Lulia se había preparado para ayudarla. El tiempo que pasó en disfrutando del ardiente clima de Dacia y de la costa italiana la había ayudado a curar su corazón y a encontrar la fuerza que necesitaba para cambiar. Luca era guapo y confiado, y ni una sola vez desde que se conocieron se mostró condescendiente con ella. La había tratado como si su opinión importara...
Ella le dio una palmadita en el brazo y respondió a su pregunta anterior, "Este es el mejor momento para volver a la sociedad londinense". Lenora le echó un vistazo. Su cabello oscuro y sus ojos verde mar sumados a su piel bronceada le hacían destacar entre los dandies que desfilaban por el salón de baile. Las damas londinenses lo mimaban y adulaban. Era diferente y casi, un príncipe. Era el quinto en la línea de sucesión del título, pero eso no les importaba a las damas que aspiraban casarse con él, ni a sus madres.
"Si estás segura...", dijo mientras unía su brazo con el de ella. "Entonces veamos a dónde nos lleva esto." Luca la condujo por la escalera que descendía al salón de baile. Los presentes se volvieron para mirarlos mientras caminaban lentamente hacia todos ellos.
"Creo que estamos haciendo una entrada", se inclinó y susurró. "¿Pero es una buena?”, dijo él enarcando una ceja.
Mientras continuaban su camino hacia el pie de las escaleras un sirviente los anunció. "Lady Lenora St. Martin y el Príncipe Luca Dragomir, Su Alteza Real de Dacia."
Tras escuchar el nombre de Luca, todo el salón de baile estalló. Lenora hizo un mohín con los labios. "Creo que estamos a punto de ser abordados", dijo en voz baja. "¿Estás preparado para ser cortejado?" dijo Lenora enarcando una ceja también.
"Cualquier cosa por una buena causa", respondió crípticamente." ¿Tienes tu tarjeta de baile?",
Golpeó con la mano la tarjeta atada a su muñeca. "Está lista para ser llenada. ¿Deseas reclamar tu lugar primero?
Levantó la tarjeta y anotó su nombre para el primer baile de la noche. Luego se inclinó. "Hasta más tarde, mi señora". Luca la dejó sola en el borde de la pista de baile. Cuando los músicos empezaron a tocar para el primer baile, él se unió a ella nuevamente.
"Esa fue una gran entrada", dijo un hombre que estaba detrás de ella. Ella reconoció esa voz. Era una que nunca olvidaría y todavía sentía como si una espada traspasara su corazón al escucharla.
Se volvió hacia él. "¿Qué está insinuando?"
"No estoy..." Sacudió la cabeza como si no supiera cómo proceder. Era una conducta totalmente nueva en él. El Duque de Ashley no tenía palabras. Aclaró su garganta y comenzó de nuevo, "No quise insinuar nada. Creo que no me estoy explicando bien, ¿verdad?" Se inclinó. "Permítame presentarme. Soy el Duque de Ashley".
No la reconoció... Qué interesante. Esto era algo que ella podía usar en su contra si así lo decidía. Ella se había ausentado por un tiempo, pero nunca creyó que él olvidaría su existencia por completo. Era amigo de su primo después de todo. "No creí que era aceptable presentarse uno mismo a alguien", dijo cáusticamente. "¿No se supone que un conocido mutuo debería hacer la presentación correspondiente?".
"Bueno", comenzó. "No estoy seguro de que tal persona exista. No recuerdo haberte visto en ninguno de los bailes más recientes". Hizo un gesto hacia Luca que estaba rodeado de varias damas. "Tampoco había visto antes al interesante caballero que la acompaña”.
De acuerdo, esto se estaba volviendo absurdo. Puede que no la reconociera, pero seguramente había oído anunciar su nombre. ¿Por qué no la recordaba? ¿Ya no hablaba con Bennett? Ella lo miró fijamente tratando de discernir sus motivos. "Realmente no sabe quién soy, ¿verdad?" Continuó escudriñando su mirada franca y ni una sola vez vaciló.
"¿Debería?" dijo el duque levantando una ceja.
Increíble... Dejó salir un suspiro exasperado. Si ella hubiera estado aferrándose a alguna expectativa delirante de que él la amaba en secreto... bueno, menos mal que no había albergado ninguna esperanza, porque ahora estaría muy decepcionada. Él, por supuesto, estaba tan guapo como siempre. El dios ducal que se presentó ante el mundo con sus cabellos dorados y sus voluptuosos ojos azules. "No supuse que usted me recordaría", dijo ella.
"Por favor, permítame rectificar el desaire que le he hecho". Su voz tenía un tono de súplica, pero a ella no le importaba. No era la misma ratoncita que había rescatado de un rincón dos años atrás.
"No es necesario", le respondió ella y comenzó a alejarse. Él la agarró del brazo. "Suélteme", siseó en voz baja. "Nuestra conversación ha terminado".
"Siento que debería conocerte", explicó. "Tu reacción y tus palabras lo dicen todo. ¿Cómo podría olvidar a alguien como tú?"
"Porque usted es un egoísta", respondió ella mordazmente. "No se preocupe, Su Gracia, estoy segura de que hay otras damas aquí dispuestas a soportar su encanto". Ella liberó su brazo y se alejó de él con una sonrisa triunfante. Esto había salido mucho mejor de lo que había previsto.
Su belleza lo distrajo mientras ella bajaba las escaleras hacia el salón de baile y por eso no escuchó cuando su nombre fue anunciado. Cuanto más hablaba con ella, creía que debía conocerla, pero no lograba precisar su identidad. Si ella hubiera estado presente en las últimas reuniones sociales a las que había asistido, seguramente la habría reconocido. ¿Cómo podría no haberlo hecho? Era una diosa y no tan pálida como una señorita inglesa normal. Su piel tenía un hermoso y ligero bronceado. Parecía que había pasado una temporada al aire libre. Lo que indicaba que ella no se encontraba en Inglaterra desde hace mucho. ¿De dónde había venido? Tal vez el príncipe con el que había llegado podría responder a algunas de sus preguntas.
Se acercó a la multitud de damas que se preparaban para adularlo. Julian tuvo que admitir que no estaba acostumbrado a que otro caballero le robara el protagonismo. Normalmente se dirigían a él y él disfrutaba mucho las atenciones femeninas. Le gustaba coquetear y bailar, pero al final las desairaba a todas. El matrimonio no le interesaba en absoluto. Quizás algún día, pero esperaba que ese día no llegara pronto. Había sido testigo de primera mano de cómo un matrimonio podía arruinar la vida de un hombre. Su padre se había enamorado estúpidamente y había pagado el precio por ello. Su madre había sido la perdición del anterior duque. Ella había tenido numerosas aventuras y alejado a su padre. Había cumplido con su deber y le había dado un heredero. En lo que respecta a la traidora duquesa, estaba libre de cualquier otra obligación.
Tal vez podría usar la popularidad del príncipe en su beneficio. Se acercó a él y se inclinó para susurrar en uno de los oídos de la dama cercana: "Nunca pensé que te atraería un título nobiliario".
Ella suspiró. "No seas ridículo. Es un amigo, nada más. Esperaba poder hablar con él, pero parece que no será posible". La Duquesa de Clare era una antigua princesa gitana y su acento fluía en cada palabra que pronunciaba.
Levantó una ceja. "¿Eres amiga de un príncipe? ¿Por qué no me sorprende?" Julian se rio con ligereza. "¿Conoces también a la mujer con la que llegó?"
Tal vez no tendría que acercarse al príncipe. De todas formas, no quería hacerse amigo de él. Algo en él molestaba a Julian. Sin embargo, no pudo precisar con exactitud lo que era. Volvió su atención a Lulia, la Duquesa de Clare.
"¿Quién es?" preguntó. En ese momento se dio cuenta de que ella no respondió a su pregunta anterior. "La conoces, ¿verdad?".
"Por supuesto", respondió lacónicamente. "Y tú también". Ella suspiró. "Tenía más fe en ti que esto. Realmente eres un tonto".
"Bueno", dijo. "¿Quién es ella?" Julián no pudo disimular su impaciencia. Se había presentado a ella, pero la misteriosa dama no se había molestado en hacer lo mismo. Le irritaba un poco que tuviera que descubrir la información por su cuenta.
La risa de la duquesa retumbó en el salón. Todos los que estaban cerca se voltearon a mirarlos, incluso el príncipe. Esto irritó