a Indy con sus preocupaciones y me dirijo en dirección contraria, adonde sé que el coronel espera.
Su oficina sería una tumba maravillosa. No tiene ventanas, sus muros son de cemento y su lámpara siempre se apaga en el momento menos indicado. Hay lugares mucho mejores en Irabelle para que él se ocupe de sus asuntos, pero le agradan el silencio y los espacios cerrados. Es tan espigado que el techo a baja altura lo hace parecer un gigante. Quizá por eso le gusta tanto este lugar.
Su cabeza roza el cielo raso cuando se levanta para recibirme.
—¿Tiene nuevas órdenes? —pregunto, aunque ya conozco la respuesta.
Llevamos dos días aquí. Sé que no hay que esperar vacaciones de ningún tipo, incluso después del gran éxito de la operación Lacustre. Las vías centrales de tres lagos, clave cada uno de ellos para acceder a la comarca de los Lagos, nos pertenecen ya, y nadie se ha enterado. Para cuál alto propósito, no sé. Esto le incumbe a la comandancia, no a mí.
El coronel desliza sobre la mesa una hoja doblada y con el borde sellado. Tengo que abrirla con un dedo. ¡Qué raro! No había recibido nunca órdenes selladas.
Mis ojos vuelan por la página y se abren con cada palabra. Son órdenes de la comandancia, de lo más alto, por encima del coronel, directamente para mí.
—Éstas son…
Levanta una mano y me detiene en seco.
—La comandancia dice que son para su exclusivo conocimiento —asevera con una voz contenida, en la que de cualquier forma percibo molestia—. Es su operación.
Cierro un puño para mantener la calma. Mi operación. La sangre martillea en mis oídos, empujada por un pulso ascendente. Aprieto la mandíbula y hago rechinar los dientes para no sonreír. Veo las órdenes de nuevo para estar segura de que son reales. Operación Telaraña Roja.
Un momento después, me doy cuenta de que falta algo.
—No se le menciona a usted, señor.
Levanta la ceja del ojo enfermo.
—¿Esperaba otra cosa? No soy su niñera, capitana.
Se irrita. Su máscara de control amenaza con venirse abajo y él se entretiene con un escritorio ya prístino, del que sacude una mota de polvo inexistente.
Hago caso omiso del insulto.
—Muy bien. Supongo que tiene sus propias órdenes.
—Así es —dice al instante.
—Esto hay que celebrarlo, aunque sea modestamente.
Casi ríe.
—¿Qué quiere celebrar? ¿Ser un emblema? ¿O que aceptará una misión suicida?
Ahora sonrío de veras.
—Yo no lo veo así —doblo lentamente las órdenes y las meto en la bolsa de mi cazadora—. Esta noche brindaré por mi primera misión independiente y mañana partiré a Norta.
—Para su exclusivo conocimiento, capitana.
Cuando llego a la puerta, lo miro por encima del hombro.
—Como si usted no lo supiera ya —su silencio es admisión suficiente—. Además, voy a seguir bajo sus órdenes, así que podrá transmitir mis mensajes a la comandancia —agrego. No resisto la tentación de espolearlo un poco. Se lo merece por su idea de la niñera—. ¿Cómo le llaman a eso? ¡Ah, sí! El intermediario.
—Tenga cuidado, capitana.
Inclino la cabeza y sonrío mientras abro de un tirón la puerta de su oficina.
—Como siempre, coronel.
Por fortuna, no permite que se imponga otro incómodo silencio.
—Sus técnicos de televisión la aguardan en su cuartel. Será mejor que se apresure.
—Espero estar lista para la cámara.
Dejo escapar una risa falsa y finjo acicalarme.
Con una sacudida de su mano, él me aparta oficialmente de su vista. Me marcho con gusto y recorro los pasillos de Irabelle llena de entusiasmo.
Para mi sorpresa, la emoción que me hace palpitar no dura mucho. Pese a que he salido a toda velocidad hacia el cuartel para darle la buena noticia a mi equipo de soldados, mi paso disminuye pronto y mi deleite cede a la renuencia. Y al miedo.
Hay una razón para que nos llamen Carnero y Cordero, más allá de la obvia. Nunca me han enviado sin la guía del coronel. Él ha estado siempre ahí, como una red de protección que yo no he pedido jamás, pero con la que me he familiarizado. Él ha salvado mi vida tantas veces que ya he perdido la cuenta. Y es, en efecto, el motivo de que yo esté aquí y no en una aldea helada en la que perdería dedos cada invierno y amigos en cada ronda de reclutamiento. A pesar de que no siempre estamos de acuerdo, cumplimos invariablemente con nuestro trabajo y salimos vivos. Triunfamos donde otros no pueden. Sobrevivimos. Ahora debo hacer lo mismo sola. Ahora tengo que proteger a otros y ser responsable de sus vidas… y sus muertes.
Me detengo y me tomo unos momentos más para reponerme. La frescura de la sombra me tienta y apacigua. Me apoyo en la resbaladiza pared de cemento y permito que el frío se filtre en mí. Debo ser como el coronel cuando forme mi equipo. Yo soy su capitana, su comandante, y tengo que ser perfecta. No hay lugar para errores y vacilaciones. Debemos avanzar a toda costa. Nos levantaremos, Rojos como el amanecer.
Puede que el coronel no sea una buena persona, pero es un líder brillante. Eso ha bastado siempre. Y yo haré ahora todo lo posible para ser como él.
Pienso mejor en mi plan. Que el resto haraganee otro poco.
Entro sola a mi cuartel, con la frente en alto. Ignoro por qué me han elegido, por qué la comandancia quiere que sea yo quien proclame nuestro mensaje. Sin embargo, estoy segura de que es por una buena razón. Una joven que sostiene una bandera es una figura imponente… y desconcertante. Los Plateados podrán enviar hombres y mujeres a morir en el frente en igual medida, pero un grupo rebelde encabezado por una mujer es más fácil de subestimar. Y esto es justo lo que la comandancia desea. O simplemente prefiere que sea yo, y no uno de los suyos, la persona a la que al final se identifique y ejecute.
El primer técnico, prófugo de un arrabal a juzgar por su cuello tatuado, me hace señas para que me acerque a la cámara, ya en espera. Otro me ofrece una pañoleta roja y un mensaje escrito a máquina, que sólo será escuchado dentro de muchos meses.
Y cuando lo sea, cuando se deje oír de un extremo a otro de Norta y la comarca de los Lagos, caerá con la fuerza de un mazo.
Enfrento las cámaras sola, con el rostro oculto y unas palabras de acero.
Nos levantaremos, Rojos como el amanecer.
EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCIFRADO CONFIDENCIAL, SE REQUIERE AUTORIZACIÓN DE LA COMANDANCIA
Agente: Coronel CLASIFICADO.
Denominación: CARNERO.
Origen: Trial, CL.
Destino: COMANDANCIA en CLASIFICADO.
—Equipo VIGÍA encabezado por RECESO enfrentó oposición en ADELA.
—Casa de seguridad en ADELA destruida.
—Resumen de VIGÍA: muertos en combate: R. INDY, N. CAWRALL, T. TREALLER, E. KEYNE (4).
—Conteo de bajas Plateadas: cero (0).
—Conteo de bajas civiles: desconocido.
NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.
EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCIFRADO CONFIDENCIAL, SE REQUIERE AUTORIZACIÓN DE UN SUPERIOR
Día 4 de la operación TELARAÑA ROJA, etapa 1.
Agente: Capitán CLASIFICADO.
Denominación: