Summer Rayne Oakes

Cómo despertar el amor de una planta


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      Claro que me encontraba con personas que seguro amaban convivir con la naturaleza, y aunque sé que mucha gente no siente lo mismo, también sé que otra sí lo hace. Nunca pensé mudarme a la ciudad antes de entrar a la universidad, y una vez que lo hice, nunca preví que permanecería ahí durante tanto tiempo. Pero mi anhelo de espacio, de naturaleza y de esas bendiciones silenciosas que la acompañan tuvieron que ser relegadas por otros proyectos que consideré de mayor importancia que un huerto.

      Los sacrificios no siempre terminan con una mudanza. La búsqueda de la satisfacción laboral y la satisfacción personal son metas que muchos perseguimos, vivamos en una ciudad o no. Muchos de mis compañeros han abandonado sus empleos porque el trabajo no era suficientemente satisfactorio o atractivo. Una encuesta de 2016 de Gallup lo confirma: 71 por ciento de los millennials se siente desconectado o desmotivado en el trabajo, lo cual nos convierte en la generación más desmotivada de Estados Unidos.⁴ Esta falta de motivación se traduce en la búsqueda y cambio frecuente de trabajo. Los millennials cambian de trabajo mucho más que las generaciones previas y un reporte muestra que son tres veces más propensos a renunciar a su trabajo que los empleados de otras generaciones. Pese a que otros reportes muestran que la diferencia no es tan dramática, la tendencia a largo plazo revela que en definitiva cambiamos de trabajo mucho más de lo que nuestros padres y abuelos lo hicieron a nuestra edad, aunado a las presiones de una menor seguridad laboral y jornadas más largas de trabajo.

      Estas estadísticas podrían sugerir que los millennials dejan su trabajo con gran facilidad, pero en mi experiencia no es el caso. El “cambio de carrera” es uno de los principales temas de estudio en grupos de meditación y discusión con amigos. Casi todos mis amigos que cambiaron de trabajo —o dejaron su trabajo en busca de una nueva carrera— sienten inquietud, incertidumbre, estrés e incluso culpa.

      A esto hay que agregar el hecho de que la mayoría de nosotros tiene una vida ajetreada; estamos tan ocupados que apenas nos damos permiso de tomar una pausa. Cuando lo hacemos, socializamos sobre la marcha y no necesariamente en persona. Hemos reemplazado nuestro tiempo de convivencia social con las redes sociales —más del 90 por ciento de nosotros las utiliza y algunas investigaciones muestran que pasamos horas al día revisando, comentando y dando “likes”. Sí, las redes sociales pueden resultar útiles (mi consejo es involucrarte únicamente con grupos enfocados en cosas que te gustan —como las plantas— y dejar de revisar tu feed), pero también pueden causar depresión. En 2016, un estudio de gran escala en adultos jóvenes de entre diecinueve y treintaiún años reveló que los participantes que utilizaban múltiples redes sociales eran mucho más propensos a desarrollar un aumento en los síntomas de depresión y ansiedad.⁵ Nunca antes en la historia de la humanidad habíamos sido capaces de ver y conocer tantas cosas. Eso es maravilloso cuando se trata de investigar sobre tu materia favorita, pero no a nivel emocional. Lo que es más, el “miedo a perderse de algo” o FOMO (fear of missing out) nos lleva a expandir el círculo de personas que nos ofrecen un vistazo a su vida, lo cual provoca que sintamos que la nuestra de alguna manera es inferior. Las imágenes curadas y poco realistas asociadas con las redes sociales pueden derivar en lo que mi amiga Nitika Chopra llama “síndrome de la comparación y desesperación”.

      Si sustituimos a nuestros amigos de carne y hueso por las redes sociales y alternamos entre múltiples plataformas —durante nuestro horario de trabajo o al pasar tiempo con nuestra familia—, ¿realmente es de sorprender que estemos más ansiosos que nunca? Nuevas investigaciones sugieren que mi generación pasa prácticamente dos meses al año con estrés. Además, alrededor del 67 por ciento de los millennials —un porcentaje muy superior al de las generaciones anteriores— reporta que el estrés económico no sólo interfiere con su capacidad de concentración y productividad en el trabajo, sino que además afecta su salud.⁶

      En Estados Unidos, el estrés producto del estado de nuestras finanzas puede deberse, en parte, al hecho de que aunque somos una generación más educada, hoy en día los egresados de las universidades cargan con deudas de casi 37,000 dólares en préstamos estudiantiles. Una encuesta de Gallup en 2014 mostró que los egresados que poseen una deuda de más de 50,000 dólares tienen menos posibilidades de desarrollo que los estudiantes sin préstamos en cuatro de cinco áreas, incluyendo propósitos, bienestar financiero, comunitario y físico.⁷ Por si esto fuera poco, 33 por ciento de los adultos jóvenes en Estados Unidos, sobre todo aquellos que rondan los veinte años de edad, vive con sus padres o abuelos en gran medida para “ahorrar” porque su trabajo es mal remunerado o aún está en busca de uno. Resulta difícil saber si estas deudas tienen consecuencias emocionales o si estos retos simplemente coexisten, pero a partir de reportes anecdóticos con pares y aquellos que están a punto de graduarse, el dolor —o más bien el estrés— es real.

      Encontrar el equilibrio en medio del caos es esencial. Por fortuna, muchos hemos desarrollado estrategias saludables y sensatas para reducir el estrés y la ansiedad, desde meditación hasta rutinas de ejercicio. Aunque ejercitarse o meditar puede hacerse de forma individual, los entrenamientos y las sesiones de meditación en grupo se han vuelto cada vez más populares, lo cual nos permite empezar a crear una comunidad fuera del trabajo.

      Todos éstos son avances positivos. Sin embargo, aunque somos expertos en conectarnos a través de nuestros dispositivos y redes, estamos desconectados del mundo natural, a pesar de que a nivel intuitivo sabemos que pasar tiempo de calidad al aire libre y estar en presencia de plantas brinda equilibrio, energía y tranquilidad. Existe evidencia de que estamos tratando de remediar esta situación. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Jardinería 2016, 6 millones de personas comenzaron a realizar actividades de jardinería dentro y fuera de sus hogares ese año.⁸ De esos individuos, 5 millones eran millennials. En mi caso, el hecho de que mi propia predilección por las plantas haya generado tanto interés entre diversos grupos me da la esperanza de que estamos tomando las medidas necesarias para traer más equilibrio a nuestras vidas al incrementar nuestra conexión con la naturaleza. Sin importar la edad que tengas o la etapa de vida en que te encuentres, este libro te ayudará a conseguir esa meta.

      Te aseguro que no tendrás que renunciar a tu trabajo, empacar tus maletas y mudarte al bosque, aunque tampoco estoy en contra de ello, ¡sobre todo si ahí es donde se encuentra tu verdadera vocación! Existen múltiples maneras prácticas de conectarse con el mundo natural, así como de enriquecerse y conectarse con el momento presente. Dedicar una pequeña porción del día a reconocer y observar plantas, por ejemplo, es una manera simple pero poderosa de hacerse más centrado y consciente —una técnica que compartiré dentro de poco. Además, como aprendí a través de la intuición, el interés y la experiencia, incorporar plantas a mi vida me permitió vincularme con una ciudad que en un inicio no era un hogar para mí. Al cultivar mi propio espacio verde, convertí la ciudad de Nueva York en mi hogar. Mi deseo es que experimentes la belleza, la tranquilidad y la alegría que resultan de la cercanía con las plantas —ya sea una pequeña pero encantadora suculenta que te saluda con sus brazos regordetes desde el alféizar de la ventana de tu departamento; una pandilla heterogénea de hierbas de cocina que te provea hojas frescas de albahaca para realzar tus ensaladas, ramitas de romero para sazonar papas rostizadas y menta para tu té que alivia el estómago; o quizá, si estás preparado para hacerlo, crear tu propia versión del hogar selvático que amo.

      No obstante, cultivar tu propio espacio verde implica mucho más que sólo comprar un puñado de plantas para adornar el alféizar de tu ventana, balcón o patio trasero (¡suertudo!). Para realmente forjar una relación con las plantas que formarán parte de tu vida, el primer paso es simplemente cambiar de mentalidad. En este libro te enseñaré cómo hacer que el mundo de las plantas —que hasta ahora ha pasado inadvertido, aunque esté frente a tus narices— se abra ante ti. Este pequeño cambio puede enriquecer tu vida a medida que descubres la discreta dignidad de las plantas y sus acciones, las cuales se enraízan, crecen, brotan, florecen y marchitan con valentía, en ocasiones bajo malas condiciones; que limpian y regeneran de forma silenciosa y eficiente el aire que respiramos y crecen a tu alrededor. Te mostraré cómo desarrollar habilidades que, si practicas, permanecerán contigo para siempre y te permitirán cosechar todos los frutos que las plantas ofrecen. Cuando combinas tu capacidad de entender las necesidades de las plantas con los fundamentos que te enseñaré, no sólo tendrás plantas hermosas