Nina Harrington

Enemigos apasionados - De soldado a papá - Como una princesa de cuento


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no se acercan a las que ves desde aquí.

      –Debe de ser maravilloso poder volver a esta casa cuando te apetezca y contemplar este cielo nocturno. ¿Sabes que esto es el sueño de todo escritor? Un tranquilo retiro rural donde centrarte únicamente en ser creativo. Es mágico.

      El silencio se prolongó más.

      –Ese es el problema –respondió él al final con voz queda–. Es mágico, pero la mayor parte del año está vacío y los únicos seres que se benefician de él son los gatos y mi ama de llaves. Siempre estamos tan ocupados… Siempre hay tanto que hacer como para quedarse quietos…

      La tristeza que proyectó le atravesó el corazón.

      No había esperado que Mark le cayera bien o le importara, pero así era. Más de lo recomendable.

      Tuvo un escalofrío y se frotó los brazos.

      –¿Tienes frío? –preguntó él.

      –Un poco. Probablemente, ya es hora de que vuelva dentro.

      Sintió el crujido de la tumbona cuando él se levantó y dio dos pasos hacia ella. Antes de que pudiera hablar, le había tomado las manos y la ayudaba a ponerse de pie.

      –Los astrónomos aficionados debemos mantenernos unidos –murmuró, pegando el cuerpo a la espalda de ella al tiempo que le rodeaba la cintura con los brazos.

      Una calidez y fortaleza deliciosas llenaron el cuerpo de Lexi y de forma instintiva se apoyó en él para disfrutar del calor de su proximidad.

      Mark levantó un brazo y señaló en dirección a una brillante estrella en el horizonte, justo debajo de la luna nueva.

      –Solía leer todos aquellos estimulantes cómics sobre misteriosos invasores de Venus o Marte. Me aterraban. Sospecho que es el motivo por el que mi padre me compró el telescopio. Para que la ciencia pudiera sustituir a los sueños y las fantasías sobre alienígenas y naves espaciales.

      –¿Y qué decía tu madre? –Lexi luchó por mantener la voz firme ante esa súbita intimidad.

      –Oh, ella no dejaba de traerme cómics. Quería que mantuviera la mente abierta a todas las opciones. La adoré por eso.

      –Debió de ser extraordinaria –musitó ella en la oscuridad.

      –Sí, lo era –hubo una pausa–. Gracias por convencerme de continuar con la biografía. Creo que va a ser una magnífica celebración.

      Lexi giró hasta quedar de cara a él.

      –De nada. Buenas noches. Espero que duermas bien.

      Apoyó los dedos frescos a cada lado de la cara de él y le rozó los labios con un beso fugaz que se demoró un poco más que el que Mark le había dado ante la vista panorámica junto al risco. Tenía los labios cálidos y acogedores y titubeó un instante antes de apartarse.

      Mark pareció quedarse paralizado. Luego la aferró por los hombros, la pegó con fuerza contra su cuerpo y avanzó hasta apoyarle la espalda contra la pared de la casa, de modo que cuando la besó, su cuerpo flexible no tuvo dónde ir.

      El beso que le dio fue el de un hombre decidido a desterrar todo pensamiento lógico de su mente, explorando su lengua y sus labios mientras sostenía el peso de su cuerpo entre sus musculosos brazos.

      Ella subió las manos a su cabello, tan maravilloso y suave como se había imaginado.

      Pero al moverse había roto el hechizo. Mark retrocedió de la pared con piernas inseguras.

      Le acarició con el pulgar el labio inferior, provocándole hormigueos en sitios donde realmente no quería tenerlos.

      –Eres francamente irresistible, ¿lo sabías? –murmuró él.

      Lexi logró asentir.

      –Tú también.

      –Pero probablemente no sea una buena idea –Mark contuvo una sonrisa–. Teniendo en cuenta las circunstancias –le tocó la punta de la nariz–. No se repetirá. Buenas noches, Lexi. Que duermas bien.

      Lo observó entrar en la casa. ¿Dormir? ¿Después de ese beso? ¿Estaba de broma?

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