Teresa Porqueras Matas

Cara a cara con Satanás


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de más datos sobre su vida y trayectoria. Deseo empaparme de la máxima información antes de nuestra próxima entrevista a mediados del mes de enero en Barcelona, una ciudad emblemática que arrastra consigo la herencia de conocidos exorcistas como Antonio Mª Claret (1807-1870), Mosén Cinto Verdaguer (1845-1902) o Joaquín Mª Piñol y Plana (1834-1907).

      1 La Orden de Predicadores está integrada por «partes» que gozan de una cierta autonomía administrativa y de personalidad jurídica propia. Estas partes son las llamadas «provincias», al frente de las cuales están el capítulo provincial y el prior provincial. Las provincias fueron creadas por el Capítulo General o autoridad suprema en 1221.

      La creación de la nueva Provincia Hispania es, sin duda, un momento histórico para todos los dominicos, que coincide en el tiempo dentro de los actos de celebración del Jubileo 800 de la Fundación de la Orden de Predicadores, fundada por Santo Domingo de Guzmán.

      Lamentablemente, y debido a cierta indisposición sufrida por su reciente operación, Gallego, en el último momento y muy a pesar suyo, tuvo que suspender el viaje y se vio obligado a declinar la invitación a tan significativo evento, por lo que tuvo que seguir todo lo que ocurrió en Santo Domingo de Caleruega desde su Convento de Santa Catalina de Barcelona.

      4. Con los deberes hechos

      Tanto era mi afán por reencontrarme con el padre Gallego, que parece que el tiempo se ha confabulado a mi favor. Con rapidez vertiginosa hemos finiquitado las fiestas hasta plantarnos en un prometedor año 2016.

      Hoy, sábado 23 de enero, es el primer día de año en el que tengo la oportunidad de volverme a reunir con fray Juan José Gallego. Agradecida, le manifiesto cuánto me halaga todo el tiempo que me está dedicando y le obsequio con unas deliciosas cocas de azúcar típicas de mi ciudad que acepta complaciente.

      El dominico me pide que le acompañe hasta el primer piso del convento para dejar los dulces en la cocina. Así lo hacemos y, entretanto subimos por el ascensor hasta el primer piso, no quiero desperdiciar la oportunidad para poder charlar distendidamente con él sobre estos largos días en los que no nos hemos podido ver. No le oculto que el lunes me he citado con otro exorcista, el padre José Antonio Fortea, que reside en Alcalá de Henares. Recuerda que coincidió con Fortea hace unos años en el programa Lágrimas en la lluvia del canal de televisión Intereconomía, y me hace saber que desaprueba que él permitiese grabar un exorcismo que fue emitido en un programa de televisión.

      Salimos del ascensor y el padre me señala con el dedo dónde está situada la cocina. Mientras él se queda aguardando, yo entro con prudencia en la dependencia y doy un rápido vistazo a mi alrededor. Dudo dónde dejar los dulces y, desde la distancia, el padre me indica que los deje en alguna repisa. Con suma delicadeza apoyo el paquete encima de un impoluto mármol blanco y me retiro. En tanto que ando en dirección al pasillo en donde me espera paciente el exorcista, me topo de bruces con un simpático dominico vestido de calle, que en sus manos porta una tostada de pan con mermelada. Es el padre Gabriel. Me sonríe y le indico dónde he dejado las pastas.

      Volvemos al ascensor y el padre y yo regresamos a la planta baja. Tranquilamente nos dirigimos al despacho del exorcista y allí nos acomodamos.

      Escudriño entre mis papeles, preparo mi grabadora esperando que se encienda el piloto rojo y doy comienzo a la entrevista:

      —He hecho los deberes, padre. He leído toda la documentación que usted me aportó y, a parte, he consultado varios libros que creo que me ayudarán a la hora de entender más su trabajo. Así que vengo hoy con un tropel de dudas y preguntas.

      —Ya te veo, ya... Eso está bien. Permíteme que antes haga una llamada. Tengo cita con el médico y debo arreglar una cosa.

      —¿No se encuentra bien?

      —No...

      El sacerdote rebusca intranquilo un número de teléfono en su agenda y realiza una rápida llamada a alguien que ha de venir desde lejos justamente el lunes. Marca un número en su móvil y espera. Al no recibir respuesta, deja un recado en el contestador a su misterioso interlocutor:

      —Queda en pie lo del lunes. Yo tengo que hacer una cosa, pero no te preocupes. Te esperas aquí en el convento porque a las once me harán una pequeña prueba, pero no te preocupes. Aguardas aquí dentro y luego nos vemos. Me llamas, porque no creo que sea bueno cambiar el tren y el billete. Llámame y dime algo.

      Para mi asombro, cuando el padre cierra el móvil, me confiesa apesadumbrado que está perdiendo la visión del ojo izquierdo. Su médico le ha recalcado que no debe descuidarse, ya que podría perder por completo la visión y por ello tiene concertada hora para realizarse una serie de exámenes oculares. Su cita con el doctor le coincide con la cita de un señor que viene ese día desde lejos. Se muestra turbado hasta que no pueda reconfirmar la hora con este hombre, de unos sesenta años de edad, que se ha de desplazar este lunes desde la otra punta de España para poder ser atendido por el exorcista. Lleva visitando al padre desde hace ya unos meses y, debido a que reside bastante lejos, no le queda más remedio que emprender cada vez un agotador viaje en transporte público que dura quince o dieciséis horas.

      1 Término que hace referencia a aquellos casos en los que, por causas desconocidas, los exorcismos deben prolongarse indefinidamente en el tiempo durante meses, incluso años, hasta lograr su total liberación.

      —¿Es ese un caso que se ajustaría a los llamados «exorcismos

      indefinidos»?

      —Sí —dice, apesadumbrado.

      El padre José Antonio Fortea, antiguo exorcista de Madrid, en su libro Tiniebla del exorcismo habla de ellos y analiza cuáles pueden ser los posibles causantes de estos llamados «exorcismos indefinidos» y destaca dos causas prioritarias que podrían favorecer que la liberación del poseso se dilatara en exceso en el tiempo. Fortea explica que una de las principales razones podría ser que la persona le hubiera dado permiso al maligno para estar dentro; también concluye que es posible que una fuerza oculta actúe dando al demonio