Amy Blankenship

Lluvia De Sangre


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peligrosa línea la que tenía que cruzar, porque si lo hacía, no habría vuelta atrás.

      No deberían ser compañeros, ¿por qué Storm no había previsto que ocurriera esto? Todo lo que Syn había hecho en ese túnel era ponerla en ridículo. No le parecía que necesitara un compañero cuando todo lo que tenía que hacer era poner una maldita valla alrededor de las salidas y el trabajo estaría hecho.

      El recuerdo volvió para atormentarla como una intensa pesadilla. Allí abajo en los túneles bajo el museo, había sentido una intensa sensación de claustrofobia, que la invadió cuando el techo del túnel retumbaba y se rompió de repente. Fue una terrible sensación el darse cuenta de que estaba en su propia tumba.

      Justo cuando las grandes rocas comenzaron a romperse y a caer a su alrededor, vio como unos cuantos demonios bajaban corriendo por la escalera oculta tratando de escapar a los túneles, y ella estaba justo en el medio. Y hubo una avalancha de escombros detrás de sus talones tragándose a algunos de los demonios que no fueron lo suficientemente rápidos para poder escapar.

      Se había quedado paralizado en el sitio, completamente aterrorizada, y de repente unos brazos la rodearon y la escalera se desvaneció en la distancia antes de desaparecer por completo. Angelica tembló de nuevo y se abrazó a sí misma recordando la sensación de como el túnel se derrumbaba a su alrededor, pero fue lo que pasó después lo que fue su verdadera perdición.

      Cuando su mundo se estabilizó de nuevo, se encontró con que estaban en el tejado de un edificio en lugar de estar debajo de uno. Aun sintiendo la ligera vibración bajo sus pies, giró la cabeza justo a tiempo para ver como el museo se colapsaba dentro de los túneles en los que había estado hace sólo unos segundos.

      Lentamente, miró el cálido pecho contra el que estaba apoyada, notó que sus manos estaban metidas en su camisa, delatando el hecho de que estaba asustada y lo necesitaba. En ese mismo momento, no deseaba nada más que quedarse entre sus fuertes brazos, donde nada pudiera hacerle daño.

      Entonces cometió el error de mirar al magnífico hombre al que se aferraba. Las puntas de su oscuro pelo se alzaron movidas por el aire ascendente del edificio al derrumbarse, pero él seguía impasible, o al menos así lo pensaba ella, hasta que su mirada se cruzó con esos ojos de amatista que la miraban fijamente, llenos de calor y poder indómito.

      La visión le había hecho recordar la primera vez que había visto su cautivadora imagen, dentro de la cueva esa misma noche en que el símbolo se la había aparecido en la palma de su mano.

      Su respiración se aceleró mientras bajaba la mirada hacia sus sensuales labios. Al darse cuenta de que lo deseaba, dio rápidamente un paso hacia atrás en un momento de negación. Syn dejó caer los brazos y ella se separó de su cuerpo, en ese instante sus ojos se volvieron oscuros y melancólicos, una sensación de peligro y ella tuvo que reprimir un escalofrío.

      Angelica levantó la palma de su mano cuando le volvió a su memoria que nada había cambiado desde su primer encuentro, el símbolo seguía ahí con un detalle impecable. Llevaba ahí un buen tiempo. Se estremeció cuando se dio cuenta de que nunca había hecho esfuerzo alguno para quitárselo.

      Syn le había dicho que se lo había dado para su propia protección y por alguna extraña razón ella le había creído. ¿Cuándo había empezado a confiar tan plenamente en él?

      En el pasado hubiera cuestionado cada movimiento, cada motivo de una criatura tan poderosa como Syn. Pero en las últimas semanas, su natural carácter suspicaz había pasado a un segundo plano ante la curiosidad y el calor que Syn le hacía sentir.

      Los miembros del EIP normalmente la describían como una persona solitaria que no estaba interesada en hacer amigos. Así es como ella quería que todos la vieran, para que así se mantuvieran a distancia. Desde que Syn apareció en su vida, sus sentimientos estaban a flor de piel. Ella estaba empezando a obsesionarse con él, tanto como él parecía obsesionarse con ella y quería pararlo, ¿o quizás no? El dolor en su pecho parecía extenderse cuando pensaba en ello.

      –Bienvenidos a la tierra de la confusión, número de habitantes uno —dijo ella como si fuera una guía turística, y el silencio de la sala hizo patente lo patético que sonó. Pero ella era más fuerte que todo eso.

      Angelica miró hacia la marca de su palma preguntándose si era la causa de los extraños sentimientos que tenía por él, de la misma manera que el hechizo de un vampiro. Después de todo, Syn era el progenitor de la raza vampírica, ¿no era así? Necesitaba dejar de no pasar por alto ese pequeño y peligroso hecho. Ya había admitido que no le importaba la guerra contra los demonios, así que, ¿por qué estaba aquí distrayéndola? ¿Por qué sólo la estaba ayudando a ella?

      –Todo esto empezó gracias a ti —acusó al símbolo.

      Levantó su otra mano y la puso contra el intrincado diseño de su palma, con la intención de tratarla de la misma manera que trataría cualquier otra marca demoníaca que hubiera quitado a sus víctimas en el pasado.

      La punta de su dedo índice se puso transparente, buscando el más mínimo indicio de maldad que se atara a él. Una ligera mueca apareció en su cara al no encontrar ninguna intención maliciosa. Concentrándose en el complejo símbolo, se mordió el labio inferior mientras seguía profundamente las líneas, hasta que finalmente pudo superar su poderosa barrera.

      Los labios de Angelica se separaron y tomó aire con fuerza ante las sensaciones que repentinamente la inundaron. Sintió un breve mareo seguido de un duro tirón del sello, en ese mismo instante sus poderes se activaron. La acción la sorprendió tanto que entró en pánico y se sacudió para recuperar su poder, sintiendo que la magia del símbolo la fustigaba y lamía su piel antes de desaparecer por donde había venido.

      No podía decirlo con seguridad, pero juraría que la maldita marca acababa de saborearla.

      Syn apareció silenciosamente detrás de Angelica, sintiendo que había manipulado el enlace que le permitía acceder a su poder para su propia protección. Él había pensado dejarla sola por unas horas, para poder recuperar la calma después de ver que ella lo rechazaba una vez más. Sin embargo, al entrar dentro del sello de su palma, ella lo había convocado sin saberlo para presenciar su inútil intento de romper el vínculo mutuo.

      Esto hizo que su ira resurgiera, ¿estaba tan ansiosa de librarse de él para poder dejar de mentirse a sí misma? Después de buscar durante tantos milenios y finalmente encontrarla, no iba a dejar que rompiera ningún vínculo que había conseguido reestablecer con ella, por pequeño que fuera.

      –Cobarde —se sermoneó Angelica a sí misma por su reacción, y abrió el puño para intentarlo de nuevo. Inspiró con fuerza cuando el sello comenzó a brillar de nuevo con un poder aún mayor.

      –¿Por qué no intentas descargar tu frustración en el que la causó? —preguntó Syn, desde detrás.

      Angelica se estremeció ante su proximidad y se giró para fijar su mirada en su hostigador. Era difícil mantener la mirada cuando él estaba mucho más enfadado que ella.

      Antes de que se diera cuenta de sus intenciones, la había enganchado alrededor de la cintura con uno de sus brazos y la había acercado contra su duro cuerpo. Ella presionó rápidamente con la palma de su mano contra su pecho para intentar mantener cierta la distancia entre ellos. En serio, si él estaba tratando de volverla loca, solo era cuestión de tiempo.

      –Tienes razón. Debería desquitarme contigo —dijo ella con fuerza, y se alejó de él, sorprendida de como se había liberado tan fácilmente, que casi perdió el equilibrio. Apretó los dientes, tratando de ocultar la pequeña decepción que sentía porque él la había soltado tan deprisa.

      Cerrando su mano para ocultar la marca de su palma, dijo lo primero que se le vino a la cabeza: —¿Qué demonios me has hecho?

      –¿Te doy miedo? —preguntó Syn, apoyándose en su cama y cruzándose de brazos.

      A Angelica le sorprendió la pregunta, y frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos también, luego levantó la vista para encontrarse con sus brillantes ojos amatista. Ella podría jurar que brillaban de ira, pero él parecía tan tranquilo y sereno.

      –No