Ren se dio cuenta de la manera en que Vincent miraba a Lacey, se aprovechó de como la estaba sujetando para hacerla girar y ponerla frente a él en vez de hacia el otro hombre. Miró fijamente sus brillantes ojos y sus febriles mejillas, y gruñó cuando notó el fuerte olor de su excitación. No eran los demonios los que habían acelerado el latido de su corazón.
La imagen con la cara de Vincent contra sus pechos cuando se teletransportó de vuelta a la tienda volvió a la mente de Ren volviendo a gruñir y mirándola fijamente en tono de advertencia.
–Creo que deberías soltarla amigo —exigió Vincent. No le gustaba la forma en que Ren la miraba, ni el gruñido de animal que hizo. Empezó a acercase, pero vaciló cuando escuchó la voz casi sin aliento de Lacey.
–Hace un momento, justo cuando cerré los ojos, no podía ver a los demonios, pero podía sentirlos cuando pasaban. Casi podía saborear su maldad y sus malignas auras. Y sin saber cómo, me alejé de allí y es cuando vi a que se dedican Gypsy y Nick, justo aquí debajo de nosotros, en el refugio antibombas.
Ren luchó por abrirse paso a través de la roja neblina del mal que implacablemente arañaba su cerebro y poco a poco comprendió lo que había despertado la pasión en ella, pero el hecho de que hubiera llamado silenciosamente a Vincent en vez de a él, no lo iba a permitir, jamás lo permitiría. Lentamente dejó de mirar su cabeza para dirigir su mirada directamente al hombre que estaba a punto de matar.
De repente Ren apretó tan fuerte con sus dedos que le hizo daño en la muñeca, Lacey se soltó y se separó de él. Se frotó la muñeca que le había apretada y puso cara de dolor. —Tu ira me está haciendo daño, así que contrólala, y esta habilidad no deseada es completamente culpa tuya, no culpa mía.
Cuando vio el destello plateado tras las gafas de sol que él llevaba, dio de nuevo un paso atrás y sintió como la abrazaban por detrás. Recuperándose aún de las convulsiones tras la excitación y de haber alcanzado el clímax tan rápidamente, se inclinó hacia atrás dejándose abrazar por Vincent.
Vincent la rodeó de forma protectora con sus brazos y miró fijamente a Ren. —¿Qué la estás haciendo?
–Vincent, no —dijo Lacey cuando otra nueva onda de energía maligna aún más fuerte expulsó las deliciosas vibraciones que estaba recibiendo desde el refugio antibombas de abajo. Ella frunció el ceño cuando se dio cuenta de que si estaba sintiendo estas auras tan fuertemente perturbadoras, era muy probable que Ren estuviera recibiendo una maligna sobredosis de estas.
–No cometas el error de pensar que le tengo miedo, cariño —dijo Vincent con calma, poniendo énfasis en cada palabra.
Ren se fijó en la posición de uno de los brazos de Vincent que estaba justo a la altura de los pechos de Lacey, mientras el otro estaba tan solo un centímetro más abajo. Ese abrazo le parecía demasiado seductor y posesivo para su gusto y ella tenía razón sobre Nick y Gypsy, podía sentirlos haciendo el amor junto a una gran cantidad de maldad que aún no había podido sacar fuera del alcance de su súcubo. Y también era cierto que los celos y la rabia no eran una buena combinación.
–Oye Vincent, tengo una curiosidad. ¿Cuánto tiempo se tarda en revivir después de que te rompen el cuello?
En la comisura de los labios de Ren apareció el comienzo de una malvada sonrisa. —No importa, sé cómo encontrar la respuesta.
Lacey abrió la boca al mismo tiempo que levantaba sus brazos para detener a Ren, pero para su sorpresa el cuerpo de Vincent literalmente se desvaneció en el aire y ella se tambaleó hacia atrás. Después lo único que sintió fue el frío vidrio de la ventana contra su espalda. Sus ojos se abrieron de par en par preguntándose qué le había hecho Ren a Vincent para hacerlo desaparecer sin ni siquiera tocarlo.
Ren casi no se dio cuenta de que había sido Storm quien le acababa de robar su objetivo y dirigió su atención de nuevo hacia Lacey. Estiró hacia adelante sus manos agarrándola por los hombros y atrapándola contra el vidrio que vibraba. Mientras miraba a su prisionera, podía ver las oscuras formas de los demonios que había al otro lado de ella pasando tan cerca, que si pudiera pasar su mano a través del cristal los agarraría.
Lacey giró lentamente la cabeza para mirarle una de las manos y vio que estaba al mismo nivel que la huella ensangrentada había quedado al otro lado del vidrio. En la ventana apareció una fisura muy fina justo donde él estaba apoyándose y comenzó a moverse zigzagueando hacia ella. El miedo se apoderó de ella cuando una de las sombras chocó contra la ventana sonando un golpe. Ella tragó saliva sabiendo que las sombras no hacen ningún ruido ni deberían hacer vibrar el vidrio de esa manera.
Para evitar que lo único que había entre ella y los demonios se pudiera romper, Lacey dirigió una asustada mirada hacia Ren. Necesitaba calmarlo antes de que fuera demasiado tarde e hizo lo primero que se le ocurrió.
Agarrándole el hombro con su mano, Lacey se levantó y puso sus labios contra los de él, mientras que deslizaba la otra mano en la entrepierna. Rápidamente encontró pruebas de que no sólo estaba fuera de sí, sino que obviamente también estaba muy excitado. Rodeó con su mano el enorme bulto y lo apretó, mientras le besaba con ansiedad el labio inferior.
Ren cerró los ojos y gruñó, mientras su mundo trataba de reducirse a la necesidad de estar tan dentro de Lacey que ella nunca más querría estar en los brazos de otro hombre.
Cuando Ren gruñó siniestramente, Lacey empezó a apartarse de él con todas las intenciones de salir corriendo, pero él la rodeó con el brazo rápidamente y la levantó hacia él. Ella pestañeó cuando el movió su muslo haciendo que ella abriera las piernas encontrándose de repente a horcajadas, haciendo que el vestido se subiera hasta sus caderas.
La excitación que había tenido volvió como una tormenta, pero esta vez la arrolladora sensación no provenía de la pareja de abajo. Venía de este peligroso hombre que la tenía ahora entre sus zarpas.
Ren la agarró del pelo y tiro levemente hacia arriba haciendo que su cabeza subiera y así poder tomar el control para besarla.
Vincent gruñó de frustración cuando vio que había cambiado de escenario y que sus brazos habían perdido repentinamente a la mujer que estaba protegiendo un segundo antes. Buscando a Lacey, se giró completamente y apretó los dientes cuando se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente diferente, parecía una especie de oficina enorme.
–¡Joder! —despotricó, completamente confundido.
–Bienvenido al EIP (N. del T.: EIP, Equipo de Investigaciones Paranormales) —dijo Storm sentado detrás del escritorio. Él había estado esperando que ocurriera esto y se esforzó para no sonreír.
–¿EIP? —preguntó Vincent, dándose la vuelta para localizar de donde provenía la voz—. He oído hablar de vosotros, pero nunca pensé que tendría la oportunidad de conocer a ninguno.
–Pues vas a poder conocer a unos cuantos de nosotros, y Ren ha sido el primero —le dijo Storm.
Vincent se puso rígido cuando mencionó a Ren. —No es de extrañar que este gran imbécil esté tan seguro de sí mismo. Tiene a todo un ejército para protegerle.
Storm dejó de sonreír. —Ren no necesita de un ejército, pero esa no es la razón por la que te he traído aquí.
–Entonces, ¿cuál es la razón? —preguntó Vincent, poniéndose impaciente. Necesitaba regresar junto a Lacey y asegurarse de que ella estaba a salvo.
–Si has terminado de fingir el ser un esclavo de los demonios, quiero que te unas al EIP —dijo Storm, yendo al fondo de la cuestión—. Tus habilidades te hacen que seas perfecto para unirte al EIP y así podremos tratar tu leve adicción.
Vincent miró fijamente al otro hombre. —¿De qué adicción estás hablando amigo?
–A esa que estás enganchado, la de buscar una manera para que te maten —respondió Storm sin pestañear—. Te aseguro que, si te enfrentas a los demonios junto a nosotros, hay muchas posibilidades de que se pueda solucionar.
–Todo eso suena muy bien, pero creo