ti. Se trata de aprender cómo operar con ese miedo, abrirse camino y hacer tu trabajo como un profesional.
Sargento Mayor de Comando Bob Gallagher
Ejército de Estados Unidos, veterano de Somalia,
durante la preparación de sus soldados para la invasión de Iraq.
Pete Pomerleau y Don Lazzari son instructores de policía asociados con el bahr Training Group, una organización que instruye a policías a gran escala. Han estado recreando parte de la investigación de Siddle en la que se colocan dispositivos de control de la frecuencia cardíaca en el cuerpo de agentes del orden que participan en simulaciones de combate mediante el uso de paint bullets en condiciones altamente estresantes. Estas balas duelen cuando impactan, lo cual es deseable porque el dolor y la posibilidad del dolor convierte este adiestramiento en una forma de «inoculación del estrés».
Necesitamos más investigaciones sistemáticas en esta área, pero el trabajo del bahr consiguió los mismos resultados que Bruce Siddle. Pomerleau y Lazzari descubrieron que, cuando un policía medio experimenta un incremento de la frecuencia cardíaca inducido por el estrés (es decir, inducido por la adrenalina) hasta situarse cerca de las 145 ppm, se produce un colapso serio del rendimiento. Aunque esto no le ocurre a todo el mundo. Al parecer, si has practicado las habilidades requeridas, puedes «llegar hasta el límite» en la fase roja, consiguiendo un rendimiento extraordinario con unos niveles de frecuencia cardíaca acelerados. Vamos a llamar a esta zona, aproximadamente entre las 145 y las 175 ppm, «fase gris». (Más allá de la fase gris se encuentra la «fase negra», un área marcada por el colapso catastrófico del rendimiento mental y físico que trataremos en breve.)
Todas estas investigaciones se encuentran todavía en sus inicios, en un estado embrionario de fascinante indagación. En Warrior Science, Bruce Siddle escribe:
El estudio del comportamiento del hombre en combate es un estudio de paradojas y extremos. La experiencia del combate es intangible, y se esconde en profundos recovecos de la psique humana. En consecuencia, resulta difícil mostrar en gráficos con medidas científicas la experiencia del combate, e incluso es más difícil que el mundo de los estudiosos e historiadores pueda acceder a la misma.
La fase gris en particular es verdaderamente una «zona gris» sobre la que todavía necesitamos realizar más investigaciones.
Ron Avery es un instructor de policía y un tirador de pistola de combate de primer orden que ha protagonizado tres vídeos didácticos de gran éxito llamados Secrets of a Professional Shooter. Ron apunta que funciona en dos niveles durante una competición. Cuando está «corriendo y tirando» su frecuencia cardíaca se sitúa alrededor de las 145 ppm. Para los policías que participaron en las investigaciones de Bruce Siddle y el grupo bahr, 145 ppm representa un nivel en el que el rendimiento comienza a desplomarse. Pero para Ron este es su nivel óptimo de estimulación porque es cuando puede «llegar hasta el límite». Ha ensayado y se ha entrenado, convirtiendo cada acción en «memoria muscular», lo que le permite funcionar a un nivel experto en la fase gris. Este concepto de memoria muscular también se conoce como «piloto automático» y será tratado más adelante con más detalle.
Ron Avery denomina este proceso «aclimatación al estrés», un buen término descriptivo. El concepto fundamental es que el éxito pasado bajo condiciones estresantes aclimata para situaciones similares y promueve los éxitos futuros. Para describir este proceso, yo empleo el término psicológico «inoculación». Con independencia de cómo lo llamemos, no hay duda de que funciona. Tal y como Ron lo expresa:
Con el adiestramiento correcto y el condicionamiento y práctica requeridos, podemos conseguir habilidades que otros piensan que son imposibles. Creo que hay todo un ámbito de posibilidades que podemos enseñar y entrenar a hacer a los guerreros. La aclimatación al estrés estriba en medir dosis precisas de estrés seguidas de oleadas de recuperación y la repetición de estos ciclos de manera muy específica. Tiene que haber tiempo para que se produzca la adaptación y suficiente entrenamiento, repetido a lo largo del tiempo, para que ayude a que cuaje además de reforzar el condicionamiento.
Mi antiguo jefe en West Point, el coronel Jack Beach, siempre señala que las emociones tienen por lo menos tres componentes: cognitivo, fisiológico y conductual. Una parte importante de lo que conseguimos mediante la inoculación del estrés es cognitiva. La experiencia del estudiante durante el entrenamiento le ayuda a eliminar algo de la sorpresa cuando se da la situación real. Un entrenamiento efectivo también eleva la sensación de confianza del estudiante, lo que constituye otro aspecto cognitivo de la inoculación del estrés. La sensación de efectividad personal y confianza en uno mismo creada por un entrenamiento realista reduce tanto el estrés como cuando los músculos van en piloto automático. Como señaló el duque de Wellington: «Ningún hombre teme hacer aquello que sabe que hace bien».
Eliminar la sorpresa del combate, elevar la confianza en uno mismo y preparar cognitivamente al guerrero para la batalla forman parte de los objetivos primarios de este libro. Así que este libro puede entenderse como una forma de inoculación del estrés. Espero que la disminución de la sorpresa y el aumento de la confianza en uno mismo que proporcionan estas páginas sirvan para reducir el estrés en el combate. A lo largo del libro me centraré en los aspectos fisiológicos y conductuales de la preparación para el combate, pero siempre debemos tener en cuenta estos aspectos cognitivos.
Hay indicios que parecen apuntar a que los expertos de primer orden en condiciones físicas óptimas, en situaciones específicas y controladas, pueden usar el piloto automático y la inoculación del estrés para «llegar hasta el límite» en la fase roja y alcanzar el umbral de la fase gris. Por ejemplo, un artículo en Popular Science Magazine señala que los pilotos de élite de la nascar y la Fórmula 1 mantienen normalmente una frecuencia cardíaca aproximada de 175 ppm durante horas y horas. Empleando lo que sabemos de otros ámbitos de investigación sobre el rendimiento bajo el estrés, podemos formular la hipótesis de que estos pilotos poseen un conjunto de habilidades limitado (giro a la izquierda, giro a la derecha, freno) que ha sido ensayado de forma profusa y que requiere ser ejecutado con una velocidad extraordinaria. Así, los mejores de entre los mejores de estos pilotos parecen estar exprimiéndose, llevando hasta el límite su fase roja personal hasta llegar al borde exterior de la fase gris.
En 2001, como parte de un curso de instrucción exhaustivo de dos semanas de combate en espacios cerrados, un oficial de las Fuerzas Especiales del ejército de Estados Unidos (boina verde) realizó, junto al doctor C.A. Morgan del centro de tept de Yale y Gary Hazlett, un psicólogo de las operaciones especiales del ejército de Estados Unidos, una «investigación sobre variaciones en la frecuencia cardíaca» con algunos de los guerreros de la élite de nuestro país. Debido al rigor y exigencia del curso de instrucción, este grupo selecto ya se encontraba en un nivel excepcional de alta preparación física. Gracias a los muchos años de entrenamiento físico y al amplio desarrollo de habilidades de combate, básicamente se han convertido en «atletas» del combate de primera magnitud. El instructor principal diseñó y llevó a cabo un «test de estrés» basado en combate en espacios cerrados de fuerza contra fuerza. Al tener que depender de una combinación de habilidades en guerrilla urbana y combate cuerpo a cuerpo, cada boina verde se enfrentaba de forma individual a personas entrenadas que interpretaban el papel de enemigos y vestían uniformes de reducción de impacto Blauer High Gear y actuaban con diversos niveles de conformidad. Los Boinas Verdes llevaban equipos de full combat y armas equipadas con paint bullets para la «fuerza letal», y podían emplear habilidades de full contact con las manos para situaciones «no letales», cuando se internaron en un entorno macabro escasamente iluminado en el que reinaba un ruido ensordecedor. Entonces, y sin previo aviso, un controlador produjo un estímulo de dolor con un shock eléctrico en la parte superior del cuerpo de cada uno de los participantes que reproducía el golpe del fuego enemigo.
A pesar de estas circunstancias adversas extraordinarias, todos los guerreros actuaron de forma soberbia. Examinar tan sólo la frecuencia cardíaca máxima es una burda simplificación de la compleja naturaleza de la «variabilidad de la frecuencia cardíaca», pero resulta interesante señalar que aquellos cuyo rendimiento fue mejor tenían una frecuencia cardíaca máxima cercana a 175 ppm, mientras que aquellos que fueron menos competentes