Capítulo 2
Harrington Gardens, Inglaterra
Daphne descendió del carruaje de su familia, siguiendo a sus padres, como la hija obediente que era. El viaje desde Londres había sido insoportablemente largo, sin ninguna otra compañía, excepto su Madre y su Padre.
A Daphne se le había hecho casi imposible sacarse de su cabeza la predicción de Lulia y deseaba desesperadamente discutirlo con alguien. Pobre de ella, se había mantenido en silencio acerca del tema sabiendo que su madre no lo aprobaría.
¿Había llegado Natalie ya? Daphne esperaba que sí, así tendría alguien con quien discutir acerca de su fortuna. Estiró su espalda y giró sus hombros, observando a los carruajes cercanos.
Ninguna llevaba la insignia Nightly, pero eso no significaba mucho, Natalie bien podría haber llegado el día anterior, o aún más temprano esa mañana. Preguntaría por su prima una vez que hubieran entrado.
Cerrando su capa para protegerse del aire frío del invierno, Daphne siguió a sus padres por las escaleras y dentro del vestíbulo. Le sonrió dulcemente al mayordomo, cuando él le hizo una reverencia de bienvenida, y después le entregó su capa a un lacayo.
“Dígame por favor, ¿está Lady St. Vella en la residencia?” Le preguntó al mayordomo.
Una voz grave le contestó desde el fondo. “Está en el salón rosa.”
“Gracias.” Daphne giró para ver de dónde provenía la voz, y su sonrisa se iluminó ante la vista del hermano de Natalie, Bradford. “Hola, primo,” le dijo al acercarse.
Bradford tomó su mano y le dio un beso fraternal en sus nudillos. “Te ves tan hermosa como siempre.”
Se inclinó ante sus padres, antes de besar la mejilla de su Madre. “Bienvenidos, Tía y Tío, espero que su viaje no haya sido muy tedioso.”
En su consiguiente conversación, la atención de Daphne giró al ver que se aproximaba Marcus Wentworth, el Conde de Clarendon. Vivía en una hacienda cercana y era un viejo amigo de Bradford.
Alguna vez, había sido su amigo, también. No es que hubieran pasado por alguna situación desagradable. No, simplemente habían crecido alejados, según habían pasado los años.
Un día, estaban patinando sobre hielo juntos. Luego, sin darse cuenta qué había pasado, Bradford y sus amigos se habían alejado de ella, incluso Natalie y sus amigas parecían no tener tiempo para ella.
Caramba, ella lo estaba mirando como si fuera el hombre más excitante, en que sus ojos se hubieran posado. Sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de lo que estaba pensando, y desvió su mirada. ¿Qué diablos le estaba ocurriendo?
Un momento después, ella lo miró, y su mirada se posó en sus pantalones grises ajustados de franela, un ajustado chaleco, antes de encontrarse con sus profundos ojos azules.
Se había vuelto muy buen mozo – extremadamente buen mozo. Era sabido que él se había ganado el título de sinvergüenza. Un hombre que se viera tan bien no podría evitar que las mujeres lo persiguieran. Pero, no debía tomarse libertades simplemente porque estuvieran rendidas a sus pies.
“Lady Daphne, tanto tiempo.” Él le hizo una reverencia.
Mortificada por la reacción ante él, tragó para sacarse el nudo que tenía en la garganta. “Es verdad, Lord Clarendon. Es un placer verlo aquí.” Ella presionó sus labios, reprendiéndose a sí misma por haber dicho la palabra placer.
¡Por supuesto, que iba a estar allí! Era el mejor amigo de Bradford y un vecino. Debería haber esperado o al menos considerado la posibilidad de que él estuviera presente.
Qué lío se estaba haciendo ella misma.
“Y es un placer verte aquí,” le dijo tomando su mano, para darle un beso en sus nudillos.
Sus mejillas pasaron de estar sonrojadas a arder, y sólo podía imaginar lo rojas que debían estar. Cuando él se incorporó para brindarle una sonrisa elegante, ella pensó que se prendería fuego por la vergüenza que sentía flameando dentro de ella.
Daphne se dirigió a sus padres. “Madre, ¿me excusa que voy a encontrarme con Natalie?”
Su madre asintió. “Por supuesto, querida.”
Daphne giró, luego dio grandes pasos hacia las escaleras. Hubiera corrido si pensara que podía escapar de un comportamiento tan impropio para una señorita.
Deseaba ser invisible, ya que seguramente los otros habían notado su reacción hacia Marcus. Era raro que hubiera estado tan nerviosa ante la presencia de un viejo amigo. Ellos seguramente pensaron lo mismo. Ella fervientemente deseaba que Marcus no lo hubiese notado.
No era que tuviera planes con él. En realidad, a ella ciertamente no le gustaba. Aunque así fuera, ellos no iban a congeniar. Él era un pícaro mundano, y ella era como un alelí marchito.
Aun en su juventud, ninguno de los dos había estado interesado en el otro, más allá de su amistad. Su relación había sido precaria, dependiendo del hecho de que Bradford compartía una conexión entre ambos. Él era el nexo que los mantenía juntos.
Nada había cambiado. Daphne seguía siendo la prima de Bradford, y Marcus, su amigo.
Si no fuera por los lazos que tenían con Bradford, no se hubiesen hablado nunca. Aun ahora, Daphne estaba en Harrington Gardens, porque la hacienda pertenecía a su familia, y Marcus había venido a ver a Bradford.
Sólo había reaccionado así, porque hacía mucho que no lo veía – sin notar cuanto había cambiado con los años.
Él la había tomado con la guardia baja, y debido a su personalidad tímida, ella había reaccionado así.
Daphne se enfocó en su respiración, dio un profundo suspiro seguido de una constante exhalación, mientras recorría los pasillos de las habitaciones, que llevaban al salón rosa. Su pulso se calmó más con su respiración, y al momento de llegar a donde estaba Natalie, su cuerpo se había recuperado normalmente.
Daphne abrió la puerta. “Estoy tan complacida de verte.” Ella entró en la habitación y se sentó en el sofá enfrente de Natalie. “Recién llego, pero tenía que venir a verte inmediatamente.”
Natalie arrugó un pedazo de papel verde que tenía en su mano. “¿Cuál es la emergencia?”
“Oh, no, todo está como debería. Nadie está herido o desaparecido, yo simp –“
La carcajada de Natalie detuvo el embate de Daphne. Ella se tragó sus palabras y miró a su prima, no compartiendo nada de su diversión. “Deja de burlarte.”
Natalie trató de mantenerse seria, pero su sonrisa florecía en su rostro. “Nadie puede evitar hacer bromas cuando lo haces tan fácil.”
Tratar de advertir a Natalie, no le brindaría a Daphne ningún beneficio. Natalie siempre había sido una descarada, la más incorregible en toda la familia.
En vez de continuar hablando del tema, Daphne meneó su cabeza, y después giró su atención hacia la mesa que estaba entre ellas.
Tiras de papeles de colores, cintas, acebo y pedazos de hojas perennes, estaban desparramadas sobre ella. Decidida a ayudar a Natalie a hacer flores de papel, Daphne buscó un pedazo de papel rojo.
Durante varios minutos, ella y Natalie estuvieron en un silencio relativo concentradas en sus artesanías. El tic-toc del sonido del reloj de manto, el crujido del papel y el rechinar del fuego, eran los únicos sonidos que se oían además de sus respiraciones.
Al final, Natalie apoyó su flor en la mesa y le devolvió la atención a Daphne. “Estoy contenta que me hayas buscado.”
Daphne asintió. Era lo más cercano a una disculpa que podía llegar a recibir. Además, no quería quedarse en silencio. Había tenido suficiente durante su