Nina Harrington

Enemigos apasionados - De soldado a papá - Como una princesa de cuento


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padre me había enviado a Mumbai para negociar con los dueños de una empresa nueva y floreciente de tecnología, por lo que estaba en la India cuando recibí la inesperada llamada de la amiga de mi madre para contarme que la habían ingresado de urgencia.

      –Qué terrible. Nadie debería recibir una llamada semejante estando tan lejos.

      –Las siguientes veinticuatro horas probablemente fueron las más largas y agotadoras de mi vida. Pero, si cabe, empeoraron cuando llegué. Cassie había ido a recogerme al aeropuerto. Jamás olvidaré cuando entré en aquella habitación del hospital. Apenas la reconocí. Le salían tubos de todas partes, estaba rodeada de personal médico y no podía entender por qué seguía comatosa. Se la veía tan sin vida, tan blanca y quieta.

      Movió la cabeza y cerró los ojos mientras Lexi se acercaba más a él.

      –Luego los médicos nos llevaron a una sala privada y finalmente empezó a salir la verdad.

      Suspiró.

      –Nuestra adorable y hermosa madre no había ido a Londres a quedarse con una vieja amiga y a recaudar fondos para actos de beneficencia. Había ido para someterse a una cirugía estética. No nos lo contó porque sabía que intentaríamos disuadirla. Según su amiga, hacía meses que había planeado la operación, como un regalo de Navidad para ella misma. Porque necesitaba potenciar su autoestima.

      –Oh, Mark.

      –Tenía programada la operación el lunes por la mañana, se desplomó el lunes por la noche y nos dejó el martes por la mañana. Mientras yo estaba en una comisaría de Londres, donde recibía una advertencia por atacar a un miembro de la prensa. Tu padre –chasqueó los dedos–. Con esa rapidez puede cambiar tu vida.

      Lexi sintió que las lágrimas caían por sus mejillas. Pero aún no podía hablar, no hasta que él estuviera listo.

      –El cirujano no paraba de decirnos que si hubiera sobrevivido al aneurisma, podría haber quedado con una lesión permanente en el cerebro o discapacitada, como si eso pudiera ayudar de alguna manera. No lo hizo.

      –¿Cómo lo superó tu padre? –inquirió ella.

      –No lo ha hecho –susurró Mark–. Hace unos años luchó contra el cáncer que había entrado en remisión hasta que esta muerte lo destrozó. Desde entonces no ha vuelto a ser el mismo. Es como si toda la luz hubiera salido de su mundo. Lucha, pero está decidido a hacerlo solo, y no hay nada que Cassie o yo podamos hacer excepto tratar de que sus días sean lo más luminosos y positivos que sea factible.

      –¿Y crees que este libro ayudará? ¿Por eso aceptaste el proyecto?

      –Mi hermana cree que es lo único que lo mantiene animado. Él quiere que sea una celebración de su vida en vez de las tonterías que escribirían los periodistas de la prensa amarilla con el único fin de sacar un beneficio de un titular escandaloso.

      –Pero ¿qué me dices de ti? ¿Qué te ayudaría a ti a dolerte por la pérdida?

      –¿Yo? No sé por dónde empezar. A veces no puedo creer que no la volveré a ver jamás o que ya no oiré su voz. No quiero pensar en todos los acontecimientos futuros ni en las ocasiones especiales de mi vida en las que habrá una silla vacía con el nombre de ella. Y luego está la culpabilidad. Es lo más duro de todo.

      –¿Culpabilidad? ¿Por qué sientes culpabilidad?

      Él cerró los ojos.

      –Veamos. Nunca tenía tiempo para pasarlo con mi madre a solas por las obligaciones que asumí a la muerte de Edmund. Siempre cancelaba en el último minuto las citas para comer con mi mayor fan por alguna reunión de negocios. Ah, sí, y no olvidemos la principal. El motivo por el que se sometió a la cirugía estética.

      Alzó la cabeza y la miró a la cara. Ella pudo ver que tenía los ojos húmedos, pero se sintió impotente de hablar bajo la intensidad de sus ojos.

      –Le dijo a su amiga que se sometía a la operación porque no quería decepcionarme en mi fiesta de compromiso. No se sentía lo bastante hermosa para estar junto a mí y la aristocrática familia de mi futura esposa. De modo que se fue a Londres sola y entró en el quirófano sola. Por mí. ¿Has oído algo más ridículo en tu vida?

      Capítulo 7

      –OH, MARK –susurró Lexi asombrada–. ¿Por qué crees que tu madre se sentía de esa manera? Si era arrebatadoramente hermosa.

      –Por la presión. La competencia de otras actrices para los papeles en la televisión y en el cine. Cada vez que nos veíamos me hablaba de la desilusión de ser rechazada para los papeles que de verdad quería interpretar –suspiró–. No conseguía trabajos y era evidente que cada vez le resultaba más difícil ir de un rechazo a otro. Su agente terminó por rendirse de tratar de interesar a los estudios cinematográficos. Siempre había una hermosa aspirante a estrella a la espera de ser descubierta, y al final eso la agotó.

      –Pero Crystal Leighton seguía siendo una gran estrella. La gente la adoraba.

      –Intenta decirles eso a los directores de casting. La verdad era que llevaba mucho tiempo con una profunda infelicidad, y eso se notaba. Había perdido chispa, vitalidad y júbilo. Y su rostro lo reflejaba para que todos pudieran verlo.

      –O sea que no fue solo por tu fiesta de compromiso, ¿no? Esa fue una excusa para aceptar la operación. Por favor, no te sientas culpable por algo sobre lo que no tenías control –lo vio suspirar y alzó la mano derecha para acariciarle la mejilla mientras él entrecerraba los ojos–. No sabía que estuvieras comprometido –murmuró, desesperada por prolongar todo lo posible la sensación de intimidad que se había establecido entre ellos.

      –No había motivo para que lo supieras. Jamás tuvo lugar. Ya se acabó –respondió ceñudo–. Nos conocíamos desde hacía años, nos movíamos en los mismos círculos y creo que, simplemente, se convirtió en algo que otra gente esperaba que hiciéramos. Yo jamás me declaré y ella no lo esperaba. No fue más que un acuerdo cómodo para ambos. Éramos amigos, pero no estaba enamorado de ella. Hace dos meses conoció a alguien a quien de verdad quiere, que es como debe ser.

      –¿Conocía tu madre tus verdaderos sentimientos?

      –No lo sé. Nunca hablamos al respecto. En mi familia no hablamos. Nos deslizamos por la superficie por miedo a que se rompa el hielo y caigamos en las aguas heladas de abajo. Y lo único que le importaba a mi padre era que hubiera otro varón Belmont para heredar el título.

      Lexi sintió como si una mano le estrujara el corazón.

      –¿Estabas preparado para eso? –preguntó, tratando de ocultar la conmoción que le causaba toda la situación–. Me refiero a casarte con una joven a la que no amabas y luego tener un bebé con ella para aportar un hijo que heredara el título y las propiedades de tu familia.

      –Oh, sí. Las viejas reglas siguen en vigor. Ni los hijos de Cassie tienen una oportunidad. A menos que convenza a una pobre chica de que me dé un hijo, el próximo barón Belmont será mi primo menos querido. Y sus dos hijos son adoptados, de modo que no podrán heredar el título. Ahí se acaba todo. Novecientos años de padre a hijo y todo se reduce a mí.

      Los ojos de Mark se ensombrecieron.

      –¿Comprendes ahora por qué me afano en terminar su biografía? La gente se imagina que mi madre disfrutó de una vida fabulosa, llena de felicidad y estímulos. No se supone que las estrellas de cine como ella terminen llevando una vida amarga y fría, atormentada por la desilusión y una baja autoestima. Con un hijo que nunca estaba ahí cuando lo necesitaba.

      Cerró las manos en torno a las de ella y le hizo la pregunta que Lexi había temido, pero que, de algún modo, sabía que surgiría.

      –¿Cómo escribirás esa historia, Lexi? ¿Cómo contarás esa clase de verdad sin destruir a mi padre y a mi familia al mismo tiempo?

      –Tiene que ser decisión tuya,