Marcelo Corti

Diez principios para ciudades que funcionen


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habita, quedará a mitad de camino.

      El ejercicio de “complejizar” la mirada para “simplificar” la actuación no es sencillo de realizar, pero el problema es que no todos se lo proponen; en este caso el autor se anima. Toda simplificación deja cosas afuera; para quienes su tarea es únicamente la reflexión eso tal vez resultaría inadmisible pero, para los que se proponen actuar se presenta como indispensable.

      Desde el comienzo del libro se marca una cancha diferente; el autor amplía el mapa de actores que se relaciona con la gestión urbana identificando como destinatario a “quien tenga o desee tener alguna responsabilidad en el futuro de su ciudad, sea su área de trabajo, estudio o interés la gestión pública, los negocios privados o la militancia política o social”. El conocimiento profundo de lo que está pasando en los territorios, el mantener un diálogo fluido con quienes se vinculan con la academia y los que gestionan en lo cotidiano, le da a Marcelo Corti el respaldo necesario para plantear ideas simples al alcance de cada uno de los destinatarios, con la seguridad de que sus ideas serán accesibles y darán orientación para la actuación.

      Al mismo tiempo nos deja una preocupación conceptual importante para quienes intentamos incidir en los procesos de desarrollo de las ciudades cuando plantea “…vamos entonces a (y en buena parte ya estamos en) una sociedad de minorías entremezcladas, asimétricas, de reclamos parciales y cruzados, muy distinta de la ciudad de clases que conocimos en el siglo XX”. No es un tema menor repensar cómo en ese nuevo contexto se construye un proyecto colectivo que reúna y articule esas miradas parciales y, agrego, en donde cada minoría suele estar convencida que su causa es “la causa”, la clave fundamental capaz de resolver la totalidad de los problemas de los lugares que habita.

      Finalmente tengo que reconocer que leer este texto me llevó al recuerdo de una situación vivida hace mucho años en una importante ciudad costera de la Argentina. Veníamos animando un proceso de planificación estratégica, que movilizó una gran masa crítica de actores locales, entre ellos un grupo de curas jóvenes. En algún momento estas personas nos cuentan que de un modo similar intentaban trabajar en sus parroquias, reflexionar estratégicamente para ver de qué manera otras creencias no seguían captando a sus fieles. Del mismo modo realizaban presentaciones conceptuales sobre la situación y luego dinámicas de taller para identificar acciones. En el cierre de una de estas jornadas una mujer se acerca al cura que coordinaba la actividad y le dice “todo muy lindo y muy interesante lo que estamos haciendo Padre, pero el fin de semana, ¿dónde llevo la virgencita?”.

      Seguramente los que aborden las próximas páginas, actores preocupados por un futuro sostenible e inclusivo de nuestras ciudades, podrán encontrar ideas sobre las que repensar su enfoque sobre las ciudades, replantearse algunas estrategias y seguramente alguna pista sobre qué hacer en los próximos días con la virgencita.

      *- Roberto Monteverde es arquitecto (FAPyD, Universidad Nacional de Rosario). Es Director de Proyectos del IGC (Instituto de Gestión de Ciudades, www.igc.org.ar), un equipo de profesionales de la actividad privada y académica dedicado al diseño, planificación e implementación de políticas y proyectos urbanos. Ha coordinado, dirigido o participado en numerosos planes y procesos participativos de planificación urbana y regional, como por ejemplo el Plan Estratégico Urbano Territorial de San Miguel de Tucumán y el Plan Urbano de Mar del Plata. Fue Responsable de la Oficina de Coordinación del Plan Estratégico de Rosario durante el período 1996/2000, en el que fue además el Coordinador Técnico de la Unidad Temática de "Planificación estratégica de la red Mercociudades". Dictó conferencias, escribió artículos y ponencias, dictó y organizó cursos de capacitación sobre planificación estratégica de ciudades en la Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil.

      Hay muchas razones por las cuales usted puede estar leyendo este libro. La más probable es que tenga o crea o desee tener alguna responsabilidad en el futuro de su ciudad, sea su área de trabajo, estudio o interés la gestión pública, los negocios privados o la militancia política o social.

      Es muy posible, es casi seguro que usted encuentre en su ciudad algunas virtudes u oportunidades que lo entusiasman sobre el futuro, pero también muchos problemas que parecen de difícil resolución. En particular, si su ciudad está ubicada en América Latina encontrará enormes desigualdades entre barrios ricos y barrios pobres, o centros comerciales y administrativos en decadencia, o grandes congestiones de tránsito, o dificultades del estado municipal para prestar los servicios esenciales, o insatisfacción de vastos sectores de la población con el estado de las cosas urbanas, o una crisis de las actividades que sostienen la economía y el empleo en la ciudad, o una transformación urbana que arrasa con la calidad patrimonial, o amenazas ambientales que en ocasiones se materializan en desastres, o una enorme dificultad para muchos sectores en acceder a la vivienda que necesitan, o una notoria carencia de espacios verdes y públicos. O incluso una mezcla explosiva de todas estas cuestiones.

      Lo que no funciona, lo que quisiéramos corregir para que funcione, puede explicarse a partir de la definición que proponemos para la ciudad: una configuración territorial que permite distintas alternativas de encuentro, relación, conflicto y aislamiento entre un grupo muy amplio y diverso de personas. Una ciudad que funciona permite esas distintas alternativas y las permite para ese grupo muy amplio y diverso. Si esto no es así, la ciudad no funciona o funciona mal. Los sistemas de transporte, las normativas urbanísticas, la oferta de viviendas, servicios y espacios públicos o las condiciones del medio ambiente –o todos ellos…– dificultan el encuentro y la relación, exacerban o invisibilizan los conflictos, impiden (o por el contrario, obligan a) el aislamiento de las personas, reducen la diversidad de la experiencia humana y dejan a mucha, demasiada gente afuera del uso y disfrute de los atributos urbanos.

      La idea que fundamenta este libro es que las ciudades no funcionan, pero pueden funcionar.

      ¿Y cómo es una ciudad que funciona? En un libro anterior, La ciudad posible, la hemos descripto a partir de doce características concurrentes:

      1. Es legible: las personas entienden el orden de los lugares y los componentes de la ciudad, y los valores compartidos de sus habitantes.

      2. Está adaptada a su entorno: la ciudad respeta y valoriza la base geográfica natural y los ciclos climáticos y biológicos.

      3. Está integrada a su territorio y al mundo: produce riquezas y oportunidades que son aprovechadas por todos/as sus habitantes.

      4. Es diversa: las personas pueden elegir el modo y el entorno en el que viven.

      5. Es estimulante: las personas pueden disfrutar y elegir distintos paisajes, entornos, situaciones y vinculaciones para todos los aspectos de su vida.

      6. Es educativa: permite y valoriza la transmisión, generación y adquisición de conocimientos de manera formal e informal.

      7. Es abierta: las personas la recorren a través de espacios continuos y variados que vinculan la totalidad de sus partes.

      8. Es accesible: nadie está impedido de disfrutar de sus espacios, servicios y oportunidades por razones de distancia o del tiempo empleado en salvarla. La experiencia del viaje es confortable y estimulante.

      9. Es segura: las personas pueden usarla en cualquier momento del día, se sienten cuidadas por quienes las rodean y a su vez ayudan a cuidar al conjunto.

      10. Es bella: sus espacios y edificios tienen intencionalidad estética y procuran la satisfacción de sus usuarios y visitantes aun en sus sitios más humildes.

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