Adrian Andrade

Cazadores de la pasión


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      Ante este signo optimista de su sobrino, la Tía Isabel se sintió un poco relajada y se apuró hacia su oficina. Alex no soportó estar encerrado con el calor almacenado y decidió salir a caminar alrededor de la fuente cuya agua impresionaba por su efecto cristalino y sonido armonioso.

      Tenía muchos pensamientos en su mente pero ninguno con referencia al pasado bloqueado sino más bien, enfocado hacia su futuro inexplorado. De repente hubo algo en el sonido persistente del agua que lo comenzó a irritar.

      Esa tranquilidad con la cual había llegado, en segundos había sido desgarrada. Oficialmente Alex había perdido los estribos. La Tía Isabel salió a su alcance para tratar de apaciguar a su sobrino quien no paraba de gimotear con tanta angustia y horror.

      —Ya pasó Alex —lo abrazó con delicadeza—. Todo estará bien, con la ayuda de Dios hallaremos un modo de salir adelante, ya verás.

      —¡Dios no existe! —declaró Alex con la mirada más fría que jamás se le había visto.

      La Tía Isabel no prestó tanta atención en el enunciado, sólo se limitó a abrazarlo con fuerza. Aunque muy en su interior, sabía que las cosas ya no serían las mismas de antes porque dentro de aquella oscuridad donde habitó por tres meses, éste había dejado una parte de su alma y se trataba de nada menos que de su valiosa fe.

      No le quedaba más que respetarle esa decisión o de lo con trario, terminaría perdiéndolo también como a sus padres.

      Y perderlo era un riesgo que no podía correr, mucho menos en esta nueva fase de su vida.

      25 años después

      El Compartimento

      Secreto

      La rotunda oscuridad mantenía en suspenso al joven cazador quien descendía catorce metros debajo del Templo de la Serpiente Emplumada. A través de una rechinante escalera, Alex intentaba llegar con mesura al sector de uno de los hallazgos más importantes del actual siglo, referido por algunos arqueólogos como la antesala al inframundo teotihuacano.

      Hace dos años se había comenzado a explorar este conducto subterráneo de aproximadamente cien metros de espacio, el cual había permanecido sellado durante dos mil años. Hace un par de meses se había conducido un robot a través de un agujero cavado en un muro falso con la intención de verificar si era segura la entrada de personas.

      A pesar de las medidas preventivas, se tardó meses en poder ingresar al primer tramo por las toneladas de tierra que tuvieron que extraer. Una vez adentro la sensación era oscura, fría y húmeda. El equipo de exploradores había determinado que este túnel atravesaba la Ciudadela hasta concluir debajo del Templo de la Serpiente Emplumada.

      Recién se había podido ingresar a la primera cámara cuando el escáner del robot identificó otras dos en los treinta y cinco metros restantes. Sin previo aviso ni permiso alguno, Alex transitó entre el suelo arenoso y desnivelado, esperando alcanzar prontamente a su objetivo.

      Con extrema cautela comenzó a recorrer los supuestos setenta metros de terreno conocido, teniendo cuidado de no tropezarse con las piedras desparramadas. Solo contaba con algunas horas antes de que el equipo oficial descendiera por lo que decidió apoyarse solamente con la luz de su celular para no atraer la atención del resto de los custodios que supervisaban en la superficie.

      El silencio era bastante abrumador, en contraste con las estructuras exteriores donde solía estar rodeado de muchedumbres; aunque por otro lado, los límites del túnel comenzaban a ponerlo nervioso por ocasionarle ciertas sensaciones de un pasado que no deseaba recordar.

      Trataba de no pensarlo pero nomás no podía evitarlo, si alguien se le apareciera entre lo iluminado, se moriría del puro susto. A consecuencia de este innecesario distractor, estuvo a punto de sufrir una terrible cortada por el pico sobresaliente de una de las paredes de las cuales se había aproximado con imprudencia. Por suerte, sólo sufrió un ligero roce. Ninguna gota de sangre, nada de qué temer, a excepción de que debía hacer lo necesario para mantener su mente en total blancura para evitar tales riesgos.

      Al integrarse a la antesala, observó que las paredes y los techos estaban recubiertas con polvo de mineral metálico, seguramente de magnetita, hemetita o pirita, tal como lo habían descrito los investigadores de campo.

      Alex sabía de las dos cámaras denominadas Norte y Sur, pero asimismo estaba enterado de una tercera cámara donde en su interior radicaban los restos de personas importantes, lo que evidenciaba directamente al gobierno de Teotihuacán. Desafortunadamente esta prestigiosa cámara permanecía aún resguardada.

      En un par de horas, el equipo oficial introduciría un nuevo prototipo de robótica a través de la abertura extendida. Este robot estaba integrado por dos modalidades, una terrestre y una aérea, para así poderse desplazar con libertad, sostenerse y elevándose cuando lo necesitara. Además contaban con grabación de video y la modalidad de escaneo instantáneo para reproducir el modelo tridimensional del conducto recorrido.

      Alex esperaba estar de regreso en la superficie para cuando eso pasara. Su objetivo era ganarles la partida al explorar la tumba y en su proceso encontrar una especie de referencia o mapa que lo condujera hacia un tesoro secreto porque muy en el interior sentía que estos “Gobernantes” debían ser importantes para haber sido sepultados de tan inviolable modo. Por consecuente lo mismo podía aplicarse a sus reliquias o eso llegó a creer tiempo atrás.

      En realidad yacía desesperado por hacer un descubrimiento propio, de ese modo, no sería visto ya como la sombra de su padre sino como un individuo totalmente libre de tales comparaciones.

      Alex detestaba que le mencionasen a su padre, de por sí lo aborrecía por haberlo abandonado junto con su madre como para que sus allegados lo siguiesen recordando a través de sus ojos. Siendo esto una grave inconsistencia porque más bien tenía los ojos de su madre.

      No sabía lo que estaba haciendo al tratar de caber por la abertura donde pasaría el robot en un par de horas. Trató de respirar y sostener su mente en blanco porque solía ser claustrofóbico, bueno cuando le convenía.

      Más que el miedo a los sitios delimitados, era el miedo de descubrir una terrible y confusa verdad adentro de aquellos recuerdos desagradables.

      Con la adecuada reserva se recorrió, tratando de no pensar y de respirar al mismo tiempo que se arrastraba en la rigidez del túnel. Impulsarse mediante el estiramiento de sus brazos, le ayudó para grabar el recorrido con el celular y asimismo, iluminar el amplio trayecto que parecía eterno.

      El espacio parecía estar cada vez más apretado ya que durante un levantón, se golpeó la cabeza con el techo sólido. Alex comenzó a sentirse encerrado por lo que el temor a quedarse atorado comenzó a jugar con su mente. Al instante entabló una conflictiva respiración seguido de un terror emocional.

      La desesperación le hizo brotar lágrimas y rápidamente se empezó a retorcer en reversa, pero accidentalmente sus piernas trozaron una parte del laberinto y ante la vida, resbaló hasta quedarse fijamente de pie pero todavía con el medio cuerpo metido. Alex recuperó el control de su respiración y continuó descendiendo de espaldas hasta adentrarse al recién espacio abierto.

      Con las manos temblorosas a causa de lo desconocido, observó que se encontraba adentro de un cuarto pequeño. Parecía una especie de closet pero en lugar de ganchos y ropa colgada había palos insertados en las paredes y un mural de pintura con jeroglíficos difíciles de interpretar. No que fuese un experto en esta rama de la lingüística, de por sí apenas podía pronunciar su propio idioma.

      Al parecer esta clase de pintura rupestre residía hecha con sangre en su centro mas no estaba seguro, por tanto decidió no tocarla porque esa tonalidad lucía tan líquida lo cual sería imposible ya que la sangre debería estar coagulada a estas alturas.

      Alex estaba frente a una especie de cruz dibujada en la pared, no era tan grande sino un poco más amplia de lo normal. Su estructura era plana y relucientemente metálica. Las cuatro partes de la cruz estaban espaciosamente separadas de su estructura lineal como si se trataran de marcos. Alex infirió en la posibilidad