divisiones! En un momento dado durante la segunda guerra mundial, se licenciaban más bajas psiquiátricas del ejército de los Estados Unidos que las personas que eran reclutadas.
En la breve guerra entre árabes e israelíes en 1973, casi un tercio de todas las bajas israelíes fueron debidas a causas psiquiátricas, y lo mismo parece haber sucedido en las fuerzas egipcias. En la invasión del Líbano de 1982, las bajas psiquiátricas israelíes doblaban el número de muertos.
El estudio de la segunda guerra mundial profusamente citado de Swank y Marchand señala que, tras sesenta días de combate continuo, el 98 por ciento de todos los soldados supervivientes se convierte en baja psiquiátrica de una u otra variedad. Swank y Marchand encontraron una característica común entre el 2 por ciento que conseguía aguantar el combate continuado: una predisposición hacia «las personalidades agresivo-psicopáticas».
Durante la primera guerra mundial, los británicos creían que sus soldados podían aguantar varios centenares de días antes de convertirse inevitablemente en bajas psiquiátricas. Pero esto era posible debido a la política británica de rotar a los hombres para que descansaran tras aproximadamente doce días de combate, al contrario de la política estadounidense en la segunda guerra mundial de dejar a los hombres en combate hasta ochenta días sin descanso.
Resulta interesante señalar que el hecho de pasar meses de exposición continuada al estrés del combate es un fenómeno que se da solo en los campos de batalla del siglo xx. Incluso en los sitios que duraban años de los siglos pasados había espacio para el descanso alejado del combate, en gran medida debido a las limitaciones de la artillería y las tácticas. Los momentos reales de riesgo personal rara vez excedían unas horas de duración. Algunas bajas psiquiátricas siempre han estado asociadas a la guerra, pero solo en el siglo xx se dio la situación en la que la capacidad física y logística superaban nuestra capacidad psicológica para soportarla.
Las manifestaciones de las bajas psiquiátricas
Richard Gabriel examina en su libro No more heroes la cantidad de síntomas y manifestaciones históricas de las bajas psiquiátricas.1 Entre estas se encuentran los casos de fatiga, estados confusionales, histeria de conversión, estados de ansiedad, estados obsesivos y compulsivos, y desórdenes de la personalidad.
Casos de fatiga
Este estado de agotamiento físico y mental es uno de los síntomas más tempranos. El soldado se siente cada vez más huraño y abiertamente irritable, pierde el interés por todas las actividades con los camaradas y evita cualquier responsabilidad o actividad que implique un esfuerzo físico o mental. Se vuelve propenso a episodios de lloros o de extrema ansiedad o terror. También aparecen síntomas somáticos como la hipersensibilidad al sonido, un incremento en la sudoración y palpitaciones. Estos casos de fatiga abren la puerta a un colapso ulterior más completo. Si el soldado se ve obligado a permanecer en combate, el colapso resulta inevitable; la única cura es la evacuación y el reposo.
Estados confusionales
La fatiga puede convertirse rápidamente en una disociación psicótica de la realidad que es lo que define a los estados confusionales. Por lo general, el soldado deja de saber quién es o dónde se encuentra. Incapaz de tratar con su entorno, se aparta mentalmente del mismo. Los síntomas incluyen el delirio, la disociación psicótica y los cambios de humor maniaco-depresivos. Una respuesta señalada a menudo es el síndrome de Ganzer, en el que el soldado comienza a hacer chistes, a comportarse como un tonto y en general a intentar repeler el horror con el humor y lo ridículo.
El grado de aflicción en los estados confusionales puede oscilar desde el meramente neurótico al abiertamente psicótico. El sentido del humor que se muestra en la película y luego serie M*A*S*H es un ejemplo excelente de individuos aquejados de forma leve por el síndrome de Ganzer:
—Quita esa cosa de mi cara, Hunter, o te la daré de comer con salsa picante.
—Vamos, sargento. ¿No quiere darle un apretón de manos a «Herbert»?
—Hunter, estás jodido. Cualquiera que traiga el brazo de un oriental está enfermo. Cualquiera que lo entre en la tienda de campaña esta pidiendo que lo castiguen con horas de guardia. No sabes dónde ha estado esa cosa. ¡Deja de hurgarte la nariz con él! ¡Lárgate, Hunter! ¡Lárgate!
—Vaya, sargento, «Herbert» solo quería hacer amigos. Se siente solo sin sus antiguos amigos el «señor Pie» y el «señor Escroto».
—Doble guardia esta noche, Hunter, y toda la semana. Hasta luego, enfermo. Disfruta las guardias.
—Chicos, dadle las buenas noches a «Herbert».
—¡Fuera! ¡Fuera!
Humor negro, por supuesto. Risotadas para tipos duros. Después de un tiempo, nada era sagrado. Si mamá hubiera podido ver con lo que jugaba ahora su pequeño. O lo que le pagaban por hacer.
W. Norris
«Rhodesia Fireforce Commandos»
Histeria de conversión
La histeria de conversión puede darse durante el combate o de forma post-traumática años después. La histeria de conversión puede manifestarse como incapacidad de saber dónde está uno o incluso de funcionar, y a menudo comporta deambular sin rumbo por el campo de batalla sin ninguna preocupación por los evidentes peligros. En algunos, casos el soldado se vuelve amnésico y bloquea grandes porciones de su memoria. A menudo la histeria degenera en ataques convulsivos en los que el soldado se encoge en posición fetal y comienza a temblar violentamente. Gabriel señala que durante ambas guerras los casos de parálisis contractiva del brazo eran muy comunes y, por lo general, el brazo que se empleaba para apretar el gatillo era el que quedaba paralizado. Un soldado podía volverse histérico tras ser golpeado por una sacudida, tras recibir una herida menor no debilitante o tras experimentar que se había salvado por poco. La histeria también puede manifestarse después de que un soldado herido haya sido evacuado a un hospital o a una zona en la retaguardia. Una vez se encuentra allí, la histeria puede empezar a emerger, la mayoría de las veces como defensa contra el regreso a la lucha. Con independencia de las manifestaciones físicas, siempre es la mente la que produce los síntomas para escapar o evitar el horror del combate.
Estados de ansiedad
Estos estados se caracterizan por los sentimientos de agotamiento total y tensión que no pueden aliviarse durmiendo o descansando, y que degeneran en una incapacidad para la concentración. Cuando puede dormir, el soldado se despierta a menudo a causa de horribles pesadillas. A la postre, el soldado se obsesiona con la muerte y el temor a fallar o que los hombres de su unidad descubran que es un cobarde. Una ansiedad generalizada puede con facilidad deslizarse a una completa histeria. A menudo la ansiedad va acompañada de falta de aliento, debilidad, dolor, visión borrosa, mareos, síntomas vasomotores y desmayos.
Otra reacción, común en los veteranos de Vietnam que sufren el trastorno de estrés postraumático (tept) años después del combate, es la hipertensión emocional, en la que la presión sanguínea del soldado aumenta dramáticamente con todos los síntomas que la acompañan: sudoración, nerviosismo, etc.2
Estados obsesivos y compulsivos
Estos estados son similares a la histeria de conversión, excepto que en este caso el soldado se da cuenta de la naturaleza mórbida de sus síntomas y que la raíz se encuentra en sus miedos. A pesar de ello, sus temblores, palpitaciones, tartamudeos, tics, etc., escapan a su control. Con el tiempo es probable que el soldado se refugie en algún tipo de reacción histérica que le permita escapar de la responsabilidad psíquica por sus síntomas físicos.
Desórdenes de la personalidad
Los desórdenes de la personalidad incluyen rasgos obsesivos en virtud de los cuales el soldado desarrolla una fijación por ciertas acciones o cosas; tendencias paranoicas que van acompañadas de irascibilidad, depresión y ansiedad, que a menudo adquieren el tono de amenazas a su seguridad; tendencias esquizoides que conducen a la hipersensibilidad