debajo del ombligo por unos vaqueros azules y un cinturón ancho con hebilla grande de plata. Con una mano apoyada en la cadera, dobla por la rodilla la pierna contraria para distribuir el peso, arquea las cejas, casi sonriente, seguro de sí mismo. (Ella y yo damos vueltas una alrededor de la otra y en torno a nosotras mismas, más como luchadoras que como amantes, intentando decidir cuándo iniciar la pelea. Es erótico, como pararse al borde de un risco y sentir que te tiemblan los muslos imaginándote la caída.)
Diapositiva en color, cuadrada.
De cerca, plano de tres cuartos de una chica en bañador azul bajo una camiseta roja de hombre. Construye un castillo de arena en una playa. Pequeño trozo de cielo azul claro en el borde superior. Se arrodilla hacia delante con torpeza, se pellizca con los dientes una comisura del labio inferior, un mechón de cabello le cruza la mejilla, compacta el castillo con las dos manos. Tiene una muralla elevada, un camino sinuoso, un foso y varias torres. Sobre una de ellas ondea en un palito clavado un pendón hecho con algas. Al otro lado del castillo hay una amplia depresión en la arena. (Cada dedo tiene un peso diferente. Cada grano de arena opone una resistencia diferente. ¿Cómo sería ser físicamente diferente, tener una distribución distinta? ¿Tener la constitución de un hombre, sin pecho, con un peso entre las piernas? Camino flotando y respiro arena. Las fotografías son un tiempo pasado, tiempo del pasado, que se desechó una vez. Preferimos ser testigos a actuar. Tenemos nostalgia de todo cuanto ha ocurrido ya.)
Diapositiva en color, cuadrada.
Un árbol contra el que se apoya sentado un hombre joven, con las rodillas levantadas, el dedo índice en el agujero derecho de la nariz, la otra mano sobre un libro con un diseño circular azul y amarillo en la portada. Labios entreabiertos, pestañas espesas bajadas, el traje de baño negro deja ver vello púbico, los tobillos y los pies son pálidos, los brazos y las piernas peludos. (“...lástima que personal y subjetivo sean palabras de las que se ha abusado tanto que ya no tienen fuerza para transmitir ningún acto genuino de ver al otro como persona [si queremos esto, habremos de volver a ‘objetivo’], sino que inmediatamente implican que uno pone sus propios sentimientos y actitudes en el estudio que hace del otro de tal modo que se destruye nuestra percepción de él. En contraposición a los respetables ‘objetivo’ o ‘científico’ tenemos los desprestigiados ‘subjetivo’, ‘intuitivo’ o, peor aún, ‘místico’. Es interesante, por ejemplo, que uno encuentre con frecuencia ‘meramente’ delante de subjetivo, cuando es casi inconcebible hablar de alguien siendo ‘meramente objetivo’. El mayor de...”)
Blanco y negro, horizontal.
Una playa limpia y blanca con olas pequeñas que avanzan en diagonal hacia la esquina inferior derecha de la fotografía. Al fondo hay arbustos. Dos figuras en bañador, a lo lejos, están abrazadas con las piernas entrelazadas sobre una toalla a rayas. Sus cuerpos forman una larga flecha que apunta en dirección contraria al agua.
Cuando me sacabas todas esas fotos pensaba cómo sería tener tantas fotografías como momentos de vida, ver si las dos corrientes de imágenes guardarían algún parecido real entre sí. ¿Podríamos entonces saber qué aspecto verdadero teníamos?
Yo sé qué aspecto tienes ahora. Sé más de tu nariz cuando bajo mi dedo por ella así, o de tu boca así, o de tu barbilla así, que lo que nunca aprendería fotografiándote.
Siempre he detestado que me hagan fotos. Salgo horrible. Me he convencido a mí misma de que en realidad soy más guapa, o al menos diferente, así que cada foto es una nueva desilusión.
No creo que sea por eso por lo que a la gente le gusta que le saquen fotos, para ver lo preciosos que son o dejan de ser. Es porque es la única manera de atisbar el interior desde fuera. Utilizamos a los demás como espejos. Yo te uso de espejo mío.
¿Y qué ves?
Me veo yo, claro está. ¿Te fastidia?
¿Por qué habría de fastidiarme?
Porque te gustaría que te estuviera viendo a ti, ¿o no?
Me gustaría que fuera lo mismo, a veces... Tenemos que volver.
Esperemos hasta que vengan a buscarnos. O mejor, esperemos a que se vayan sin nosotros.
¿No te gustan? ¿Ni siquiera él?
¿Ese imbécil?
Fred no. No sé por qué han acabado viniendo con nosotros. Nunca los vemos. Creo que él conoció a E en la universidad y E nunca le hace un feo a nadie...
E es un hombre muy atractivo.
Hay mucho más en él de lo que se ve a primera vista.
Sí, ya me imaginaba.
Quiero decir que es una persona de lo más amable y sensible tras esa actitud reservada.
Y tu amiga, la célebre belleza, ¿cómo lo aguanta?
¿Cómo aguanta qué? ¿La amabilidad y la sensibilidad? A nadie le hace más falta que a ella.
¿No son amantes? ¿No le importa lo que él se trae por su cuenta?
¿De qué hablas?
Venga ya. No puedes conocerlo desde hace tanto sin que...
Estás equivocado.
Lo he tenido delante.
Y yo lo he tenido delante a él.
En fin, está bien. No sé qué habrás sacado de todo eso.
No hay por qué sacar algo de todo el mundo, no sé si sabes.
¿Y ahora por qué te pones tan tensa? ¿No tendrás celos?
¿De quién? Es que no me gusta que la gente saque conclusiones precipitadas sobre los demás sin darles una oportunidad, que no vean nada más que...
Suenas como del siglo diecinueve, la Desaprobación de la Homosexualidad en persona.
No seas ridículo. Ni que te estuviera insultando a ti.
Dices tonterías.
Vale, vale. ¿Es que he tocado algún nervio sensible?
Joder, aquí vienen todos.
Blanco y negro, horizontal, poco expuesta y oscura.
Tomada a cierta distancia, desde el otro lado de la playa. Dos figuras están de rodillas cara a cara. Ambas llevan camisas oscuras. Una tiene las piernas desnudas. Los rostros están en sombra. Ella se inclina, tensa, apartándose de él. Él la agarra de un brazo e intenta cogerle el otro. Les rodea una extensa superficie gris moteada.
Soñé que tú y B estabais en la cumbre de una montaña enorme, por encima de las nubes, buscando a E por todos lados. Yo tenía mucho miedo de que le hubiera pasado algo a él, tú en cambio no. Tú tarareabas una cancioncilla (algo como de Rogers y Hart, My Funny Valentine, creo). Las nubes no eran del todo blancas, eran de un color carnoso. Hacía frío, pero yo llevaba un traje de baño verde. Nunca he tenido un bañador verde. B no era B en realidad. Era una estatua. Parecía real pero no se movía y más o menos a la mitad del sueño me di cuenta, sin sorprenderme, de que estaba hecha de piedra. Bueno, pues pasó un rato y tú al final te fuiste a buscar a E debajo de las nubes y luego te oí que gritabas pidiendo ayuda. Unos sonidos horribles, pero no podía verte y por alguna razón no se me permitía ir al borde de las nubes y mirar hacia abajo. Tú seguías gritando y yo me moría de miedo, pero no había modo de bajar. Poco después las nubes se retiraron y miré abajo entre la niebla: allí estaba E, pero era negro; algo muy raro, parecía él pero a la vez era una pala. Llevaba un extraño mono naranja que brillaba. Detrás de él empezaban las laderas de una montaña; tú ya no estabas allí y los gritos habían cesado. Yo estaba muy cansada, pero feliz. Luego toda la escena cambió, y tú y yo de repente estábamos en tu apartamento. O al menos eso se suponía que era, pero no lo parecía; era más como la cabaña de verano de otra persona. En una balda había un modelo a escala de un barco cubierto de polvo, hecho con mucho detalle, y la habitación era toda de madera, las paredes no estaban pintadas. Nosotros estábamos tumbados en el suelo, mirando al techo, que