Amy Blankenship

Hastío De Sangre


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seco del cuerpo contra el suelo. Quién hubiera imaginado que podía matar a un demonio vaciándolo... Apostaba que ni siquiera los demonios sabían ese pequeño truco, porque los vampiros desalmados solo buscaban sangre humana. Miró al demonio consumido con disgusto.

      —Puedes llamarme Michael.

      Aterrizó suavemente y fue hacia la puerta. Usando la manga, se limpió los restos de sangre de los labios; luego, miró la sangre negra... sangre contaminada. Abrió la puerta y salió, acomodándose la chaqueta para que no se vieran los rasgones de la camisa.

      Michael giró y desanduvo sus pasos por el mimos camino por el que había venido. Notó que ahora un gran grupo de demonios se había reunido cerca de la entrada del edificio. Debían ser los subalternos de Morgana que querían ver al hombre que había matado a su ama. Estas criaturas no mostraban ningún signo de vida humana, y Michael no les prestó atención mientras pasaba con calma a su lado.

      Había hecho lo que se había propuesto, y ninguna de esas criaturas podía llamarle la atención... El bajo nivel de su poder no valía la pena. Cuanto más poder tenía un demonio, más sabor a sangre de caídos ... Estaba seguro de eso.

      La euforia que le había dado la sangre de Morgana ahora corría dentro de sus venas en un cálido y borroso latido. Lo calentaba y agudizaba sus sentidos. Recordaba eso de la época en que bebía de Aurora.

      Michael quedó helado cuando tuvo plena conciencia de sus pensamientos. El pánico se unió inmediatamente a la euforia, y la idea de Aurora hizo que una masa de miedo se apoderada de su abdomen y que lo recorriera un profundo escalofrío. Recordó la advertencia de Kane en esa azotea, tras haber matado a Samuel. Le había dicho a Aurora los peligros de dejarlo probar su sangre.

      Buscando una razón, se aferró al recuerdo de Samuel que se burlaba de Aurora diciéndole que los demonios que andaban sueltos por la ciudad eran lo suficientemente fuertes para matar con facilidad a un caído ... Eran demonios que ya tenían varios cuerpos de caídos en su haber. Estos amos demonios eran un peligro para Aurora... Samuel no había mentido al respecto.

      Una lenta sonrisa acarició los labios de Michael. Ahora tenía una razón válida para alimentarse de los demonios que habían soltado en Los Ángeles. No solo estaría protegiendo a Aurora, sino que también podría satisfacer sus ansias con la sangre diluida de un híbrido. Al tomar cantidades tan pequeñas, podía controlar mejor los efectos colaterales, como terremotos y muerte por Syn.

      —Ganamos todos —musitó Michael y hundió las manos en los bolsillos mientras disfrutaba su viaje y buscaba a su próxima víctima.

      Capítulo 4

      Micah suspiró por enésima vez desde que llamó a Alicia. Hasta el momento, Tasuki había ido a ver cómo estaba la mujer lobo seis veces, Titus había echado a tres oficiales más cuando Phillip comenzó a tener problemas para mantenerlos afuera, y el guardia cautivo había empezado a mordisquearse la muñeca en un intento de liberarse de su silla.

      Claro, no era exactamente culpa del guardia si estaba desesperado por escapar. Se habían aburrido y habían comenzado a provocarlo a través del intercomunicador diciéndole todo lo que Lucca le haría cuando se enteraran de que era un soplón.

      —No era así como quería pasar el día —se quejó Tasuki.

      —Entiendo —musitó Micah deseando que Alicia se apurara. Le había dicho que Damon no estaba con ella y eso hacía que tuviera aún más deseos de verla.

      Tasuki le dio una mirada a Micah.

      —Tengo curiosidad: ¿cuántos pumas y jaguares hay en esta ciudad?

      —Unos cuantos cientos, por lo menos —respondió Micah—. Pero no todos se juntan con la manada. Algunos están satisfechos con su pareja y tratan de vivir una vida humana normal. Incluso conozco a varios que tratan de actuar completamente como humanos... a punto tal que su pareja no sabe que es un cambiaformas.

      —¿No tienen impulsos o algo así? —preguntó Tasuki encogiendo los hombros.

      Micah sonrió.

      —Sí, es una de las pocas cosas en las que Hollywood no se equivocó. Al menos una vez cada tantos meses necesitamos salir de la ciudad y correr libres. Los cambiaformas que simulan ser humanos lo único que tienen que hacer es decir que van a escalar durante el fin de semana o algo así. Podemos sobrevivir con comida regular y una vida normal, pero si no seguimos nuestro instinto de cambiar y correr de vez en cuando, tendemos a ponernos un poco irritables... o algo peor.

      —Me parece que hace rato que no sales a correr por el lado salvaje. —Tasuki sonrió burlonamente.

      El retruque de Micah murió en sus labios cuando la puerta principal se abrió y oyó que entraban dos personas. Fue a la sala de observación y la entreabrió para ver. Parte de su entusiasmo se desvaneció al ver que Damon había decidido acompañarla.

      —No te hagas muchas ilusiones de que un Dios del Sol pueda inspirar asombro: estás a punto de conocer a uno —dijo Micah con un toque de sarcasmo—. Yo todavía creo que es otro nombre para imbécil.

      Tasuki alzó un ceja.

      —¿Es inteligente decirle imbécil a alguien con el título de Dios?

      —Si le cabe el sayo —Micah se encogió de hombros.

      Damon hizo una mueca preguntándose cuánto tiempo más el policía uniformado que estaba afuera iba a seguir manteniéndose en una pierna. Es lo que se merecía el infeliz por decirle a Alicia que no podía entrar. Viendo a Titus que se acercaba dando zancadas, en silencio se preguntó cómo se vería un hombre lobo alfa caminando con sus manos mientras daba órdenes a su manada. Damon decidió que ya estaba aburrido, y suspiró.

      —Alicia, qué bueno que pudiste venir —dijo Titus y saludó a Damon con un leve movimiento de la cabeza. Tuvo que contenerse para no frotarse el mentón recordando la fuerza que Damon había puesto en ese puñetazo de su primer encuentro. Volviendo su atención a Alicia, notó el bolso de cuero negro. —¿Son las cosas que le trajiste?

      Alicia asintió y le dio el bolso.

      —Sí, incluso puse un cepillo y un poco de maquillaje, por si acaso.

      Titus sonrió.

      —Estoy seguro de que, en este punto, cualquier cosa será bienvenida. La puse en la única celda con ducha que tenemos. No es una prisionera, pero cuando la rescatamos dio señales de ser salvaje, así que tuvimos que sedarla —dijo omitiendo la parte de que estaba en celo—. Con suerte, encontrar todo esto cuando se despierte la va a calmar. Déjame que le lleve esto y empezamos.

      Los músculos de la mandíbula de Damon se tensaron cuando apretó los dientes. Bajó la mirada hacia la cabeza de Alicia preguntándose qué había querido decir Titus con «empezamos».

      Alicia se mordió el labio cuando recordó que nunca le dijo a Damon la otra razón por la que había aceptado venir.

      —¿Puedo verla? —preguntó, tratando de detener a Titus.

      —No veo por qué no. —Titus se encogió de hombros.

      Condujo a Alicia y su imponente compañero a través de la puerta que llevaba a las celdas. Cuando llegaron, Titus tomó las llaves y abrió la puerta de la celda. Tras colocar el bolso sobre el suelo, al lado de la cama, volvió a salir con cuidado.

      —Es hermosa —susurró Alicia sintiendo pena por ella—. Parece que ha estado en forma de lobo por semanas... Eso es peligroso, ¿no?

      —Sí, espero que, cuando despierte, se sienta lo suficientemente a salvo para cambiar —dijo Titus.

      —Apenas ha dejado atrás la adolescencia —observó Damon rodeando a Alicia con su brazo al sentir su tristeza.

      —Boris calculó que tiene unos veinte —respondió Titus.

      —Pobre chica —susurró Alicia con un hilo de voz y de pronto estuvo