de las etapas de su vida. Pero cuando le dijo que se iba a mudar con él a otro condado... Eso le afectó muchísimo, y a ella también. Habían estado muy unidas desde los dieciséis años, incluso habían vivido juntas. Además, Zane la había apoyado al cien por cien con el embarazo una vez que se enteró de que estaba encinta. Y el cambio fue bastante drástico, teniendo en cuenta que desde entonces solo se veían, como pronto, cada dos meses.
—Pero bueno, al menos ya estaba saliendo con Pitt —añadió Derek.
—Creo que si no hubiese sabido que con él estaba realmente bien nunca me habría marchado.
—¿En serio?
—Sí.
—Eso dice mucho de ti.
Arabia volvió a sonreírle, agradecida de nuevo.
Era muy fácil hablar con alguien como Derek, la persona más justa en cuanto a sentimientos que había conocido nunca. A veces incluso se pasaba de justo, como cuando decidió casarse con Ashley por el bien de Danielle. Pero de no ser por aquello, puede que ni siquiera la tuviese ahora con él, y a saber qué habría sido de aquella preciosa niña.
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Después de que Derek y Arabia se marcharan, Zane se dio cuenta de que Jake estaba sentado en el sofá con la mirada perdida. El primer encuentro con Emily no había sido ni de lejos como ella lo había imaginado, pero claro, no se había parado a pensar en lo que supondría para ambos volverse a ver, porque ella en ningún momento había pensado en el accidente de Emma, sino en la amistad y cercanía que los unía antes de ello.
Y en cuanto al encuentro con Derek y con Arabia... La verdad era que estaba un poco decepcionada con su hermano mayor por cómo había atacado a Jake cuando apenas acababa de regresar, pero se sentía orgullosa de su mejor amiga por haber sabido mantener tan bien la compostura, a sabiendas de que al día siguiente iría a hablar con ella sobre lo ocurrido.
Se acercó y se sentó a su lado, luego le colocó una mano sobre la pierna.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Jake respiró profundamente, como si acabase de salir de un largo letargo.
—Sí, supongo.
—Debe de haber sido un día muy extraño para ti.
—Creo que lo ha sido para todos, ¿no crees?
—Ya, pero... Lo digo por Jazzy.
—¿Qué pasa con ella?
Zane se incorporó un poco para girarse y ponerse de cara a su hermano. Se preguntó si realmente podía ser posible que a Jake no se le hubiese pasado por la cabeza en algún momento que fuese suya.
—¿Qué? —volvió a decir—. ¿Quieres que me alegre de que Ari haya rehecho su vida?
Vaya. Tampoco esperaba que Jake estuviese tan molesto con eso. No después de haberse marchado por voluntad propia.
—Antes de que sigas dándole vueltas al coco sobre todo lo que ha ocurrido hoy, tengo que decirte una cosa.
—¿Algo más aparte de que ha sido una mala idea presentarme por sorpresa?
—Lo siento. Yo tampoco sabía que Ari vendría esta noche.
Estaba claro que, a pesar de que para ella había sido algo increíble que hubiesen compartido la cena de Acción de Gracias todos juntos, el resto todavía trataba de asimilar los acontecimientos. Pitt, el único que estaba al margen de todo, se encontraba ahora ayudando a Emily en la cocina. Louis jugaba con los niños.
—¿Y bien? —preguntó Jake—. ¿Qué es lo que tienes que decirme?
De pronto, se le ocurrió una forma muy sutil de encaminarle la noticia.
—¿Te has fijado en los ojos de la hija de Ari?
—No, ¿por qué?
Zane se decepcionó un tanto. Los enormes ojos de aquella niña de piel canela eran impresionantes, todo el mundo lo decía.
—Pues, para tu información, tiene los ojos del mismo color que yo.
Se dio cuenta de que Jake la miraba concentrándose en sus ojos, pero sin decir ni una sola palabra, como si fuese una estatua. Decidió darle la siguiente y última información:
—Es tu hija.
Viernes
29 DE NOVIEMBRE 1991
H
acía dos horas que había llamado a casa de los Becker para anunciar que se retrasaría y que no acudiría a Valley Street hasta la hora de la cena. Y es que el apartamento estaba peor de lo que había imaginado. Cuando llegaron por la noche, tuvo que abrir las ventanas a pesar del frío para ventilarlo. Todo había cogido un olor a cerrado inaguantable, cosa lógica teniendo en cuenta que llevaba cerrado más de medio año. Así que Arabia había madrugado para poder ponerlo en orden, pero ni con esas había conseguido tenerlo todo listo para antes de las doce.
Poco después se puso por fin a deshacer las maletas, y entonces se dio cuenta de que tal vez había traído más cosas de las necesarias para el mes que pasaría allí, tanto para ella como para Jazzlyn. Resopló y empezó a colgar unas prendas y a colocar otras dentro de los cajones. Todavía tenía bastantes cosas allí porque, obviamente, no se lo había llevado todo a California. Ahora sentía que tenía más de lo que podía usar, sumando las cosas de su apartamento y todas las de la casa de Kevin, incluidas las que todavía estaban sin estrenar. Cuánto había cambiado su vida en los últimos dos años.
Observó a su hija, que estaba en pijama sentada en el suelo y jugando con unas piezas de madera.
—Jazzy —dijo para reclamar su atención, aunque ella estaba demasiado concentrada en construir una torre—. Vamos a vestirte.
La cogió por los brazos, la sentó en la cama y le dio una de las piezas para que continuase entretenida. Antes de empezar a quitarle el pijama se quedó mirándola, como muchas otras veces, admirada por esos ojos verde claro que había heredado de Zane, su mejor amiga. Al principio de su embarazo, cuando se imaginaba con un bebé en brazos y conociendo por fin el aspecto de su cara, nunca la veía en su mente con unos ojos de ese color. En su imaginación tenía los ojos azul oscuro, e incluso solía pensar que sería un chico. Qué orgullosa se sentía de haberla tenido. Se tumbó a su lado en la cama y extendió los brazos, exhausta por el trabajo de orden y limpieza de toda la mañana. La niña la imitó y así se quedaron un buen rato, hasta que llamaron al timbre. La pequeña dijo unas cuantas cosas en su idioma particular y Arabia se incorporó al instante. Descolgó el interfono, casi segura de que sería Zane.
—¿Sí?
—Soy Jake.
Arabia rio para sus adentros. Aquello no podía estar pasando.
—¿Podemos hablar?
—No, Jake.
Y, por primera vez en lo que recordaba de su vida en aquel apartamento, no le abrió la puerta. Colgó el aparato y regresó para vestir a su hija.
Jake se había marchado el verano del ochenta y nueve. Se fue sin decir a dónde ni por cuánto tiempo. Se fue a pesar de que ella lo quería, él lo sabía, y de que intentó con todas sus fuerzas que volviese en sí después de lo ocurrido en la fábrica en la que trabajaba. La decepcionó por última vez el día en que se presentó con sus cosas en la puerta y dijo que se marchaba. No iba a permitir que lo volviese a hacer ni una sola vez más, por muy alucinante que fuese que se hubiese presentado para pasar las Navidades después de tanto tiempo.
Antes de que pudiese seguir dándole vueltas a aquel tema, Jazzlyn se bajó de la cama y se agachó.
—¡Espera! —exclamó Arabia.
Intuyendo lo que iba a hacer, corrió para cogerla y llevarla al retrete. Todavía no