en una zona de arbustos. Uno pensaría que un cuerpo expuesto durante dos días habría de atraer la atención de los que por allí pasasen. Esto ocurriría a menos que se tratase de una zona pantanosa, donde todo huele a muerto o podrido, por lo que sería difícil distinguir la diferencia.
El pobre chico había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado y había muerto, solo, a manos de Platt y Matix, dos bastardos fríos y despiadados. Podrían haberle robado el vehículo sin necesidad de haberlo matado.
4. Un golpe de suerte en el caso
12 de marzo de 1986
Joe Collazo, un vecino del suburbio de Hialeah, estaba realizando prácticas de tiro en una cantera no muy alejada de aquella en la que fue asesinado Emilio Briel. Collazo conducía un Chevy Monte Carlo negro de 1979, un coupé de dos puertas con la matrícula ntj-891. Collazo portaba una carabina del calibre .22 con mira telescópica, un revólver Smith & Wesson modelo 60 y un revólver Smith & Wesson modelo 14. Collazo se puso a disparar cerca de un pequeño lago. Poco después, una ranchera Ford f-150 de color blanco con dos hombres en su interior llegó hasta el claro en el que se encontraba y ambos se pusieron a disparar a cierta distancia de Collazo.
En torno a las 11:30 p. m., Collazo vio cómo los hombres se subían a la ranchera. Pero en lugar de irse, condujeron hasta donde él se encontraba y el conductor bajó del vehículo apuntándole con un revolver. El otro también salió de la ranchera armado con lo que parecía un fusil de asalto Mini-14 con un tirador plegable y un tambor de treinta balas. Este último permaneció alejado, tras la ranchera, vigilando la llegada de terceras personas mientras apuntaba a Collazo.
El conductor le dijo a Collazo que quería sus armas, su cartera y su vehículo. Y, ¿qué puede hacer una persona cuando dos tipos bien armados te apuntan de esa manera? Obedeces y esperas a que la cosa concluya del mejor modo posible. Collazo entregó al conductor su cartera y las llaves del vehículo. El conductor entonces le hizo una pregunta extraña: «¿Eres poli?». Collazo contestó que no.
El conductor entonces le indicó que se dirigiese hacia el pequeño estanque cerca de donde había estado disparando. ¿Qué haces cuando tienes dos armas de fuego apuntándote a la cabeza? Mientras caminaban hacia el estanque, el agresor le empujó por la espalda con su arma para animarle a caminar más rápido. Una vez en el estanque, le ordenó que se colocase detrás de unas rocas. Collazo tenía unas sensaciones muy malas respecto a esa orden, pero al tener un arma apuntando a su cabeza, hizo lo que se le ordenó. Entonces el conductor disparó a Collazo. La primera bala le dio en la parte trasera del brazo y la segunda le impactó en la parte superior de la espalda.
Collazo se volvió y trató de agarrar la pistola. Se produjeron dos disparos mientras forcejeaban, uno de los cuales alcanzó a Collazo en el lado derecho de su cara. La bala le atravesó la cara y salió por la parte derecha de su cabeza. Entonces cayó al suelo y se hizo el muerto con la esperanza de que el asesino no volviese a disparar. Los ladrones recogieron sus cosas y abandonaron el lugar con ambos vehículos.
El destino había servido a Collazo una mala mano, pero aún podía salir vencedor. Collazo sorprendió a su agresor al luchar por su vida. El conductor disparó a Collazo en la cara con su última bala, y la herida tenía toda la pinta de ser mortal. Al tener la presencia de ánimo para hacerse el muerto, Collazo disuadió al segundo tirador de acercarse para rematarlo. Añadido a esto, los atracadores probablemente sentían la urgente necesidad de salir a toda prisa de la zona. A pesar de estar ahora solo en un pantano tras haber recibido tres disparos, Collazo tuvo suerte, si tenemos en consideración todo lo ocurrido. Ahora su problema más inmediato era conseguir ayuda.
Collazo tuvo la voluntad de sobrevivir, así que se recompuso y caminó más de un kilómetro y medio hasta Tamiami Trail para conseguir ayuda. Cuando alcanzó la autopista, trató de detener varios vehículos pero ninguno quiso parar. Finalmente, una familia de turistas de Minnesota se detuvo para auxiliarle. Llamaron a la policía y a una ambulancia, y Collazo fue trasportado hasta el Jackson Memorial Hospital.
Algunos se han cuestionado por qué los ladrones le preguntaron a Collazo si era un policía. La razón más probable es que estaba disparando en una zona a la que acudía mucha gente, entre ellos policías. De hecho, Liz y yo habíamos estado ahí mismo para echar un ojo con la intención de realizar prácticas de tiro, solo que encontramos los caminos de acceso demasiado difíciles para un vehículo normal. Además, justo al otro lado de la autopista estaba el campo de tiro Glade Trails, con párking, blancos, cuartos de baño, tiro al plato, y otros servicios. Collazo tenía un aspecto pulcro y podía pasar por un agente de policía. A menudo me pregunto lo que habría hecho Matix si Collazo hubiera contestado afirmativamente a su pregunta. Al fin y al cabo, los policías desaparecidos llamaban más la atención que la gente normal.
El fbi no tendría conocimiento de este incidente hasta el día siguiente. Collazo era nuestro primer testigo tras haber sobrevivido a una confrontación con Platt y Matix.
13 de marzo de 1986
La mayor parte de la brigada estaba en la oficina de planta abierta haciendo papeleo, tomando café, preparándose para ir a un juzgado, o disponiéndose a seguir una pista en algún lugar. Normalmente por las mañanas la oficina estaba llena de gente y ruido, con personas haciendo cosas y el interfono llamando a los agentes a cien decibelios de sonido, dando la impresión de que un caza estuviese despegando sobre las cabezas de los presentes. Ben Grogan estaba en su escritorio leyendo el periódico cuando, de pronto, golpeó la mesa con la palma de su mano y exclamó: «Ahí. ¡Ahí está el vehículo del siguiente atraco!».
Todos los presentes se quedaron inmóviles y miraron a Ben. Alguien le preguntó a qué se refería. Ben dijo que había un artículo en el periódico sobre un hombre que había ido hasta el suroeste de Miami para disparar al blanco en una cantera, y que dos hombres le habían disparado y robado, lo mismo que le ocurrió a Briel. Ben dijo que el suceso era de ayer y que el tipo conducía un Monte Carlo negro.
Todos sentíamos un profundo respeto por Ben, pero alguien preguntó: «Ben, ¿pero tú qué eres? ¿Un vidente?». Otro le dijo que era un cuentista. La cosa nos hizo gracia a todos. Por supuesto, Ben corroboró las informaciones del artículo con la policía de Miami y pudo localizar el hospital donde la víctima había sido tratada. Entonces la maquinaria se puso en marcha para obtener más detalles sobre el vehículo y el incidente. Ben reiría el último.
18 de marzo de 1986
Steve Warner y Ben Grogan fueron al Jackson Memorial Hospital para entrevistar a Collazo. De la entrevista sacaron una descripción detallada de los dos ladrones que le habían disparado dándole por muerto. El conductor era un varón blanco bien acicalado, de una altura aproximada de un metro ochenta, y en torno a unos noventa kilos de peso. Tendría treinta y pocos años, de pelo castaño y no tenía acento de ningún lado. Además era zurdo. El segundo ladrón era también un blanco bien vestido, de un metro setenta y cinco de estatura, que pesaría unos ochenta y cinco kilos. Tendría treinta y pocos años, era rubio, llevaba bigote y hablaba con acento sureño. Ambos vestían vaqueros azules y camisetas, junto con botas de trabajo. Collazo describió su vehículo como la típica ranchera blanca, modelo Ford F-150 de 1982 ó 1984, con embellecedores azules a los lados, que no había sido alterada de ningún modo, y ruedas estándar. Collazo también describió a los tiradores como despiadados y crueles.
19 de marzo de 1986
Mientras la mayoría de los agentes estaba en la oficina, llegó una llamada por radio, por el interfono y por teléfono a la secretaría de la brigada informando del atraco al Banco Barnet, situado en el número 13593 de la autopista South Dixie —el mismo banco que fue atracado el 10 de enero. Salimos todos apresuradamente hacia el sur de Miami.
En torno a las 09:30 a. m., dos hombres armados vestidos con ropa oscura, guantes y pasamontañas aparecieron por la puerta principal del banco. El cabecilla gritó: «¡Las manos en alto!». Estaba armado con una escopeta. El segundo atracador se mantuvo cerca de la puerta de entrada, mientras vigilaba a todos los presentes con un fusil de asalto de estilo militar, posiblemente un m-16 o un ar-15. El líder saltó el mostrador