Teresa Porqueras Matas

Cara a cara con Satanás


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no fue algo precisamente devocional, simplemente surgió así y la vida, poco a poco, le fue encaminando. Lo que sí tiene claro es el papel crucial que jugó en todo esto el ejemplo de su hermano Francisco Manuel, que más tarde llegaría a ser fray Jordán. De alguna forma, Lolo parecía ser el faro que alumbraba su vida:

      —Al principio, cuando ingresé con trece años, en Cardedeu todo era algo confuso, pero yo nunca he tenido dudas sobre la vocación. Allí tenías la oportunidad de estudiar y me sentía a gusto. Nunca he tenido la idea de decir «vamos a cambiar, vamos a hacer otra cosa» —aclara el padre.

      Rememora nostálgico la buena fortuna que tanto él como Lolo tuvieron cuando apareció por Castrillo de los Polvazares doña Susa Blanco González, una señora veraneante de Galicia que pensó que podía ayudar a que algunos chicos del pueblo pudieran ser sacerdotes. Y así lo hizo, ella y sus amistades recaudaron fondos para los estudios de los dos hermanos Gallego:

      —La familia de Susa Blanco vivía entre Ferrol y Coruña, tenía una zapatería. Ella era la que administraba el dinero con sus conocidos. Gracias a su ayuda nos pagaron los estudios, ya que el seminario cobraba poco, pero algo había que pagar y nosotros éramos seis hermanos y no había para todos.

      Lolo, siete años mayor que Juanjo, a la temprana edad de doce o trece años fue el primero de los hermanos Gallego que inició su carrera sacerdotal. Lo hizo en la población de Requena (Valencia) con los frailes dominicos, gracias a las gestiones de la señora Susa Blanco.

      Así narra Juan José Gallego cómo tomaron contacto con la Orden de los Dominicos, una orden que no tenía tradición en el pueblo:

      2 Juan José Gallego Salvadores y José Vela Moreno. Padre Jordán Gallego Salvadores, dominico. 5º Aniversario de su muerte 2001-2005. José Vela Moreno. Valencia, 2006.

      El 10 de octubre de 1949, su hermano Lolo tomó el hábito de la Orden Dominica en el Convento de Alicante y allí mismo inició el noviciado.

      Un tercer hermano Gallego también intentaría seguir los pasos de Lolo y Juanjo pero se quedaría en el camino:

      —Mi hermano Nilo era el más pequeño, nos llevábamos siete años. Estuvo un año o dos en el Seminario menor pero lo dejó. En cuanto a mi otro hermano, Tomás, dos o tres años mayor que yo, fue alcalde pedáneo del pueblo y murió siéndolo.

      Juan José Gallego recuerda con viveza aquella época cuando estudiaba en el Seminario. Allí se preparó sobre todo en humanidades y filosofía hasta completar el noviciado.

      Coincidió que los jóvenes de aquella generación pudieron disfrutar del cambio de sistema y tuvieron la gran suerte de pasar todo el verano en sus hogares disfrutando de tres meses largos en su pueblo:

      —Aquello fue una suerte, porque así no te desgajaban ni de la familia, ni del ambiente de los compañeros —añade el dominico.

      Con cierta morriña y brillo en la mirada, el padre Juan José revive cuando coincidió con su querido hermano Jordán en el mismo seminario:

      —Mientras estuve en Cardedeu, mi hermano Jordán fue profesor mío de metafísica. Él estaba completando su formación con estudios sobre filosofía en Alicante y en Cardedeu, que finalizó más tarde en Valencia donde, el 30 de junio de 1957, fue ordenado sacerdote.

      En 1961, fray Juan José, con 21 años, seguiría los pasos de su hermano y se marcharía a la capital valenciana para cursar estudios de Teología durante 4 años.

      3 Isidro Martínez, «El fraile maragato que hablaba algunas tardes con los demonios», El Faro Astorgano, 11 de agosto de 2015.

      ...A poco estuvieron de echarle del convento por fumar, algo prohibido y perseguido. La defensa de un sacerdote fue suficiente.

      Cuando le pregunto por aquel incidente sonríe y me contesta que todo aquello fue realmente una chiquillada:

      —Pero no fue por fumar... En una reunión, yo perdí los estribos y dije ciertas cosas y quisieron aprovecharse de aquello para castigarme.

      —Entonces, usted siempre ha tenido carácter... Esto nos hace más humanos, con nuestros defectos y nuestras virtudes. ¿No cree?

      Me mira y sonríe.

      Con gran júbilo para toda su familia, a la edad de 25 años, el 8 de agosto de 1965, Juanjo recibió la ordenación sacerdotal en el pueblo valenciano de Torrent, y pasó a ser el dominico fray Juan José. De aquel señalado día, resalta la inmensa alegría de los suyos, especialmente destaca la emoción de su padre, que estando muy delicado de salud, se encomendaba con gran devoción a Dios todos los días para poder verle ordenado antes de morir. Tras aquel importante día para todo sacerdote, fray Juan José estuvo oficiando las primeras misas en su querido y entrañable pueblo natal de Castrillo de los Polvazares. Ese mismo año y sin dilatarse mucho en el tiempo, marchó a Roma para obtener la Licenciatura en Teología por la Universidad de Santo Tomás de Aquino. La bella ciudad le cautivó gratamente y durante un año estuvo codeándose con otros hermanos en un ambiente marcadamente internacional. Residía en el Convento Dominico de San Sixto de Roma.

      La satisfacción de estar en aquella ciudad que le subyugaba se vio truncada cuando en enero de 1966, su padre, Francisco, muere a la edad de 67 años. Tal funesta noticia no le vino de nuevas al joven dominico, pues era algo que en la familia se presentía cercano. Un hermano suyo fue quien le notificó el óbito mediante un telegrama que le hicieron llegar a Roma. Fray Juan José se trasladó con la urgencia que impera en estos casos desde Roma hasta el pequeño pueblo de Castrillo de los Polvazares con la intención de acudir al funeral para dar el último adiós a su querido padre, rodeado del calor de los suyos. Sin saber muy bien cómo, su repentina marcha suscitó el enfado del superior de la Orden Dominica, situación que Gallego recuerda con amarga tristeza y desilusión.

      —¿Qué ocurrió exactamente?

      —Es una cosa que no he entendido nunca. No sé por qué pasó. Yo tenía permiso del provincial, pero a él se le olvidó y, en vez de preguntar, se enfadó conmigo. A pesar de haberme prometido hacer el doctorado en Roma, al final me quedé sin él. Decidieron enviarme a un colegio de Valencia a dar clases de religión y latín.

      —¿Cree usted que todo aquello fue un castigo por parte del provincial?

      —Posiblemente. Pero luego me vino bien —afirma, seguro y satisfecho.

      —Ese año usted estrenó por primera vez un traje.

      —Sí, porque hasta entonces siempre vestía con hábito de dominico.

      —¿Se arregló aquel incidente sucedido con el provincial?

      —Al final lo cambiaron.

      Durante nueve intensos meses fray Juan José se integró perfectamente en la vida del Colegio San Vicente Ferrer de Valencia. Allí hizo buenas migas con adolescentes