David Clyde Jones

Ética bíblica cristiana


Скачать книгу

precepto: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento [plērōma] de la ley.” (NVI)97

      El mandamiento de amar a nuestro prójimo aparece por primera vez en Levítico 19.18. El contexto (capítulos 17-26) a veces se llama el “código de santidad”, debido a la expresión clave, “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19.2). Se repite constantemente el fundamento de la conducta, “Yo soy vuestro Dios”, o más conciso, “Yo soy el Señor”. El mandamiento de amar ocurre dos veces (Levítico 19.18, 34); en cada caso, ayuda leerlo junto con el contexto del versículo anterior.

      “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.” (Levítico 19.17-18)

      “Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.” (Levítico 19.33-34)

      La revelación en el Antiguo Testamento de la voluntad de Dios no es solamente moralidad externa. Se prohíbe el odio en el corazón; se condena tanto la actitud de resentimiento, como el acto de vengarse. Cuando se habla del amor, se ve que debe producir actitudes y acciones apropiadas—incluyendo cuando uno debe reprender en amor. Como dice Peter Geach, el amor no es “una fatua amabilidad hacia cualquier conducta pecaminosa o cualquier falta de fe”.98 Tampoco se puede reducir a una interpretación muy estrecha del “hermano” o “prójimo”, con la intención de justificar la discriminación basada en raza o situación social. Israel recibió el mandamiento de amar al extranjero, y no solamente a los propios judíos. Para apoyar esto, Dios les recuerda de su experiencia en Egipto. Cuando Dios liberó a su pueblo, era un ejemplo que ellos debían seguir. “[Dios] hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Deuteronomio 10.18-19, vea también Efesios 5.1-2). El amor hacia el prójimo, tal como el amor hacia Dios, se debe entender como un complejo de disposiciones de afecto y voluntad. Pensar, “Amo a mi prójimo, pero no me gusta”, significa hacer una separación entre actitud y acción. El amor es un afecto que desea el bien para la otra persona. Jonathan Edwards destaca la relación entre el amor hacia el prójimo y el amor hacia Dios:

      “Amor hacia Dios es el fundamento del amor hacia las personas. Amamos a las personas, o porque tienen alguna semejanza con Dios en su naturaleza o espiritualidad, o porque tienen una relación con Dios: son sus hijos, son sus criaturas, son amados por Dios, reciben la misericordia de Dios, o están relacionados con él de alguna manera.”99

      El afecto hacia Dios produce un afecto hacia otras personas que están en relación con él, resultando en acciones apropiadas de acuerdo con cada relación. Por ejemplo, debemos amar a los que nos persiguen, no odiarlos, porque son la imagen de Dios, y reciben también la oferta del evangelio (Mateo 5.44; Santiago 3.9; 2 Pedro 3.9). Si nuestro enemigo tiene hambre, debemos darle de comer, y no dejar que se muera de hambre; es una criatura de Dios, y debemos mostrarle misericordia (Lucas 6.35; Romanos 13.20; Proverbios 25.21). El pasaje de Pablo sobre el uso de la libertad cristiana une el afecto con la volición cuando dice, “servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5.13).100 Las acciones, aunque sean loables en sí mismas, como dar las posesiones a los pobres, no valen como obediencia cristiana, si falta la actitud afectiva (1 Corintios 13.3). Por otro lado—y esto es más frecuente—profesar amor, sin que esto lleve a la acción, no es el amor. “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (1 Juan 3.17-18).

      Habiendo establecido que el amor es tanto afecto como volición, ahora falta explicar cómo debemos entender la frase, “como a ti mismo”.101 ¿Será cuestión de cantidad? (Amar a tu prójimo tanto como a ti mismo.) ¿O será cuestión de calidad? (Amar a tu prójimo de la manera en que te amas a ti mismo.) Si lo entendemos como cantidad, en el sentido estricto, debemos amar al prójimo ni más ni menos que a nosotros mismos. Sin embargo, la Biblia no exige un amor igual hacia todos, un amor que provee los mismos beneficios para todos. Además, la Biblia honra a la persona que se sacrifica a sí misma, dando preferencia a los demás. Por otro lado, el hecho de reconocer que mi prójimo es una persona como yo despierta empatía acerca de sus necesidades, y voy a tratarlo de la misma manera en que me trataría a mi mismo. Si entendemos el segundo gran mandamiento en el sentido de calidad, esto encaja bien con el otro gran principio de amor establecido por Cristo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7.12, vea también Lucas 6.31).102

      Amar al prójimo significa mostrar afecto en beneficio de personas como nosotros mismos. El amor actúa para el bien de los demás, por cariño. El cariño influye en la manera en que percibimos los intereses de los demás y cómo expresamos el amor en las diferentes circunstancias de la vida. Las personas se relacionan con nosotros en distintas maneras, y debemos tomarlas en cuenta. El amor cristiano se extiende a los que probablemente no responderán. Pero si esto fuera la única expresión válida del amor, no podríamos amar a nuestros amigos, sino solamente a los enemigos. La distinción aguda entre el amor sacrificial y el amor mutuo haría imposible de entender Juan 15.13 (y muchos otros pasajes acerca de la ética): “Nadie tiene mayor amor [agapē] que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15.13). El mandato de amar al prójimo tiene aplicación universal, pero se expresa en distintas maneras, dependiendo de la relación que existe, sean miembros de la familia, miembros del Cuerpo de Cristo, miembros de la sociedad, miembros de la aldea global— todas las comunidades en la cuales participamos por la providencia de Dios.

      Lo distinto del amor cristiano es que todos sus objetos son amados por causa de Dios. Si alguien objeta que debemos amar a las personas por su propia causa, y no por algún motivo ulterior, debe leer la respuesta de Illtyd Trethowan:

      “’Estás diciendo’, alguien responderá, ‘que debemos amar a otras personas por causa de Dios. Eso es justamente lo que no queremos hacer. Queremos amarlas por su propia causa.’ Yo contesto que amar a las personas porque son criaturas de Dios, porque reflejan a Dios, es la única manera de amarlas tal como son. Decir que son criaturas de Dios no es simplemente un hecho interesante; es una verdad esencial acerca de ellas. Es verdad que tienen valor en sí mismas, pero solamente porque Dios les dio ese valor. Si no vemos a Dios como la fuente de su valor, no veremos su verdadero valor.”103

      No debemos entender que el gran mandamiento y el segundo gran mandamiento están distribuidos en las dos tablas de los diez mandamientos, como si el amor hacia Dios se manifestara solamente en los cuatro primeros mandamientos del decálogo. Hay buenas razones para pensar que las “dos tablas” mencionadas en Éxodo y Deuteronomio son realmente copias del mismo pacto, uno para el Rey y otro para los súbditos, tal como era la costumbre en aquella época. Cuando Dios dice, “Ámenme y guarden mis mandamientos”, significa que debemos guardar todos los mandamientos por su causa, por amor hacia él. Esto incluye tanto el servicio en beneficio del prójimo, como el servicio en la forma de adoración. El decálogo es el texto del pacto con Israel; todas las diez “palabras” explican cómo debemos expresar el amor y la lealtad como el pueblo redimido de Dios.

      EL AMOR PROPIO

      El mandamiento de amar al prójimo como a mí mismo implica que realmente me amo a mí mismo en algún sentido. La pregunta es si este amor propio es un pecado, si es simplemente natural, o si es bueno.104 ¿Debemos entender el mandamiento como, “Ama a tu prójimo como te amas [pecaminosamente] a ti mismo”; como, “Ama a tu prójimo como te amas [naturalmente] a ti mismo”; o como “Ama a tu prójimo como te amas [correctamente] a ti mismo”? Históricamente, cada interpretación ha sido defendida. En algunos casos, como en el caso de Agustín, se ha interpretado el amor propio como algo ambiguo, que en