Iván Ojanguren Llanes

No más excusas


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por las mismas cosas que los empujaron a cambiar de trabajo: horarios, jefes, carga de trabajo, organización, etc.

      Claro, amigos. Es que cambiar de empleo no garantiza que estarás bien allá donde vayas. Ni de lejos. Cuando tu objetivo es cambiar de empleo te aseguras un cambio, es cierto, pero al no estar gestionando el lugar al que quieres ir de verdad solo hacen falta unos pocos meses para volver a encontrarte en una situación similar. Sería una cuestión pura de azar el que estuvieses bien en ese otro trabajo; mi pregunta aquí es: ¿dejarías en manos del azar tu propia realización y tu felicidad?

      Respira. Es tremendamente humano creer que lo que no queremos es un objetivo, claro; y es que los sentimientos son súper útiles: son una herramienta fantástica que nos ha sido otorgada para saber que «esto, no». Los sentimientos negativos del tipo que sean son una guía interna fantástica para ser conscientes de que hay algo que tenemos que hacer de forma diferente para estar bien. Pero ojo, esos sentimientos de malestar son solo una señal de alerta. Estar «mal» no aporta luz a priori de qué es lo que tenemos que hacer para estar «bien».

      Atraes a tu vida todo aquello en lo que piensas, lo desees o no

      Existe una regla universal que dice que todo aquello en lo que piensas, en lo que vibras (los pensamientos generan sentimientos), es lo que atraes a tu vida. Es decir, cuanto más piensas en algo (vibras y sientes), más de eso tienes en tu vida. Además, los pensamientos (sobre todo los negativos) son adictivos, y si nos descuidamos podemos caer en situaciones crónicas de malestar, apatía o depresión.

      Imagina que tu objetivo es «No quiero tener miedo». Te levantas por la mañana y repites tu objetivo cinco veces. Haz la prueba, repite conmigo:

       «¡No quiero tener miedo!»

       «¡No quiero tener miedo!»

       «¡No quiero tener miedo!»

       «¡No quiero tener miedo!»

       «¡No quiero tener miedo!»

      ¿En qué estás pensando realmente? Eso es: en miedo. Estás vibrando con el miedo. Y más de eso tendrás en tu vida.

      Mira, el cerebro no entiende la palabra «no». En serio. Repite cualquier frase con la palabra «no» y dime qué es lo que sientes. Te doy ejemplos: «No me gusta la violencia», «No me gusta ver animales encerrados», «No quiero fumar». Ahora, dime: ¿en qué piensas cuando repites estas palabras? Exactamente: piensas en violencia, animales encerrados, fumar. Piensas justo en todo menos en el «no». Y es que claro, para saber en lo que no tienes que pensar, tienes que pensar en ello. Parece una perogrullada, pero quiero que entiendas la tremenda importancia de esto.

      Te propongo un ejercicio: durante los próximos cinco segundos trata de no pensar en un elefante de color azul.

      ¿Ya?

      ¿Qué ha pasado? Pues que tienes que pensar en el elefante azul para tratar de no pensar en el elefante azul.

      Así funciona tu cerebro: elimina el «no» y se queda con la otra parte de la frase. Cuando planteamos objetivos con lo que no queremos nos anclamos al estado que queremos abandonar aumentando las sensaciones de insatisfacción y, peor aún, no nos dan ningún tipo de información sobre a dónde tenemos que ir ni qué tenemos que hacer para estar mejor.

      A este tipo de objetivos yo los llamo directamente «antiobjetivos»: no solo no nos llevan a ningún lugar sino que perpetúan el sentimiento de malestar. ¿Tu objetivo contiene la palabra «no»? A continuación te propongo una herramienta para que transformes tu «antiobjetivo» en un verdadero objetivo.

      HERRAMIENTA

      Formula tu objetivo sin la palabra «no»

       Tras aplicar la herramienta serás capaz de formular tu objetivo en positivo (sin la palabra «no»)

       Tiempo que necesitarás: 20 minutos

      Te voy a dar una serie de estrategias para que puedas transformar tu objetivo, expresado en términos de lo que no quieres, en un objetivo bien formado expresado como lo que quieres (en positivo). Para facilitar la comprensión, imaginemos que quiero transformar el objetivo «No quiero seguir teniendo pensamientos negativos».

      PASO 1: Piensa en lo contrario

      ¿Qué es para ti lo contrario a tu objetivo? ¿Qué sería lo contrario a tener en nuestro ejemplo «pensamientos negativos»? Tal vez sea «Estar tranquilo» o «Vivir una vida relajada». Estas frases sí que son buenas referencias para tu cerebro; sí son buenos objetivos en los que merecerá la pena invertir tiempo y energía. Anota todo lo que se te ocurra.

      PASO 2: Actúa «como si»

      Actuar «como si» significa dejar volar la imaginación e imaginar que ya has dejado de tener eso que «no quieres»; en nuestro ejemplo, sería imaginar que ya no tienes «pensamientos negativos». Ahora, pregúntate: ¿qué es diferente en tu vida? ¿Cómo te sientes? Lo más probable es que emerjan palabras más amables del tipo «Me siento bien», «Me siento más tranquilo» o «Estoy en paz». ¡Bingo! Esto ya sí que se parece más a un objetivo; deberás por lo tanto reformular tu objetivo a «Quiero más tranquilidad» o «Quiero sentirme en paz». Escribe todo lo que pase por tu cabeza; estamos empezando a decirle al taxista a dónde queremos ir.

      PASO 3: Encuentra una referencia externa

      Te paso la estrategia definitiva: piensa en alguien que tiene lo que tú quieres o que está como tú quieres estar. En ocasiones estamos tan perturbados por la situación de la que queremos salir que somos incapaces de vislumbrar qué es lo que queremos ni hacia dónde queremos ir; es absolutamente normal. En estos casos lo más sencillo y potente es pensar en ese conocido, allegado, personaje público e incluso personaje histórico o de ficción que te inspire en el sentido de que quieres sentirte o parecerte a él en alguno de los aspectos relacionados con tu objetivo. Así, en el ejemplo que estamos trabajando podrías decir: «Quiero tener la paz interior de Dalai Lama» o «Querría sentirme tan tranquilo y despreocupado como mi hermano». Recuerdo una persona con la que trabajé que me dijo: «Quiero ser como William Wallace (Braveheart)». Le contesté: «Ah, qué bueno. ¿Y cómo definirías a William Wallace?» Él me dijo: «Sería una persona más proactiva, más enérgica y también con capacidad de liderazgo». No se trata aquí de que lleguemos todos a la conclusión de qué características tenía William Wallace, sino de que conozcas las virtudes o rasgos que tú crees que tiene esa persona y que te gustaría tener. Me encanta jugar con la imagen que yo tengo de otras personas ahí fuera para plantearme objetivos pues me da muchas más ideas sobre lo que quiero y (todavía) no tengo.

      PASO 4: Reformula tu objetivo

      Revisa tus notas derivadas de los pasos 1, 2 y 3. Con toda la información que has sacado de los tres pasos anteriores deberías ser capaz de escribir un objetivo expresado en positivo (sin la palabra «no»). Escribe en una frase aquello que quieres tener en tu vida.

      ¿Ya lo tienes? Fantástico. Por fin nos hemos quitado ese elefante azul de la cabeza. Por fin hemos sabido decirle al taxista a dónde nos queremos dirigir y ya puede introducir la dirección en su GPS.

      No te preocupes si todavía tienes dudas respecto a cómo conseguir lo que acabas de escribir: mi compromiso a lo largo de las próximas líneas será que definas muy bien qué significa este objetivo de modo que puedas conseguirlo.

      A continuación me gustaría hablar de esos objetivos que están enunciados como aquello que queremos abandonar. Sigue conmigo, estás a punto de descubrir por qué «Dejar de fumar», «Perder peso» o «Dejar de preocuparme tanto» en realidad no son objetivos.

      Dejar de fumar (o cómo abandonar hábitos)

      Tal vez seas de ese altísimo porcentaje de personas que fuman o han fumado. En tal caso te habrás puesto en algún momento el objetivo de «dejar de fumar», o tal vez conozcas a alguien que haya querido abandonar este hábito. Bien, después