Victoria Aveyard

Trono destrozado


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decisión tratar de infiltrarnos en una capital Plateada sin la inteligencia ni el apoyo adecuados. Fue del coronel. Él no pasaba de ser un capitán en ese tiempo, con el nombre en clave de Carnero y demasiadas cosas que demostrar, demasiadas cosas por las cuales luchar. Yo simplemente me adherí a él, y era apenas poco más que un soldado. Tenía cosas que demostrar también.

      Él mira el paisaje con los ojos entrecerrados aún. No para ver afuera, sino para no mirarme. Está bien. A mí tampoco me gusta mirarlo.

      Mala sangre o no, formamos un buen equipo. La comandancia lo sabe, nosotros lo sabemos y por eso nos mantienen juntos todavía. Detraon fue nuestro único tropiezo en una marcha interminable por la causa. Y por ellos, por la Guardia Escarlata, dejamos en todo momento a un lado nuestras diferencias.

      —¿Tiene alguna idea de adónde nos dirigimos ahora?

      Al igual que el coronel, no soporto el pesado silencio.

      Él aparta la mirada de la pared y frunce el ceño, aunque sin mirar todavía en mi dirección.

      —Usted bien sabe que estas cosas no funcionan así.

      Llevo dos años como oficial, dos más como soldado de la Guardia y una vida entera bajo su sombra. Sé cómo funcionan estas cosas, quisiera escupir.

      Nadie sabe más de lo que debe. A nadie se le dice nada ajeno a su operación, su escuadrón, sus superiores inmediatos. La información es más peligrosa que cualquier arma que poseamos. Aprendimos esto pronto, después de décadas de alzamientos fallidos, todos frustrados por la captura de un Rojo a manos de un susurro Plateado. Ni siquiera el soldado mejor instruido puede resistir un ataque a la mente. Siempre les arrancan la verdad, sus secretos siempre son descubiertos. Así que mis agentes y mis soldados responden a mis órdenes, su capitán. Yo respondo a las del coronel, y él a las de la comandancia, quienquiera que ésta sea. Todo lo que sabemos es que debemos seguir adelante. Ésta es la única razón de que la Guardia haya perdurado tanto tiempo, y sobrevivido más que cualquier otra organización clandestina.

      Pero ningún sistema es perfecto.

      —Que no haya recibido nuevas órdenes no significa que no tenga idea de cuáles podrían ser —le digo.

      Le tiembla la mejilla. Para fruncir el ceño o para sonreír, no lo sé. Aunque dudo que sea para esto último. El coronel no sonríe, al menos no de verdad. No lo ha hecho desde hace muchos años.

      —Tengo mis sospechas —replica después de un largo momento.

      —¿Y son…?

      —Mías.

      Siseo entre dientes. Típico. Y quizá para bien, si soy honesta conmigo. He tenido bastantes roces con los perros de caza Plateados para saber lo vital que es el sigilo de la Guardia. Mi mente sólo contiene nombres, fechas, operaciones, información suficiente para inutilizar los dos últimos años de trabajo en la comarca de los Lagos.

      —Capitana Farley.

      No usamos nuestros títulos o nombres en la correspondencia oficial. Yo soy Cordero, de conformidad con cualquier nota que pueda ser interceptada. Otra defensa. Si uno de nuestros mensajes cae en las manos equivocadas, si los Plateados descifran nuestro código, se las verán negras para dar con nosotros y desenredar nuestra vasta y exclusiva red.

      —Coronel —respondo y él me mira por fin.

      El pesar enciende su ojo sano, todavía con un conocido matiz azul. El resto ha cambiado con el paso de los años. Es notoriamente más duro, una masa correosa de músculos viejos enrollada como una serpiente bajo prendas raídas. Su cabello rubio, más claro que el mío, ha comenzado a caerse. Hay canas en sus sienes. No puedo creer que no lo haya visto antes. Ha envejecido. Aunque no se ha vuelto lento ni estúpido. Es tan astuto y peligroso como siempre.

      Me quedo quieta bajo su rápida y silenciosa observación. Todo es una prueba para él. Cuando abre la boca, sé que la he superado.

      —¿Qué sabe de Norta?

      Esbozo una sonrisa cruel.

      —Así que por fin han decidido expandirse…

      —Le he hecho una pregunta, Corderito.

      El sobrenombre es risible. Mido más de uno ochenta.

      —Es otra monarquía como la de la comarca de los Lagos —suelto—. Los Rojos deben trabajar o alistarse. Se concentran en la costa, su capital es Arcón. Han estado en guerra con la comarca de los Lagos durante casi un siglo. Tienen una alianza con las Tierras Bajas. Su rey es Tiberias… Tiberias…

      —Sexto —interviene. Reprende como un maestro, lo cual no significa que yo haya pasado mucho tiempo en la escuela. Por su culpa—. De la Casa de Calore.

      Idiotas. El cerebro ni siquiera les alcanza para ponerles nombres diferentes a sus hijos.

      —Quemadores —añado—. Reivindican la así llamada Corona Ardiente. Lógicamente, se oponen a los reyes ninfos de la comarca de los Lagos.

      Conozco demasiado bien esta monarquía porque he vivido siempre bajo su régimen. Es tan interminable y persistente como las aguas de su reino.

      —Así es. Se oponen, pero son horriblemente semejantes a ellos.

      —Infiltrarnos en ella debe ser igual de fácil, entonces.

      Alza una ceja para señalar el estrecho espacio que nos rodea. Tiene un aspecto casi divertido.

      —¿Llama fácil a esto?

      —No me han disparado hoy, así que yo diría que sí —contesto—. Además, Norta es ¿cuánto?, ¿la mitad de tamaño que la comarca de los Lagos?

      —Con una población comparable. Ciudades densas, una base de infraestructura más avanzada…

      —Tanto mejor para nosotros. Es sencillo esconderse en las multitudes.

      Tensa la mandíbula, molesto.

      —¿Tiene una respuesta para todo?

      —Soy buena en lo que hago —afuera retumba otro trueno, más cerca que antes—. Así que vamos a Norta. A hacer lo mismo que hemos hecho aquí —insisto.

      Mi cuerpo ya vibra de expectación. He esperado esto mucho tiempo. La comarca de los Lagos es sólo una parte de la rueda, una nación en un continente de muchas otras. Una rebelión limitada a sus fronteras fracasaría en definitiva, sofocada por las demás naciones del continente. En cambio, algo más grande, una ola que abarque dos reinos, otro cimiento por hacer explotar bajo los malditos pies de los Plateados… eso sí tiene posibilidades. Y una posibilidad es todo lo que necesito para hacer lo que debo.

      El arma ilegal que cuelga de mi cintura no había sido nunca tan reconfortante.

      —No olvide, capitana —me mira ahora, y ojalá no lo hiciera. Es casi igual a ella—, dónde residen realmente nuestras habilidades. Qué iniciamos, de dónde venimos.

      Sin previo aviso, golpeo con el talón las tablas bajo nosotros. Él no se inmuta. Mi enfado no es una sorpresa.

      —¿Cómo podría olvidarlo? —digo con sorna. Contengo el impulso de tirar de la larga trenza rubia que cae sobre mi hombro—. Mi espejo me lo recuerda cada día.

      Aunque no gano nunca las discusiones con el coronel, esto lo siente al menos como un empate.

      Mira de nuevo la pared. El último rayo de sol entra por ahí e ilumina la sangre de su ojo herido, que despide destellos rojos bajo la luz mortecina.

      La exhalación del coronel está cargada de recuerdos.

      —El mío también.

      EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCIFRADO CONFIDENCIAL, SE REQUIERE AUTORIZACIÓN DE LA COMANDANCIA

      Agente: Coronel CLASIFICADO.

      Denominación: CARNERO.

      Origen: Trial, CL.

      Destino: