Virginie T.

Connor


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guarda silencio, sabe que tengo razón. Es mi beta, mi brazo derecho, y se ocupa de las misiones secundarias cuando yo no estoy disponible. Se divierte aún menos que yo y eso que yo me divierto poco. Al igual que para mí, este trabajo es su vida, su razón de ser. De hecho, es él quien nos ha reunido, a pesar de que todos tengamos nuestras propias razones personales para estar aquí. Los cinco juntos formamos la pequeña manada Ángeles Guardianes. Por supuesto, contamos con otros miembros, pero nosotros somos los más importantes y los más fuertes. Yo soy el jefe, el alfa. Soy el responsable de todos y me tomo mi papel muy en serio. Los otros tres presentes a mis lados son los defensores de la manada, los lugartenientes. Su función es tan fundamental como la mía. Sin nosotros cinco, la manada dejaría de existir. Se haría vulnerable y no tardaría en desaparecer. Gracias a generosas subvenciones, nuestro trabajo nos permite sustentar el clan y nos ha procurado este territorio, una antigua base militar humana altamente fortificada. Pero nada de eso tendrá ninguna utilidad si no nos mantenemos con vida para seguir trabajando. Sin embargo, nuestro trabajo implica ciertos riesgos. Cuando la policía humana se ve sobrepasada por los acontecimientos, nos ponemos al servicio del gobernador, pero solo para proteger a los testigos de investigaciones en las que hay metamorfos involucrados. Un humano no es rival para un animorfo enfadado y decidido. ¿De qué sirven los puños contra unas garras y unos colmillos que pueden hacer a una persona trizas en menos de un segundo? Así pues, tomando el relevo de los fateles desaparecidos, luchamos contra los nuestros con el fin de hacer prevalecer la justicia. Somos la especie más poderosa de la tierra y, al igual que mis compañeros, no creo que eso nos exima de cumplir la ley. Los testigos deben estar vivos para comparecer ante el tribunal, y ahí es donde entra mi equipo. La mayoría de los metamorfos que hemos salvado, a menudo de sus propias manadas o de ciertos alfas propensos al abuso y la opresión, se han instalado aquí, con nosotros. He ahí el origen de esta manada.

      

Connor

      Vaya, ¿qué acabo de decirle a Nate? Cualquiera pensaría que soy adivino o que el gobernador me ha escuchado. Ya decía yo que hacía demasiado tiempo que no sonaba el teléfono.

      –Buenos días, gobernador. ¿Qué tal?

      –Bien, pero basta de cháchara. Tenemos un problema.

      Como de costumbre, no me llamaría si no fuera así. Sus llamadas nunca traen buenas noticias, pero su tono me inquieta y pongo los cinco sentidos en alerta. El gobernador nunca está preocupado. Alguna vez se ha mostrado tenso o estresado, pero nunca angustiado. Y hoy, casi huelo su miedo a través del auricular. Mis amigos advierten inmediatamente mi cambio de actitud y enseguida recuperan la seriedad, a la espera de noticias sobre su próxima misión.

      –Le escucho.

      –Se ha producido un ataque en un hospital humano. Han asesinado a un lobo ingresado esta misma mañana.

      Es bastante inusual encontrar a un animorfo en un hospital y mucho menos un hospital humano, pero aparte de eso…

      –Vale, pero entonces ya no puedo hacer nada por él.

      –Evidentemente. Hemos puesto en marcha una investigación para saber por qué estaba en tan mal estado cuando lo ingresaron. Pero podrían ayudar a una enfermera que se encontraba a su lado.

      –Por supuesto. ¿Ella conocía al paciente? ¿A qué manada pertenece?

      –Que yo sepa, no conocía a la víctima y no forma parte de ninguna manada. Es humana y está en coma. Los metamorfos que vinieron a acabar con el lobo la atacaron.

      Me levanto de la silla y me pongo a dar vueltas. Esto no es ninguna tontería.

      –¿Perdón? Lo normal es que los clanes ni siquiera se molesten en amenazar a los humanos, aprovechando el miedo a las represalias por testificar contra ellos, ¿y ahora los atacan? Hasta ahora solo hemos protegido a metamorfos. ¿Por qué han herido a esta mujer humana?

      –Eso es lo que van a tener que descubrir ustedes, además de protegerla. Los animorfos no huyeron dándola por muerta hasta que llegaron los guardas de seguridad, que se vieron obligados a disparar en repetidas ocasiones para que al fin soltasen a la víctima. Por otra parte, desde la agresión de la señorita Slat hace una semana, han visto a varios metamorfos haciendo guardia en torno al hospital humano. Creemos que tratan de saber si está viva o si le queda poco para sucumbir a las lesiones. Y es probable que quieran terminar el trabajo cuando se enteren de que ha sobrevivido. De ninguna manera puede estallar una guerra entre humanos y metamorfos. Los humanos no se rendirán sin luchar si este asunto se filtra.

      –De acuerdo. Envíeme la dirección. Saldremos en menos de una hora.

      Qué caso tan raro. Nunca antes habíamos protegido a un humano. No es que me importe, para mí todas las vidas, humanas o metamorfas, son igualmente respetables. Al fin y al cabo, una vida es una vida, al menos para mí. Cada uno tiene un lugar en el mundo y un papel que desempeñar. ¿Por qué querrían los metamorfos ver muerta a una enfermera? ¿Qué la hace tan importante como para que deban cerciorarse de que muere, a riesgo de desatar una guerra? No tiene ningún sentido.

      –¿Pasa algo, Connor?

      –No sé, Sean. Esta misión es muy extraña. Debemos proteger a una humana que ha sido víctima de un intento de asesinato por unos metamorfos.

      –¿Por qué se metería un clan en eso?

      –La pregunta del millón de dólares. El gobernador teme que estalle una guerra, lo que no descartaría si una manada atacase un hospital humano. Puede que nosotros seamos físicamente más fuertes, pero no somos invencibles. Los humanos podrían asustarse y ponerse a disparar a matar a todos los animorfos de su alrededor. Sean, te dejo al cuidado de la manada. Los demás, salimos en una hora.

      Corro al dormitorio para coger mi bolsa de viaje mientras sigo dándole vueltas al caso sin encontrarle sentido.

      El recorrido hasta el hospital es de tres horas en avión y treinta minutos en coche. ¿Alguna vez habéis visto una fiera en un avión? Es como meter a un león en una jaula. No puede traer nada bueno. No estamos hechos para volar. Llegamos al hospital estresados, de los nervios y un tanto agresivos. Nos vendría muy bien soltar a las bestias y liberar tensiones. Desafortunadamente, los metamorfos que diviso haciendo guardia sin ninguna discreción me confirman que nos aproximamos a una bomba de relojería, por lo que la libertad tendrá que esperar.

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