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Ética
Bíblica
Cristiana
David Clyde Jones
Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253
Publicado por:
Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org
ISBN 978-1-629461-62-5
© Copyright, 1994 por David Clyde Jones Todos los derechos reservados. Orginalmente publicado en el inglés bajo el título, Biblical Christian Ethics, by Baker Books, a division of Baker Publishing Group, P.O. Box 6287; Grand Rapids, Michigan, 49516, USA. All rights reserved. Used by permission.
© 2014 Copyright. Publicaciones Faro de Gracia. Taducción al español fue hecha por María Angélica Ramsay, y revisada por Armando Molina. Diseño gráfico de la portada por Greg Warner de Small Reflections, y el diseño de las páginas por Sara Younis.
Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio – electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro– excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores.
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Contenido
2 La meta de la vida cristiana
3 El motivo de la vida cristiana
4 La dirección de la vida cristiana
5 Las formas principales del amor
6 Las normas universales del amor
7 La resolución de los conflictos morales
9 El divorcio y el nuevo matrimonio
Prefacio
Mi padre fue criado en una pequeña granja en las montañas de Carolina del Sur, antes de dedicar su vida al comercio. Siempre le gustaba contar la historia de un agente del gobierno que llevó algunos folletos a un granjero, con información acerca de cómo arar siguiendo el contorno de la tierra, acerca de como variar el tipo de granos que cultivaban, y otros consejos semejantes. Dijo, “Lea estos folletos, y usted podrá mejorar sus cosechas.” El granjero miró los folletos, se los devolvió, y contestó, “¿Para qué voy a leerlos? ¡Ni siquiera pongo en práctica lo poco que ya sé acerca de la agricultura!”
Se supone que un libro acerca de la ética cristiana debe ayudarnos a mejorar nuestra vida, pero si somos honestos, tenemos que admitir que no ponemos en práctica lo poco que ya sabemos acerca de la ética. Nuestro mayor problema no es una falta de información. Si el Espíritu Santo no da vida a nuestros huesos, quedaremos tirados en el fondo del valle, quebrantados y muy secos. Sin embargo, el Espíritu opera a través de la Palabra, y una comprensión más completa de lo que Dios nos ha llamado a ser y hacer puede ser instrumental en motivarnos a buscar crecimiento en la vida cristiana. Con esa expectativa, ofrezco mis folletos, tales como son.
El título, Ética bíblica cristiana, pretende subrayar la unidad de la teología y la ética. Partiendo de la presuposición de que las Santas Escrituras del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento son la única regla de fe y práctica, reconocemos que la Biblia es la fuente y la norma, no solamente para doctrina, sino también para la ética. De acuerdo con esta perspectiva, la ética y la dogmática no son disciplinas separadas, sino partes integrales del estudio de la revelación que Dios nos ha dado acerca de Sí mismo y acerca de Su voluntad para el hombre.1 Con razón, la ética cristiana se considera una subdivisión de la teología sistemática; se podría llamar la doctrina de la vida cristiana.
Cuando comencé a enseñar ética teológica hace unos veinte años, el hombre que había organizado una conferencia sobre el cristianismo y la política me preguntó en una conversación casual, quién había tenido más influencia sobre mi enfoque de la ética. Como no estaba muy preparado para dar una respuesta seria, contesté con humor, “¡Moisés!” La verdad es que tenía un poco de vergüenza que no había leído mucha teología en esta área, y tampoco podría decirle qué influencia habían tenido en mí los teólogos. Ahora diría que sigo la tradición reformada en la ética, especialmente Agustín acerca de la meta de la vida cristiana, Calvino acerca de las normas, y Jonathan Edwards acerca del motivo de la vida cristiana. Además, he prestado mucha atención a luteranos evangélicos acerca de la distinción entre la ley y el evangelio. Finalmente, admiro el análisis estructural de Tomás de Aquino, sin compartir otros de sus postulados.
En cuanto a los credos, estoy comprometido con la Confesión de fe de Westminster. Pero según sus propios principios, los credos “no deben ser la regla de fe o de conducta, sino una ayuda para ambas.” (31.3)2 En este libro, cuando se cita la Confesión y los Catecismos de Westminster, se hace en ese espíritu.
Quisiera expresar mi gratitud con el directorio de Covenant Theological Seminary, por permitirme generosamente tener un año sabático, y el tiempo para escribir este libro. También doy gracias a John W. Sanderson hijo, quien ha sido mi profesor, mi colega, y mi amigo (y quien me inició en la enseñanza de la ética cuando era jefe del departamento de teología sistemática), por leer los primeros capítulos del libro y por hacer muchas sugerencias valiosas. Finalmente, doy gracias a Sue Ellen Bilderback Jones, mi compañera de vida y mi colega en el ministerio, quien comparte mis esperanzas, calma mis temores, me anima a escribir, y – como profesora de inglés y mucho más – siempre me ayuda a mejorar el estilo.
CITAS BÍBLICAS
Todas las citas bíblicas han sido extraídas de la versión Reina Valera 1960, excepto cuando sea indicado que se utilizó otra versión.
1 Las preguntas de la ética
¿Cuáles son las metas que debemos buscar? ¿Qué clase de personas debemos ser? ¿Cuáles son las normas que debemos seguir? Estas son las grandes preguntas que el estudio de la ética pretende contestar.
Estas preguntas implican que la conducta humana está sujeta a una evaluación triple, desde el punto de vista ético. Primero, el fin que buscamos debe ser bueno, intrínsecamente digno de ser perseguido. Segundo, nuestro motivo también debe ser bueno, surgiendo de un buen carácter. Tercero, el medio para lograr el fin también debe ser bueno, de acuerdo con principios correctos, ya que ni un buen fin ni un buen motivo es compatible con un medio corrupto. Para que nuestra conducta sea digna de aprobación, debe ser buena en los