Alberto F. Roldán

Karl Barth en América Latina


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y congregatio fidelium, es decir: comunión de los santos y congregación de los fieles. Su papel en el mundo es decisivo ya que:

      Ella no habla solamente con palabras. Habla por el mero hecho de existir en el mundo, también su actitud específica hacia los problemas del mundo, y especialmente en su servicio mudo para con todos los postergados, débiles y necesitados. Finalmente habla al orar por el mundo.29

      La teología entonces es una sierva de la Palabra de Dios. Sirve a la Iglesia sirviendo a la predicación de la Palabra. Apelando a la división de oficios que había introducido Calvino y donde el diácono ocupaba el cuarto y último lugar, después de los presbíteros gobernantes y los presbíteros maestros o pastores, Barth dice que con tal división Calvino no tenía la intención de hacer una rígida división de tareas, y agrega: “No obstante, habría que aconsejarle al doctor ecclesiae, al teólogo, a convertirse –como lo indica el Evangelio– rápidamente del primero en el último, un siervo de todos los demás, en su servidor y diácono”.30 Y todo ello, porque ser teólogo o teóloga no es para Barth algo que ocurre naturalmente, que surge de la nada, por pura inspiración o decisión, sino que, como dice de modo rotundo:

      Ser o llegar a ser teólogo, en el sentido más estricto o más amplio de la palabra, es algo que “no ocurre” (no se da) sino precisamente a la luz del asombro radical y fundamental que es lo único que lo puede provocar. Es una manifestación concretísima de la gracia.31

      Por último, reflexionemos sobre las nomenclaturas que ha recibido la teología de Barth y juzguemos cuál de ellas es la más representativa.

      ¿Cómo se denomina a la teología de Barth?

      Hugh R. Mackintosh32 denomina su teología como teología de la crisis, teología dialéctica y teología de la palabra. Seguiremos esa orientación ampliando lo que cada una de ellas quiere expresar y enriqueciendo el planteo con otros textos.

      a. Teología de la crisis

      El término “crisis” hay que entenderlo en dos sentidos: como el punto culminante de una enfermedad y como cambio de dirección en el pensamiento, una especie de “giro”. Pero como bien dice Mackintosh, hay un tercer sentido mucho más profundo: “crisis” en tanto juicio de Dios.

      Según esta teología, tanto el hombre como el mundo, la religión y la Iglesia están bajo el juicio y la exigencia de la Palabra de Dios, de la que el Nuevo Testamento afirma que es “penetrante hasta separar el alma del espíritu,” y también que “escudriña hasta los pensamientos del corazón”. Para comprender la Revelación, el hombre debe escucharla, sabedor de hallarse ante el juicio de Dios.33

      No debemos olvidar el contexto histórico en que surge la teología de Barth: se comienza a gestar dentro del liberalismo europeo cuyo talante era el optimismo, pero luego se convierte en juicio con la tragedia de la Primera Guerra Mundial. Por otra parte, la religión y la Iglesia caen bajo el juicio de Dios. En su texto “La revelación como abolición de la religión” Barth reflexiona sobre el lugar desde el cual puede venir una crítica de la religión. Dice:

      Solo puede haber una crítica decisiva de la Religión si se hace desde fuera del círculo mágico de la Religión. El punto de partida debe estar esencialmente fuera, esto es, debe estar fuera del hombre mismo, de las realidades y posibilidades del hombre. El juicio sobre la Religión solamente se puede hacer desde un lugar “completamente otro”. No desde la Religión y las posibilidades humanas. ¡Este juicio solo se puede hacer a partir de la fe!34

      Dios enjuicia a la religión por su incredulidad, idolatría y autojustificación. Dentro de ese juicio cae también el cristianismo y la Iglesia, ya que fácilmente pueden tornarse en espacios de idolatría.35

      b. Teología dialéctica

      Como bien observa Gómez-Heras,36 bajo la nomenclatura de “teología dialéctica” se distinguen dos escuelas: la de Barth y sus discípulos; y la seguida por Gogarten, Bultmann y Tillich, entre otros. Mientras Barth propone una “dialéctica de la revelación”, la otra escuela intenta una “dialéctica de la existencia” inspirada en la filosofía de Heidegger. Ambas escuelas coinciden en su repulsa al liberalismo teológico y ensayan un retorno a la Reforma protestante, especialmente a Lutero y Calvino. Dicho esto, centremos nuestro análisis en Karl Barth. En su profundo análisis de su teología y, sobre todo, su método, dice Jacob Taubes: “Su trabajo agrega un nuevo capítulo a la historia del método dialéctico. El método y el programa de Barth son quizás el aporte más significativo a la conciencia general de nuestro tiempo; resulta necesario, por lo tanto, analizar su obra desde la filosofía”.37 En ese análisis Taubes descubre que, para Barth, solo es posible la teología como diálogo, como discurso humano de pregunta y respuesta sobre Dios.

      Solo en este encuentro entre pregunta y respuesta se realiza el carácter tético-antitético de la teología. La teología es “pensamiento dialéctico”. Si se considera seriamente el carácter dialéctico de la teología, ella debe entonces seguir siendo discurso abierto y no debe cerrarse en un sistema autorreferencial. La propia “palabra propia de Dios”, su “teología”, sería entonces, como Karl Barth observó una vez, “teología no dialéctica”. Pero el hombre es mortal y no puede reclamar para sí la “última palabra”.38

      Hay dos filósofos que influyen decididamente en la forma en que Barth desarrolla su teología: Kierkegaard y Hegel. Del primero, dice Taubes: “El hecho de que Barth destaque tanto el hiato entre Dios y el hombre, la diferencia entre creador y creación, es resultado de la influencia de la ‘dialéctica negativa’ de Kierkegaard”.39 En cuanto a Hegel, Taubes destaca el hecho de que su filosofía se desarrolla a partir de la idea del Logos del capítulo 1 de Juan, que era en el principio, que estaba con Dios y que era Dios. De ese modo, el Logos es la lógica, la lógica es la verdad y la verdad es el espíritu de vida. De ese modo, “Hegel desarrolla un esquema de tesis, antítesis y síntesis sobre la base de las ecuaciones de Juan”.40 La conclusión a la que arriba Taubes es la siguiente:

      Hay, por lo tanto, otro tema fundamental en la dialéctica teológica de Karl Barth: debe describir la reconciliación entre Dios y el hombre de manera tal que supera la dialéctica hegeliana de la reconciliación. El fantasma de Hegel deambula del principio al fin durante el desarrollo de la teología de Karl Barth.41

      Todas estas observaciones de Taubes no son producto de la mentalidad afiebrada de un filósofo, sino que están plenamente respaldadas en la obra de Karl Barth y su énfasis en dobles opuestos de sí vs. no, creador vs. criatura, justicia de Dios vs. justicia humana, presente vs. futuro, tiempo vs. eternidad. Solo en Jesucristo, para Barth, esos opuestos pueden ser superados. Dice en un tramo de su exposición a Romanos:

      Al separarse nítidamente en Jesús tiempo y eternidad, justicia humana y justicia divina, el más acá y el más allá están unidas con nitidez. […] todo ser-ahí y ser-así del mundo y, en cuanto tal, es también carencia, insuficiencia, cavidad y nostalgia. Pero, al reconocer esto como tal, resplandece sobre ello la fidelidad de Dios que absuelve condenando, da vida matando y dice Sí donde tan solo es audible su No. En Jesús se conoce a Dios como Dios desconocido.42

      c. Teología de la Palabra

      La tercera nomenclatura que recibe la teología de Karl Barth es “teología de la palabra”. Esta designación sea acaso la más importante y la que está mejor expuesta por el propio Barth en su Dogmática. Precisamente, en el volumen I, tomo I de su Dogmática, el tema que recibe el tratamiento más profundo por parte de Barth es la Palabra de Dios. Mackintosh reconoce que esta designación es la más adecuada y explica:

      El contenido de los prolegómenos a la teología, y de hecho el contenido de la teología misma, es esa Palabra. La teología surge de la predicación y sirve de medida para la predicación; pero, como él mismo afirma, “el supuesto que hace que la proclamación sea proclamación, y que por ello la Iglesia sea Iglesia, es la Palabra de Dios.43

      Y tan apegado quiere estar Barth a la palabra de Dios que él mismo dice en palabras recogidas por Mackintosh: “No buscamos a Dios en otro sitio que en su Palabra, no pensamos de Él sino con su Palabra, no hablamos de Él sino mediante su Palabra”.44

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