Amanda Mariel

Robándole Un Beso A Un Pícaro


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para nada el tipo de mujer a la que los caballeros le prestan atención. En mis tres temporadas, sólo he bailado unas pocas veces. Nadie ni siquiera se ha acercado a mí, mucho menos me ha cortejado.”

      “Oh, Daphne,” Natalie apoyó su mano en su hombro, “tú eres hermosa y perfecta. Cualquier caballero se sentiría afortunado de tenerte. No seas tan dura contigo misma.”

      Daphne cerró sus ojos, haciendo un esfuerzo por no llorar. Como deseaba que las palabras de Natalie fueran verdad, pero no lo eran.

      Seguramente, Daphne poseía una naturaleza reservada y amable, pero carecía de todas las otras cualidades que un hombre buscaba en una esposa. Nunca había sido una belleza inglesa, ni tampoco se sentía cómoda en un salón lleno de gente.

      Ella meneó su cabeza. “Estás equivocada.”

      “Quítate tu guante,” Lulia se tomó su barbilla. “Déjame ver tu palma.”

      Daphne tragó saliva, mientras miraba a la mujer, con la confusión embrollando sus pensamientos. “¿Mi guante?” preguntó ella, con escepticismo en sus palabras.

      Lulia asintió, con sus rulos negros meneándose. “Sí, tu guante.”

      Natalie tomó la mano de Daphne, luego comenzó a desabotonar el guante de seda blanco, que la cubría. “Lulia lee las manos. Deja que las mire, y te dirá que te depara tu destino.”

      Daphne quitó su mano, su mirada dirigiéndose a una mujer y otra. Ella no creía en esas tonterías.

      Los adivinos no eran más que fraude – eso es lo que su madre le había dicho siempre.

      “¿Qué tienes que perder?” Natalie le tomó su mano nuevamente.

      Daphne entrelazó sus dedos tratando de zafarse. “Madre dice –“

      “Blah, blah,” Natalie interrumpió. “Deja de poner excusas y quítate tu guante.”

      Lulia sonrió, sus ojos brillando. “Tu madre dice que los adivinos son un fraude. Tiene razón, ¿sabes?”

      Daphne la miró en shock. ¿Cómo podía admitir tal cosa al tiempo de estar tratando de leerle las manos?

      “La mayoría de ellos lo son,” Lulia continuó, “pero una gitana bien preparada, perfecciona su oficio. He pasado años, trabajando en el mío.” Ella tomó su mano, y comenzó a observar las líneas de su palma. “Esta es la línea de la vida. Esta es la línea del amor. Nuestras manos revelan mucho de nuestros destinos.”

      Una chispa de esperanza recorrió todo el pecho de Daphne. Quizás Lulia poseía un talento real. Tal vez podía predecirle su futuro realmente. Si fuese así, ¿no querría escucharla?

      Daphne dejó caer su guante, dejando su mano libre de la presión del satén.

      Lulia tomó la mano de Daphne en la suya y comenzó a estudiar sus líneas. Ella deslizó su dedo por una de ellas, hacia abajo.

      Daphne trató de relajarse, pero su corazón latía fuerte mientras miraba. ¿Qué ocurriría si Lulia le decía sólo lo que quería escuchar?

      ¿Qué ocurriría si seguía sus sospechas?

      De todas maneras, Daphne temía lo que le podía decir. Ella retiró su mano. “Esto es un error. No quiero saber.”

      “Tonterías,” Natalie cruzó sus brazos sobre su pecho. “Sólo temes lo que Lulia pueda encontrar. Saca tu cabeza del pozo y toma control de tu vida.”

      La sangre de Daphne ardió, llenándose de furia ante las palabras duras de Natalie.” No tienes idea de lo que estás hablando. Te ruego que mantengas tus opiniones para ti.” Daphne le arrancó el guante a Natalie y volvió a ponérselo.

      Qué raro que ella actuara de una manera tan temeraria. Ella nunca alzaba la voz. Nunca se había enojado tanto, que no pudiera contener sus emociones. Daphne respiró hondo.

      “¿Estás segura que no quieres escuchar lo que tengo para decirte?” Lulia preguntó.

      Daphne dudó, su mente girando con incertidumbre. Una parte de ella desesperadamente quería escuchar lo que Lula había visto, otra parte temía el resultado.

      Ella desvió la mirada. Natalie tenía razón; Daphne era una cobarde.

      “Claro que quiere saber,” dijo Natalie.

      Lulia le brindó una sonrisa amable. “¿Daphne?”

      Daphne dio un suspiro suave, exhalando aún más suave. “Sí. Dime.”

      “Tú no estás destinada a estar sola. El amor puede llegar a tu vida, el verdadero amor. El tipo de amor profundo que inspira poemas y dura durante mucho tiempo.” Lulia recuperó la mano de Daphne, luego le quitó el guante. “¿Ves esto?” Ella deslizó su dedo a través de la línea, debajo del meñique de Daphne.

      Daphne asintió, las lágrimas cayendo de sus ojos una vez más. La esperanza brotando desde dentro de ella era tanta que no podía manejarla.

      “Esta es tu línea del amor. Es derecha y larga, indicando un amor profundo y duradero.”

      Natalie posó su mano en su cadera, ladeándola un poco, mientras una sonrisa se extendía en sus labios. “Ves, Daphne, te dije que no había nada que temer, sólo debes salir de tu propio encierro. Deja de esconderte en los rincones y dale la bienvenida al amor.”

      Daphne no podía discutir porque había sido muy tímida durante mucho tiempo.

      Su prima la entendía bien y la conocía aún más. De todas maneras, Daphne no se sentiría cómoda rodeada de mucha gente. No de la forma en que Natalie se relacionaba con la gente. Ella, simplemente, no era una mariposa social extrovertida, como su prima.

      Lulia le dio una mirada amable a la mano de Daphne antes de soltarla. “Me temo que tu situación no es tan simple. El amor no aterrizará en tu regazo directamente.”

      Daphne mordió su labio inferior. Toda la conversación era una locura. No debería estar involucrada en ella.

      Su madre no lo aprobaría, y la consecuencia emocional lo estaba probando.

      Lulia dijo, “Tu tiempo se está acabando. Si no recibes un beso durante las celebraciones de Navidad, continuarás soltera el resto de tu vida.”

      “¿Las celebraciones de Navidad?” las manos de Daphne se contrajeron, su corazón latía fuerte, al sentir que no tenía ninguna esperanza. “Eso es imposible. Sólo quedan quince días, y no tengo ni un solo admirador. Peor aún, me estaré yendo al campo inmediatamente.”

      Natalie tomó su codo y se acercó. “Deja de ser tan dramática. No es que debas comportarte de esa manera.”

      “Tienes razón, y lo siento, pero tú sabes que digo la verdad.” Daphne pasaría las vacaciones en la casa de Natalie, Harrington Gardens. Su tío, el Duque de Sheridan, había insistido que toda la familia lo complaciera con su presencia, y su madre y su padre habían aceptado.

      No es que a Daphne le importara. A ella le gustaba pasar tiempo en la enmarañada hacienda, tanto como con Natalie, pero encontrar un pretendiente parecía imposible.

      No podía pasearse alrededor de la villa, esperando encontrar extraños al azar para que la besaran, y la hacienda estaría llena de sus parientes. Era muy improbable que pudiera conseguir lo que buscaba.

      “Te estás rindiendo antes de comenzar,” Natalie deslizó su brazo alrededor de Daphne, acercándola. “Pero no todo está perdido, ya verás.”

      Lulia brindó una sonrisa comprensiva. “Cree en tu futuro, y haz que las cosas ocurran. Te sentirás complacida de haberlo hecho.”

      Daphne asintió, demostrando una confianza que definitivamente no sentía.

      Ella temía que lo único que ellas vieran fuera lo rápido que se podía convertir en una solterona. De todas maneras, se quedaría con la poca esperanza