T. M. Bilderback

Soy Tu Hombre Del Saco


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tiempo sobre su trabajo doble.

      –Teddy, si vas a hacer ambos trabajos, tendrás que aprender a mantener la boca cerrada de vez en cuando. El hecho de que tomes fotos policiales y fotografías para el periódico del condado no significa que tengas exclusivas. La mayoría de las veces no será un problema, pero de vez en cuando tendrás acceso a cierta información que no estará destinada al público en general… hasta que yo lo diga.  ¿Trato hecho?

      –Trato hecho― respondió. Ted mantuvo en secreto su intención de querer romper el trato, especialmente si eso significaba que podría continuar con su carrera periodística.

      Ahora estaba tomando fotos de la escena del crimen, mientras que Kenneth Pirtle, el médico forense, le indicaba a Baker los ángulos que quería.  El equipo forense esperaba que Pirtle diera el visto bueno, pero Billy no confiaba mucho en ellos. Este era el tercer asesinato que se atribuía al Descuartizador y el comisario aún no tenía ninguna evidencia que fuera útil. En los tres asesinatos, habían exhibido a cada una de las víctimas de la misma manera, con los órganos en el centro y los intestinos colocados en forma de corazón a su alrededor. Asimismo, la sangre de cada víctima se había drenado casi por completo y sus corazones habían desaparecido.

      Conjuntamente, en los tres asesinatos se escribieron las mismas faltas de ortografía con la sangre de la víctima en la pared.

      Billy se preguntaba si las faltas ortográficas eran intencionales.

      Llamó a Pirtle: ― ¡Hola, Kenny!

      Saludó al comisario con un gesto mientras le decía al fotógrafo los últimos ángulos que quería para las fotos de la escena del crimen. Cuando terminó de explicárselo, Pirtle se acercó a Billy.

      – Bastante macabro, Billy ― dijo Pirtle.

      – Supongo que aún no tienes nada para mí.

      – Así es, Billy, tenemos una gran bolsa llena de nada para ti. No encontramos ADN, ni pelo, ni piel bajo las uñas de la víctima, ni nada. Tal vez el laboratorio encuentre algo, pero si es como las dos últimas veces…

      Pirtle se encogió de hombros.

      Billy sacudió la cabeza con los labios apretados.

      – Kenny, tienes que encontrar algo que me pueda servir. Se correrá la voz y la gente empezará a querer mi cabeza si no averiguo quién está haciendo esto.

      – ¿Crees que no lo sé?  No hemos encontrado nada a nivel forense que te podamos dar y me refiero a nada en absoluto. Incluso traje a la gente del laboratorio estatal y aun así no hemos tenido suerte.

      Sacudió su cabeza con disgusto.

      –Es como si el asesino fuera un fantasma o algo así.

      Billy mantuvo su boca cerrada. Sabía muy bien que se podía tratar de algo mágico o sobrenatural; sin embargo, mantenía sus opciones abiertas y su boca cerrada.

      Él había visto de primera mano lo que sucedía cuando la magia se involucraba y no siempre era algo bonito. Mary, su hijastra, y Carol Grace, la hijastra de su mejor amigo Alan, tenían un tipo de poder místico. Alan se había casado con Katie Ballantine Montgomery, quien era una bruja descendiente de la familia Sardis. Además, la tía abuela de Katie, Margo Sardis, era una bruja igualmente poderosa. De hecho, una vez Katie le contó a Alan que Margo había realizado un hechizo para invocar al viejo Ricky Jackson y que ese hechizo invocó a un sabueso del infierno. El pentagrama que retenía al sabueso se había roto accidentalmente, por ende, este se soltó y dejó una puerta abierta al infierno. Según lo que Margo le había contado a Katie, muchos habitantes del infierno pasaron por esa puerta y ahora tienen sus hogares en el condado de Sardis, aunque nunca nadie vio al viejo Ricky Jackson desde entonces.

      Billy había visto a Mary y Carol Grace unir sus poderes contra los bandidos de la familia criminal de Giambini cuando invadieron la granja de Junior Ballantine. Fue en ese momento en el que quedó asombrado de ver que tales cosas existieran en este mundo… y que nadie lo supiera.

      De todos modos, nadie lo creería, pero Billy sí lo creyó.

      Lo creyó por mucho tiempo. Tenía que hacerlo, ya que vivía con ello.

      Phoebe había insistido en que Mary aprendiera las enseñanzas de Margo Sardis sobre cómo controlar la magia que habitaba dentro de su hijastra y dentro de Carol Grace Montgomery y Bill no podría estar en desacuerdo. La chica necesitaba saber cómo mantener la magia dentro de ella.

      Ahora parecía que quizás estaba viviendo otra vez con la magia… Esta vez en su trabajo, lo que no era bueno, no esta vez. La gente estaba muriendo, gente honesta que no merecía ese tipo de muerte.

      Mientras sus pensamientos brincaban de una cosa a la otra, Billy se dio cuenta de que podía llamar a Alan y pedirle que viniera. Lo necesitaba.

      ― ¡CAROL GRACE!  ¡VAS a perder el autobús, jovencita!

      – ¡Sí, mamá!

      – ¡Baja aquí, jovencita!

      Alan se sentó en la mesa de la cocina y sonrió ante la frustración de su nueva esposa.

      –Tan segura como que mi nombre es Katie Blake, ¡voy a castigar a esa chica si tenemos que llevarla a la escuela una vez más este mes!

      –Katie Blake. Me encanta el sonido de ese nombre― dijo Alan con una sonrisa.

      – ¿Dónde lo conseguiste, Katie?

      Ella sonrió mientras miraba a su marido.

      –Un policía me lo dio. Dijo que no se estaba usando apropiadamente y quería ver si yo podía cuidarlo.

      Se sentó en su lugar de la mesa.

      –Hmmm… ¿y lo estás cuidando bien?

      Katie sonrió burlonamente.

      –No he tenido ninguna queja todavía.

      Alan se inclinó hacia la cara de Katie.

      –Ni una sola―.

      Comenzó a besarla.

      Cuando sus lenguas se tocaron, pudo probar un ligero sabor del diminuto trozo de tocino que Katie había masticado mientras cocinaba y, además, probó el sabor a menta de la pasta de dientes. Principalmente, disfrutó saborear a Katie hasta que perdieron la noción del tiempo.

      –Oh, Dios mío, ¿pueden dejar de besarse en la cocina?  ¡Es tan asqueroso!

      Alan se alejó y miró a Katie a los ojos otra vez.

      – Bueno, tal vez solo una vez…― le echó un vistazo a Carol Grace.

      El padre de Carol Grace, Mark Montgomery, había fallecido hace varios años de un aneurisma cerebral y había dejado un seguro de dinero. Katie destinó este seguro y el interés a la crianza de Carol Grace; no obstante, cuando la compañía en la que trabajaba Katie la despidió, su mente se fijó en la granja que le había dejado su abuela Nebbie Ballantine.  Su abuelo se llamaba Arthur "Junior" Ballantine, así que la granja recibió tal nombre en su honor. Katie se había preocupado de la granja de Junior todos estos años y había pagado todos los impuestos, así que era suya, libre de todo. Por consiguiente, cuando ocurrió el despido, Katie empacó sus cosas y las de Carol Grace y se mudó al condado de Sardis.

      Después de la mudanza, Alan Blake, el antiguo mariscal de campo de la escuela secundaria de Katie, también se había mudado al condado, aunque lo suyo era un caso urgente. Era policía en la ciudad y había arrestado al hombre que se encargaba de las partidas de póker ilegales de la familia criminal de Giambini, Moses Turley, y a sus hombres por intentar asesinarlo a él y a otro policía. Mickey Giambini no quería tener ningún vínculo con él en el juicio, así que envió a Turley y a sus hombres a buscar a ambos policías para luego matarlos. Los hombres de Giambini encontraron al compañero de Alan, James Winstead, y lo mataron… pero no antes de que el hombre les dijera a los criminales que podrían encontrar a Alan en el condado de Sardis.

      El viejo amigo de Alan, el comisario Billy Napier, también había