mutuamente y luchaban juntos en las pequeñas batallas diarias.
Gregor respondió con una carcajada, ya que entendía lo que el mago quería decir. "¡Cierto! Ahora que te has graduado, puedes salir de la torre, y puedes llevarme contigo, como compañero, es genial".
La vida en la escuela de magia era muy dura para los aprendices, sus días estaban llenos de estudio y poco descanso.
Ningún aprendiz podía dejar la torre hasta su graduación, excepto para algún recado fugaz. Y nadie que no formara parte de la academia podía entrar excepto con un permiso especial del maestro supremo.
"Por supuesto, eres mi ayudante, y lo serás por mucho tiempo", respondió Talun con un aire de superioridad, y el otro lo miró con aire de gravedad, sólo para estallar de nuevo en una risa estruendosa.
Talun era amable, pero tenía un defecto: siempre pretendía estar por encima de todos, quizás para protegerse a sí mismo, o quizás porque era verdaderamente superior a los demás.
Se levantaron del banco del jardín de la academia, situado a los pies de la torre, se trataba de un vasto semicírculo cubierto de vegetación, y con una enorme rosa de los vientos en el centro, grabada en piedra y decorada con runas e imágenes de antiguas leyendas. Una de ellas narraba cómo el grabado había sido donado por los reyes enanos al viejo decano como muestra de agradecimiento después de la Guerra Sangrienta.
Los dos amigos caminaron hacia sus habitaciones.
Talun no durmió mucho aquella noche, todavía estaba emocionado por el examen y su primera salida, sin compañeros adultos escoltándolo. En la oscuridad de su habitación, se sintió observado. Se levantó y se dirigió a la enorme ventana de su habitación. Las gotas de agua se estrellaban contra el vidrio, dificultando la observación del exterior. Talun pasó su mano por la superficie para limpiarla de la escarcha; un rayo iluminó su rostro, casi asustándolo, luego vino el trueno.
La mañana llegó de todos modos, la tormenta había dejado un olor a tierra húmeda y un aire helado. Talun sintió que se filtraba en sus huesos.
El día pasó rápidamente entre pequeñas tareas y algunos viajes por la capital. Y llegó la noche, y con ella el frío punzante se convirtió en un viento helado. Sus pasos eran acompañados por el sonido de los postigos que se golpeaban contra las ventanas cerradas de las pequeñas casas. El mago vio que Gregor caminaba hacia él, tenía en su mano el permiso firmado por el maestro supremo para salir de la academia.
"Está helando, vamos a emborracharnos un poco", dijo el eufórico Talun.
Se dirigió con Gregor a la posada y allí celebraron durante horas, recordando divertidas historias y cantando a todo pulmón, hasta que sólo quedaron ellos dos.
En un momento dado la mesera les dijo que era hora de cerrar.
"Oye, ¿has visto eso? ¡Es la chica mitad elfa! He oído hablar de ella en ocasiones. ¡Que hermosa es!", dijo Gregor, emocionado por el vino también. En la antigüedad, cuando las dos razas aún estaban unidas, no era inusual que elfos y humanos se enamoraran. Pero después de la Guerra Sangrienta, la gente de la luz se retiró a los bosques, decidiendo dejar de mezclar su sangre élfica con la humana.
"Sí, pero ahora debemos irnos, es tarde y estoy muy cansado, no he descansado mucho últimamente y quiero recuperar mi energía para el estudio". Talun trataba de disuadir a su amigo antes de que pensara que podía hacerle preguntas imprudentes a la muchacha, avergonzándolo. Además, cada mañana los magos se veían obligados a recitar fórmulas con el objeto de activar la energía necesaria para realizar los hechizos y la práctica requería tiempo y concentración.
Talun se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta, en eso, esta se abrió de par en par y entró un hombre herido, trayendo consigo algo de aguanieve y el aire urticante del invierno.
La chica caminó rápidamente hacia él. El chico lo sostuvo y lo ayudó a sentarse, estaba completamente vestido de negro, podría pasar por un guerrero bárbaro. Era alto, de cabello largo y blanco como la nieve y ojos cubiertos con un velo negro, como la noche más profunda.
"¿Se encuentra bien?" preguntó Talun con voz preocupada.
Pronunció en silencio un hechizo, que la gente a su alrededor no entendió, ya que su susurro fue demasiado rápido. Este liberó una energía color verde claro de su mano y la herida se cerró en el acto.
"¡Eres un mago!" exclamó Rhevi con asombro. Afortunadamente, el abuelo Otan ya se había retirado a su habitación. Si hubiera visto la escena, habría tenido un ataque al corazón.
"Sí, para ello hemos dedicado lo mejor de nuestro tiempo", respondió Talun con convicción.
"Sí... sólo que nadie lo sabe todavía", respondió Gregor con una expresión entre divertida y sarcástica.
El hombre se puso de pie y dijo: "Gracias, estaba buscando un mago, fui atacado fuera de la ciudad, por algo... una bestia... una bestia que nunca antes había visto". Mientras pronunciaba estas palabras, la herida se reabrió, y la sangre brotó de nuevo.
Talun estaba incrédulo. "¿Cómo es posible? Acabo de lanzar un poderoso hechizo de curación, ¿qué podría haberle causado una herida que no puedo curar? ¿Qué tipo de bestia podría ser?"
El extranjero lo miró directamente a los ojos, y el mago se perdió en aquella mirada hechicera y desconocida.
"Una extraña bestia, muy antigua, ¿estarían dispuestos a ayudarme?" Su voz era cálida, su tono era intenso, encantador, hasta el mejor bardo se habría detenido a escuchar.
Rhevi apenas podía creerlo, su imaginación ya explotaba, proyectándola en incursiones, fugas y misiones imposibles, ¡por fin tendría la oportunidad de vivir una verdadera aventura!
Talun pensaba lo mismo, ya listo para responder de manera afirmativa.
Gregor, en cambio, hizo un gesto con la cabeza, como indicando que no le atraía mucho la idea, luego el hombre lo miró a los ojos y algo se iluminó en su mirada.
"¡Hora de ir a la escuela!" exclamó y salió por la puerta, como una marioneta.
"¿Qué le has hecho?" preguntó Talun al extraño.
"Nada, pero no lo necesito, y tú ya has aceptado..." respondió en un tono extraño, como si hubiera leído su mente. "No he aceptado nada, dinos que es lo que quieres", respondió Rhevi, extrañada pero curiosa... Todo era muy extraño, y de repente se quedó desconcertada por aquella figura ambigua.
"Quiero que me traigan una hoja... para que pueda curar la herida. ¿Pueden hacerlo?"
Talun dijo inmediatamente: "¿Tan sólo eso, una hoja? ¿Para sanar? Usé magia y no pude hacer nada, ¿cómo es que que una simple hoja puede curarte? Pero si estás tan seguro, dime dónde puedo encontrarla".
El hombre respondió sin mirarlo. "Es mágica, por eso puede curarme".
Se volvió hacia Rhevi. "¿Puedes, chica?"
Ella ni siquiera pareció considerar la petición. "Por supuesto que puedo".
"Con eso bastará. No hay necesidad de pedir más ayuda", dijo Talun.
El desconocido puso una mano en su corazón y la otra en el de la chica. Sin darle mucha importancia a las declaraciones del mago. "Bien, pero deben jurarlo".
Ante el contacto, Rhevi sintió una pesadez en el pecho, como si le hubieran colocado encima una piedra. Pero aún así respondió: "Lo juro". Y luego dijo: "¿Por qué no confías en nosotros?"
Ni siquiera la miró, e hizo que Talun repitiera el mismo juramento, y luego dijo: "Por supuesto que confío en ustedes, pero soy un hombre de la vieja escuela, ¡y cuando decides ayudar a alguien, tienes que jurarlo!" Dicho esto, caminó hacia la puerta con gran dificultad, dejando un pequeño rastro de sangre detrás de él.
"Una disculpa, olvidé presentarme, mi nombre