Amy Blankenship

Lluvia De Sangre


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el vestido de fiesta que aún llevaba puesto. El vestido era muy bonito cuando se lo había puesto al principio de la velada, pero después de la espantosa noche que había tenido, estaba sucio y rasgado en varios sitios, por donde habían atravesado esos demonios.

      Una onda expansiva de intensa necesidad sexual la golpeó con fuerza y Lacey se volvió a mirar con sorpresa la cara de Ren que tenía una expresión muy seria. ¿Eso había salido de ella, o de él? —Ella no había pensado en sexo cuando mencionó que quería quitarse la ropa, pero maldición, ahora eso sí estaba en su cabeza.

      –Y obviamente otra ducha fría —añadió, poniendo la palma de su mano contra los músculos tensos de su estómago. Nunca había sido tímida a la hora de hablar de sexo y no iba a empezar a hacerlo ahora. —¿Estoy extrayendo esta necesidad sexual de ti?

      Ren prácticamente dejó de respirar cuando se imaginó sacándole el vestido y dejándolo resbalar por el suelo, y luego levantando su cuerpo desnudo sobre el escritorio que había detrás de ella. No pudo más que pestañear por la directa y evidente pregunta. La respuesta fue un rotundo SÍ. Ella sabía exactamente lo que Nick y Gypsy habían estado haciendo en el refugio antiaéreo, pero nunca se le ocurrió que ella también sería capaz de aprovecharse de sus emociones o deseos.

      Esperemos que ella sólo haya recibido una fracción de esa habilidad o no duraría mucho en este castillo. Se recordó a si mismo el preguntarle más tarde a Guy si podía crear algún tipo de hechizo o encanto para ella, y que pudiera atenuar esa habilidad, pero por ahora, al menos podía decirle la verdad.

      –Este castillo está lleno de paranormales con emociones intensas —le dijo, tratando de controlar las suyas. El sentir que ella estaba necesitada ahora mismo no ayudaba y estaba causando un efecto de búmeran entre ellos.

      –Los paranormales tienen emociones igual que los humanos. La diferencia es que, sienten cada emoción mucho más fuerte de lo que un humano normal jamás lo sentiría, y tú te estás aprovechando de ese exceso.

      Empezó a sentirse como un depredador acechando a su presa. Ren sintió que una sonrisa de satisfacción intentaba aflorar en sus labios cuando ella retrocedió hacia el escritorio justo como él había imaginado donde la iba a levantar.

      –Su ira podría causar que un humano normal empezara una matanza, y su amor podríamos llamarlo una obsesión peligrosa. De repente se inclinó hacia adelante, poniendo sus dos manos contra el escritorio y atrapándola justo delante de él. Luego acercó sus labios a su oreja. —Y su lujuria carnal es tan caliente que quema.

      Lacey cerró sus ojos cuando sintió que su aliento le calentaba su cuello. Sí, tenía razón en lo de quemarse porque ella ya estaba en llamas. Sus labios se separaron y su respiración se aceleró. —Sus cuerpos también deben ser hipersensibles al tacto porque tu aliento en mi cuello se siente demasiado bueno para ser normal.

      Como única respuesta, solo emitió un gruñido en su oreja, pero el sonido fue tan seductor que Lacey pudo escuchar cuál era su respuesta. Estaba tan cerca de ella, pero no la tocaba en ningún sitio. Era como si la tuviera bajo su completo control mientras ella nadaba en un remolino de pasión, esperando que al más mínimo roce la arrastrara hacia dentro. Ella realmente quería experimentar con este pequeño y delicioso nuevo efecto secundario, y ahora mismo, si es que él estaba dispuesto.

      Borrando mentalmente la seducción que había ocurrido hace menos de una hora en La Cerveza de la Bruja, pues había sucedido bajo coacción, Lacey pensó en la última vez que se habían tocado. Había ocurrido aquí mismo en esta oficina. Ella creía que estaría muerta al amanecer y quería pasar sus últimas horas perdiéndose con él en un placer sensual. Ren había sido el que tuvo que parar porque había estado escuchando sus pensamientos.

      Bueno, ella ya no estaba amenazada de muerte gracias a él, así que no podía echárselo en cara. Si ella se salía con la suya, él le echaría en cara otra cosa muy pronto y en el estado de ánimo en el que estaba, esperaba que fuera algo grande y palpitante.

      –Ya que tú eres el que me dio el poder de encenderme por dentro de esta manera, ¿quieres ser el que me ayude a apagar este fuego, o necesito encontrar a otro que esté dispuesto a ser mi bombero? —preguntó recordando el dolor que le provocó su último rechazo.

      Ren apretó su mano contra el escritorio cuando la onda caliente que había estado sintiendo se transformó rápidamente en ira tan caliente como un infierno. ¿Realmente acababa de amenazarle con ir a buscar a otro para saciar su deseo? La imagen de ella y Vincent haciendo el amor en un pasado no tan lejano le abrasaba en su cabeza.

      También debería haberle advertido sobre los profundos celos, pero era algo dudoso, ya que él parecía ser el único que sentía esa emoción en particular.

      –Te enseñaré no sólo a usar los poderes que se han despertado dentro de ti, sino también a controlar los que pondrán a otros en peligro —susurró falsamente, antes de tomarla en sus brazos.

      Lacey pestañeó cuando Ren se le acercó y notó que la oficina se desvanecía en la distancia. En unos segundos se encontró en la misma habitación en la que se había despertado, la de él. Su mirada se desvió hacia la cama esperando que finalmente iba a conseguir lo que secretamente anhelaba desde que lo había conocido. En vez de eso, él la agarró del brazo y la llevó más allá de la cama, confundiéndola.

      Al ser empujada dentro del baño cercano, no pudo reprimir un grito de sorpresa cuando de repente se encontró debajo de la ducha cayéndole una cascada de agua helada sobre su cabeza. Temblando, extendió la mano y cerró el agua al darse cuenta de que aún estaba completamente vestida. Ahora notaba como su piel sensible respondía ante una nueva situación. Era mucho más frío de lo que jamás pensó que podía sentir.

      –¿Para qué coño hiciste eso? —preguntó Lacey mirando a Ren con mirada asesina.

      –Lección número uno —gruñó Ren, inclinándose hacia ella para subrayarlo—, no dejes que el calor sexual mal enfocado te afecte tanto que te acostarías con cualquiera para conseguir calmarlo.

      La mirada de rabia de Lacey no disminuyó mientras sus dientes castañeteaban. —Tienes razón. ¿En qué demonios estaría yo pensando al preguntarte? Te prometo que la próxima vez elegiré a alguien un poco más listo.

      Ella esperó a que volviera, pero se encontró con un silencio total que la puso un poco nerviosa, y el hecho de que no pudiera ver sus ojos a través de las estúpidas gafas de sol no ayudaba en nada. Se preguntaba adónde había ido a parar el deseo que Ren había estado sintiendo hace un momento y por qué demonios había sido reemplazado de repente por esa rabia. La emoción era tan fuerte que tenía que luchar para contenerla. Había pasado el último año vigilando sus pensamientos y emociones ante gente peligrosa y ahora era casi una profesional haciéndolo, pero por alguna maldita razón, cuando estaba junto a él no ocurría así.

      En vez de golpear a ese grandísimo idiota como estaba deseando, cerró la puerta de la ducha delante de su cara para no tener que verlo más. Se quitó el vestido empapado y lo lanzó por encima de la puerta de la ducha y sonrió cuando escuchó que chocaba contra algo. Esperaba que el vestido mojado con agua fría le hubiera golpeado en la cara. Se merecía eso y mucho más.

      Mirando hacia el vidrio esmerilado de la ducha, Lacey pensó en hacer un bailecito triunfante cuando vio la sombra del cuerpo de Ren que se quitaba las gafas de sol para secarlas. Saboreó ese pequeño momento de venganza que calmó su ira por un instante. Lacey abrió el agua caliente y se metió debajo gimiendo de placer al sentir como se calentaba su carne fría.

      Ren apretó los dientes, aún furioso por la forma tan fácil en que le había informado que pediría ayuda a otro la próxima vez que se pusiera cachonda. Arrojarla a la ducha fría había sido causado por su mal genio y su mal genio nunca había sido muy listo. Él tendría que arreglar el error antes de que ella intentara cumplir con su amenaza, siendo intentar la palabra clave porque él nunca permitiría que alguien más la tocara de esa manera.

      Sus labios se abrieron para advertirle que ella condenaría a sentencia de muerte a cualquiera que intentara seducir, pero apretó los dientes con rabia para evitar que sus palabras salieran de su boca.