Inés Bustos Sánchez

La voz


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químicos, vapores, etc.), agentes tóxicos (tabaco, alcohol), etc.

      También las últimas décadas nos han acercado a la medicina oriental y al conocimiento de técnicas manuales de la misma procedencia que poco a poco se van integrando en nuestra medicina occidental. Cierto sector de ésta se ha abierto a otras maneras de comprender la enfermedad, a no centrarse en el síntoma como algo que se debe «eliminar», sino a «interpretarlo» como la manifestación de un trastorno, enfermedad o disfunción que puede tener su origen en una zona lejana a aquélla en la que se manifiesta el síntoma.

      En este sentido, la medicina alternativa está dando muestras de aceptación por parte de los usuarios, al tiempo que se reconocen aquellas afecciones donde se consiguen mejores niveles de curación y restablecimiento físico.

      En el campo educativo y pedagógico, asistimos a un cambio de paradigma: hemos pasado del enfoque conductista al cognitivista; el primero se orienta, entre otros aspectos, hacia el logro de objetivos utilizando para ello objetivos operativos para acercarse progresivamente a la meta prefijada.

      En este enfoque, la mente se comporta como una caja negra, ya que el conocimiento se percibe a través de la conducta –como manifestación externa de los procesos mentales internos–, aunque éstos se manifiestan desconocidos.

      La efectividad se mide en términos de resultados, y el sujeto que aprende no interviene en la selección de los objetivos ni decide cuáles son las mejores herramientas para llegar a él.

      Como contrapartida, el enfoque cognitivista, cuyo principal referente es el constructivismo, recoge aportaciones de la psicología y la epistemología en el terreno de la construcción del conocimiento y ve el aprendizaje como un proceso de construcción individual, es decir, la persona construye su propio aprendizaje a partir de lo que ya conoce (el conocimiento existe ya en la mente como representación interna de una realidad externa), elaborando una red de conceptos en constante modificación. Para ello, el sujeto es activo en el proceso de aprendizaje que se construye a partir de sus conocimientos previos que le permiten relacionar lo que sabe con la nueva información.

      En contraposición con el constructivismo individual, surge el constructivismo social que tiene en cuenta el contexto cultural y social en el que se desarrolla el aprendizaje. Ambas corrientes forman parte del mismo paradigma.

      En el enfoque constructivista, el papel de guía del profesor en este proceso y la interacción del individuo con el medio para comprenderlo son fundamentales; el proceso es, en este caso, más importante que el resultado en sí mismo.

      Esta visión del aprendizaje ha influido también en el campo de la logo-pedia y la fonoaudiología; hemos ido variando nuestro enfoque a la hora de abordar la educación o la reeducación vocales; hemos cambiado prácticas orientadas a modificar la función respiratoria y vocal siguiendo un protocolo más o menos cerrado, a educar o reeducar la voz desde la conciencia del cuerpo, de las zonas donde se acumula tensión muscular, y a buscar un camino de bienestar donde la voz encuentre su mejor nivel de confort y eficacia.

      Asimismo, las variables individuales y el contexto en el que el individuo ha de desarrollar su competencia vocal son tenidos especialmente en cuenta a la hora de fijar los objetivos de la reeducación vocal.

      En nuestro ámbito, creemos que es tan importante el proceso individual que realiza una persona a través del trabajo con el terapeuta vocal, como la obtención de metas personalizadas para cada caso, lo cual redundará doblemente en el grado de satisfacción por parte del usuario.

      En los últimos años han proliferado todo tipo de recursos orientados al culto del cuerpo: la meta es la perfección física, el incremento de la tonicidad muscular, la ausencia de sobrepeso, la cirugía estética y reductora, productos cosméticos, deportes que desarrollan la agilidad, sofisticados aparatos para adelgazar, etc.

      En otra línea están las tendencias a incluir el trabajo corporal que tiene por objetivo armonizar y equilibrar todos los aspectos de la personalidad.

      Cada vez se recurre más a tratamientos complementarios o alternativos como técnicas de relajación, control mental, taichi, yoga, etc., con el fin de ayudar a armonizar la mente y el cuerpo.

      Estas técnicas, cada vez más implantadas en nuestra cultura, representan además una alternativa al estrés y al agitado ritmo de vida que llevamos.

      Existe también, en la dietética, un interés creciente por integrar una dieta equilibrada y saludable, a la que suelen agregarse complementos alimentarios disponibles en un número creciente de establecimientos de dietética y nutrición.

      Desde la psicología, también se ha producido un acercamiento progresivo al «cuerpo», teniendo como precedentes los trabajos de Wilhem Reich (1972) que habló de las «corazas musculares» que generamos como respuesta a bloqueos psicológicos, sentimientos reprimidos, etc., que quedan «estratificados» en los músculos.

      En este sentido, se han desarrollado diferentes líneas de trabajo holísticas que engloban la dimensión psicocorporal del individuo.

      Cuerpo y psiquis son vistos, así, como un todo, y ello implica abordarlos de forma unitaria; lo que siente uno se refleja en el otro, ya que son una unidad.

      De modo paralelo, los cambios a nivel socioeconómico y culturales han sido considerables.

      Una de las primeras estructuras que ha sufrido grandes transformaciones es la familia, debido especialmente a la incorporación de la mujer al mercado laboral. Este hecho ha supuesto la necesidad de adaptarse a un doble rol (familiar y laboral), a replantear el compromiso de la pareja en las responsabilidades domésticas y en la crianza de los hijos.

      La estructura familiar ha variado sustancialmente; se ha nuclearizado, se ha hecho cada vez más pequeña respecto al entramado social de antaño. Recordemos el extenso clan familiar con abuelos, tíos y primos que compartían una estrecha relación personal. Han surgido –y son aceptadas socialmente– estructuras familiares diferentes a la tradicional.

      Hoy, la opción de muchas jóvenes parejas –por condicionantes económicas o laborales– es vivir a distancia del núcleo familiar original, e incluso trabajar en otro municipio distinto del residencial. Ello genera la disgregación de la red familiar y la necesidad de crear, a escala social, servicios e infraestructuras para atender a la población infantil.

      En la sociedad actual, los niños acusan de alguna manera este impacto y están sometidos desde muy pronto a un estrés derivado del ritmo de actividades que se les programa (a veces superior al de las del adulto), del entorno sonoro altamente ruidoso en el que se desarrollan, de la falta de tiempo para el juego, para compartir tiempo con sus iguales, etc. Estos factores han de tenerse especialmente en cuenta al valorar, por ejemplo, una disfonía infantil.

      El contexto social y económico en que nos desenvolvemos ha generado unas condiciones de vida sumamente estresantes. Estamos rodeados de un elevado índice de contaminación ambiental y acústica; el tráfico, los largos trayectos para desplazarse de uno a otro punto de la ciudad, los elementos que a veces rodean el contexto laboral (espacio de trabajo, nivel de ruido, ritmo productivo, etc.) acentúan nuestra necesidad de huir los fines de semana al campo, a la montaña o a la playa en busca de reposo físico y emocional.

      El mercado laboral se ha vuelto más complejo y genera la necesidad de una gran cualificación profesional, necesidades formativas cada vez más exigentes, el dominio de las nuevas tecnologías y/o de idiomas como requisito para acceder a puestos de trabajo más ventajosos; todo ello requiere una formación permanente para adaptarse a las demandas de un mercado productivo cada vez más competitivo.

      Asistimos, al mismo tiempo, a un desarrollo tecnológico imparable, a la mundialización o globalización de la economía, a