Por ejemplo: terror, alegría, suspenso, emoción. Luego viene la apreciación de cuál es el personaje que más le ha impresionado y qué valores encuentran en la película. La última es cómo utilizarían didácticamente la película. Por ese lado es que tengo conquistados a mis colegas profesores.
¿No tocas nada de técnica o vocabulario cinematográfico?
Es lo que quiero hacer en el futuro. Por el momento solo trabajo el encuadre, o sea, la delimitación del espacio en el cine. Vemos cómo entra y sale el personaje… Entonces pregunto por qué la iluminación es de un modo u otro. Eso también lo trabajo en el cineclub de la Católica. Aquí entrego, como se hacía antes, una hoja con información sobre la película.
CÁTEDRA DE LA UNESCO
¿Es parecido a lo que hacías desde el 2003 en la Universidad de Lima, cuando conducías tu proyecto de cine y valores humanos con colegios de Lima? ¿Eran solo particulares o también colegios públicos?
En la Universidad de Lima se pensó únicamente en colegios particulares, y en chicos de tercero, cuarto y quinto de secundaria. Pronto me di cuenta de que los colegios particulares tenían su sala de cine, su sitio privilegiado. Así que venían algunos, no todos. Nuestra sala era un lugar para cien personas; entonces, empecé a invitar entre cincuenta y setenta de colegios particulares y otros tantos de colegios nacionales, parroquiales, cooperativos.
¿Cuáles eran los requisitos?
La primera cuestión que tuve con Óscar Quezada —que en ese tiempo era el decano de la facultad— era si les cobrábamos. Pedí que no, porque eran alumnos y profesores. Además, se trataba de imagen institucional y responsabilidad social. Aceptó. Teníamos nueve sesiones con la clausura en el primer semestre y diez con el cine debate. Las primeras sesiones eran explicaciones de elementos cinematográficos, siempre con cortometrajes y pequeños debates. Las presentaciones las hacíamos Chacho León, Julio Hevia o yo. El debate lo conducía siempre yo. Al final los chicos concursaban, rendían una prueba escrita con base en un cortometraje o largometraje que les pasaba.
¿Se otorgaba un premio individual? ¿Ganaba el colegio o el alumno?
Siempre el colegio.
¿Los profesores que asistían eran de qué asignatura?
Sobre todo de Lengua y Literatura, o lo que ahora se llama Literatura y Comunicación.
Curioso. Acabo de hacer una encuesta y el resultado es que Historia es el curso en el que más pasan películas.
Lo sé, por eso quiero hacer un ciclo de cine e historia, o cine y ciudadanía. Hay un libro muy bueno de Ramón Breu: La historia a través del cine (2012). Explica el provecho que le puedes sacar a la historia; por ejemplo, Cyrano de Bergerac es una recreación extraordinaria, aunque la música no era de la época.
Tú has sostenido que la conversación acerca de los valores debe plantearse no en forma compulsiva, sino a partir de una serena sensibilización moti-vada por propuestas cinematográficas. ¿Cómo planteabas ese proceso de sensibilización?
Lo bueno es que contaba y cuento con un socio inmenso: una sala oscura, una gran pantalla y muy buenas películas. Yo he hecho pequeños experimentos como aplaudir al final de la película y casi siempre resultaba. A veces no tenía que hacerlo, los chicos lo hacían. Me preguntaba: “¿Cómo es posible que chicos puedan apreciar una película como El séptimo sello (dirigida por Ingmar Bergman, 1957)? Es que muchas veces hay una emoción a flor de piel. Por eso lo primero que hacía, apenas se encendían las luces, era repartirles la fichita y que la llenaran en caliente. Recogía las fichas y comenzaba el debate. Partía entonces de esas opiniones y pronto todos se contagiaban y opinaban.
Entonces, lo primero que hacías, y me imagino que sigues haciendo, es capturar de manera instantánea la emoción…
Exacto. Por eso me interesa mucho la percepción inicial.
También has hablado de una relación de conflicto y armonía que genera el cine, entre lo que ven y deberían ver. ¿Cómo lidiar con eso para encontrar un punto de equilibrio?
Yo no quiero buscarlo ni resolverlo. Yo quiero que vivan juntamente el conflicto y la armonía. Ahí es donde choco con la educación tradicional. El objetivo es lograr que los chicos sientan que las obras de arte son obras de arte y, por lo tanto, son algo inalcanzable e imposible. Siempre indefinible. La idea es que, después de ver una buena película, les quede un temblor, un movimiento interno. Y ese movimiento no se va a deshacer de ellos o, mejor dicho, ellos no se van a deshacer de él.
Después de vivir a fondo esa experiencia del proyecto, ¿podrías suscribir que el cine de los grandes maestros es mucho más que un entretenimiento? ¿Cómo transmites esa emoción a los profesores de colegio?
Por supuesto, como hacía Truffaut al denunciar la vulgaridad de los filmes insinceros y exaltar la consistencia de las grandes obras cinematográficas. Muchas veces los profesores se emocionan hasta las lágrimas al ver una gran película. Por eso me pedían hacer un curso solo para ellos, sin alumnos. Porque les daba vergüenza no solamente llorar, sino también preguntar. Para mí los profesores son esenciales. Hace unos dos años hicimos un curso para profesores, pasando el distrito de Ventanilla. Fue muy bueno y muy sentido.
El proyecto de la Universidad de Lima se inició en el 2003 y dos años después obtuvo una distinción de la Unesco. ¿Es así?
Sí, yo le propuse a Óscar Quezada que cambiemos el nombre inicial de Cine y Valores Humanos por el de Cine y Cultura de Paz. Así fue como entramos a la Cátedra Unesco.
El proyecto se prolongó hasta el 2013. ¿Mantuvo siempre la categoría de Cátedra Unesco?
Hasta el 2012. Sí, hasta ese año la mantuvimos. Luego se suspendió y lo lamenté mucho. Simplemente me dije: “Bueno, ya se ha cumplido una época”.
Imagino que es difícil que evalúes algo tan entrañable para ti, pero según los resultados, ¿se cumplieron los objetivos del proyecto?
Sí, porque los objetivos eran abrirles las puertas del cine a los colegios y que chicos y profesores fueran a ver buenas películas.
¿Tú tienes todavía una gran esperanza en la educación básica regular?
Mucha, porque durante años he enseñado a futuros profesores que ahora están en la Facultad de Educación. Esos profesores son colegas míos y por eso me han recibido muy bien, estoy agradecido. He visto en ellos mucho espíritu emprendedor, sobre todo en quienes se capacitan suficientemente y escogen una parcela que no ha sido muy tocada: las nuevas tecnologías, por ejemplo.
Como tú que siempre has sido tan emprendedor…
Bueno, ahora estoy por plantear un nuevo curso en la Universidad Ruiz de Montoya. Lo que queremos hacer, y estamos en busca de eso, es encontrar financiación para llevar a cabo cursos de Comunicación que formen a los profesores. Esa es mi gran ambición. Y, por otro lado, me gustaría tener un taller de cine en mi casa...
¿Un cineclub?
Sí, lo que quiero hacer es sacar cuatro estantes de libros de mi sala y poner una pantalla grande, conseguir un proyector y pasar películas. El problema es que el espacio solo tiene capacidad para unas diez personas y además debo conseguir la autorización municipal. Pero ese es mi gran sueño ahora.
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25 películas sobre el poder de la educación. Cine, escuela y magisterio. Sinopsis, comentarios