es mejor seguir visitando a médicos tratando males que no se curan que llevar a cabo la dolorosa tarea de hacer frente a los demonios del pasado.

      DESPERSONALIZACIÓN

      Un paso más abajo en la escalera del auto-olvido es la despersonalización; es decir, perder la noción de uno mismo. El escáner cerebral de Ute del capítulo 4 es, en su propia blancura, un claro ejemplo de despersonalización. La despersonalización es habitual durante las experiencias traumáticas. En una ocasión, me atracaron por la noche en un parque cerca de mi casa y, flotando sobre la escena, me vi a mí mismo echado sobre la nieve con una pequeña herida en la cabeza, rodeado por tres adolescentes armados con cuchillos. Disocié el dolor de sus puñaladas en las manos y no sentí el menor miedo mientras negociaba tranquilamente para que me devolvieran la cartera vacía. Supongo que no desarrollé un TEPT, en parte, porque sentía curiosidad por esa experiencia que había estudiado tan de cerca en otras personas, y en parte también porque me hice ilusiones de que podría hacer un retrato de mis atacantes para mostrárselo a la policía. Obviamente, nunca les pillaron, pero mi fantasía de venganza seguramente me aportó una satisfactoria sensación de agencia.

      Las personas traumatizadas no son tan afortunadas y se sienten separadas de su cuerpo. Una descripción especialmente buena de la despersonalización es la del psicoanalista alemán Paul Schilder, que en 1928 escribió en Berlín:24 «Para las personas despersonalizadas, el mundo parece raro, peculiar, extraño, onírico. En ocasiones, los objetos son de un tamaño extrañamente pequeño, en ocasiones planos. Los sonidos parecen venir de lejos… Del mismo modo, las emociones también sufren una notable alteración. Los pacientes se quejan de que no pueden experimentar ni dolor ni placer. Se han convertido en unos extraños para sí mismos».

      Me fascinó saber que un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Ginebra25 había inducido similares experiencias extracorpóreas suministrando suaves corrientes eléctricas en un punto concreto del cerebro, en la unión temporal parietal. En una paciente, le provocó la sensación de estar suspendida en el techo, mirando hacia su cuerpo; en otra indujo la inquietante sensación de que había alguien detrás de ella. Esta investigación confirma lo que nos dicen nuestros pacientes: que el yo se puede separar del cuerpo y vivir una existencia fantasmal por sí mismo. Del mismo modo, Lanius y Frewen, así como un grupo de investigadores de la Universidad de Groningen (Países Bajos)26 realizaron escáneres cerebrales a personas que habían disociado su terror y descubrieron que los centros cerebrales del miedo simplemente se desconectaban en cuanto recordaban el acontecimiento.

      HACERNOS AMIGOS DE NUESTRO CUERPO

      Las víctimas de traumas no pueden recuperarse hasta que se familiarizan y aceptan las sensaciones de su cuerpo. Estar asustado significa vivir en un cuerpo que siempre está en guardia. La gente enfadada vive en cuerpos enfadados. El cuerpo de las víctimas de maltrato infantil está tenso y a la defensiva hasta que encuentran el modo de relajarse y sentirse seguros. Para cambiar, la gente debe ser consciente de sus sensaciones y del modo en que su cuerpo interactúa con el mundo que los rodea. La autoconcienciación física es el primer paso para liberarse de la tiranía del pasado.

      ¿Cómo puede abrirse la gente y explorar su mundo interior de sensaciones y emociones? En mi consulta, inicio este proceso ayudando a mis pacientes primero a notar y luego a describir las sensaciones corporales que sienten (no las emociones como ira o ansiedad o miedo, sino las sensaciones físicas detrás de las emociones: presión, calor, tensión muscular, hormigueo, colapso, vacío, etc.). También trabajo en la identificación de las sensaciones asociadas con la relajación o el placer. Les ayudo a ser conscientes de su respiración, sus gestos y movimientos. Les pido que presten atención a los cambios sutiles de su cuerpo, como la presión en el pecho o el mordisqueo en la barriga cuando hablan de acontecimientos negativos que dicen que no les afectaron.

      Notar sensaciones por primera vez puede resultar bastante angustiante, y puede precipitar unos flashbacks en los que la gente se acurruca o adopta posturas defensivas. Son representaciones somáticas de traumas no digeridos y, en la mayoría de las ocasiones, representan las posturas que adoptaron cuando se produjo el trauma. Las imágenes y las sensaciones físicas pueden inundar a los pacientes en ese momento, y el terapeuta debe estar familiarizado con maneras de contener ese torrente de sensaciones y emociones para evitar que vuelvan a traumatizarse