se hacía mercado, se podía comprar un centavo de yuca o un centavo de papa, en tanto que un huevo valía tres centavos. Por ello, mi tío Alberto siempre tuvo en la cabeza tener una casa propia, porque veía el sufrimiento de la familia cuando los dueños pedían la casa y tenían que mudarse.
Mi Abuelita María, mi Tía Emita (der.) y mi Tía Cookie
De la familia, mi tía Emita y mis abuelos fueron los últimos que salieron de Honda en 1955, se fueron para Bogotá un tiempo antes de la muerte de mi abuelito Carlos. Él murió del corazón, pero mi tía Emita cree que murió de un derrame cerebral porque recuerda que él le decía “fróteme la frente” en el momento en que le pasó eso. Mi tía Emita recuerda que cuando estaba enfermo, el abuelo le decía al médico: “Doctor, yo fui muy andariego”.
Yo le pregunte a mi tío Alberto por qué no tuvo el mismo oficio de carpintero que mi abuelo y me dice que él no le veía mucho futuro a ese oficio en ese momento histórico y quiso hacer otras cosas, por eso terminó siendo Jefe de Oleoductos de ECOPETROL donde comenzó como mensajero, cosa que cuenta con mucha humildad pero también con mucha honestidad y alegría.
Los abuelos vienen a vivir a Bogotá a una casa de inquilinato en el barrio Tejada donde vivían mi tío Alberto y también mi tía Bertha con su esposo, mi tío Ramón Acosta. Mi tío Alberto tenía un cuarto, mi tía Bertha y mi tío Ramón otro, había una salita y en el otro cuarto estaban mis abuelos, ahí murió mi abuelo en 1957. Luego de ello al dueño de la casa, el señor Peña, se le casaba un hijo y pidió la propiedad, lo que se convirtió en un problema grande.
Mi tío trabajaba en ese tiempo en la Empresa de Energía Eléctrica, donde laboró catorce años para luego pasar a ECOPETROL y el señor Peña le dijo a mi tío que si quería le vendía una casa que él tenía en Fontibón u otra que tenía en el barrio Restrepo, que fuera a mirarlas y le contara. A todos les gustó más la casa de Fontibón, que en esa época era un municipio anexo a Bogotá y mi tío compró esa casa en quince mil pesos. Dice mi tío Alberto que era mucho dinero, “con mis ahorros le pagué una parte y el resto se lo quedé debiendo, y cada primer día del mes le pagaba como diez o cien pesos, algo así”. En ese tiempo mi tío Alberto era soltero y compró la casa después de que mi Mamá y mi tía Bertha estaban casadas y ya tenían hogares aparte. Mi tías Cookie, Soledad y Emita, también solteras, se fueron a vivir con él y con mi abuela. La Casa de mi tío Alberto en Fontibón siempre fue de puertas abiertas para todos especialmente para nosotros, las nuevas generaciones.
De izq. a der. Mi Tía Cookie, mi Abuelita María, mi Tía Emita y mi Tía Soledad
Mucho después de la muerte de mi abuelo Carlos, mi tía Emita va a vivir a Estados Unidos y luego, cada año, mi abuelita María viajó a Nueva York, invitada por ella con pasajes pagados por mi tío Alberto. Duraba seis meses allá y seis meses en Colombia hasta su fallecimiento en Palm Beach, el 10 de mayo de 1974. El 17 de mayo repatriamos su cuerpo y la sepultamos en Jardines de Paz en Bogotá con un vacío interior muy grande y gran tristeza, yo recuerdo bien ese momento.
Obituario fallecimiento de mi Abuelita María Portella vda. de Forero
Estoy segura que mis abuelos y bisabuelos estarían orgullosos por haber sacado adelante a la familia, sobrellevando todas las vicisitudes, habiendo hecho de ello parte de su propia felicidad, de lo que nosotros somos hoy y sobre todo, de lo que llegó a ser Jaime para este país. Se deduce la clase de valores y la formación que tuvieron nuestros abuelos, mis tías, mi tío y mi Mamacita.
De los recuerdos que los nietos tenemos de mi abuelita María, mi hermano Jorge dice que “era muy seria pero nos traía regalos cuando llegaba de Estados Unidos”. En Fontibón, cuando se acababa la programación de la televisión, como a las once o doce de la noche, nos ponía a rezar y cuando alguien comenzaba a cabecear, decía “claro para ver televisión no le da sueño, pero para rezar el Rosario sí”. Mi tía Emita dice que “siempre rezábamos el Rosario todos unidos”. Y Jorge remata diciendo que hoy se acordó de mi abuelita María, que era hincha del Sagrado Corazón de Jesús “en vos confío”.
Mi Abuelita María Portella
De mis abuelos paternos solo se que se llamaban Benjamín Garzón y María del Carmen Cubillos y no puedo decir prácticamente nada, porque realmente no sé nada de ellos ya que con las únicas que nos tratábamos era con mi tía Blanca y con mi abuela Carmen y las dos ya murieron.
Mi Papá
A mi Tío Alberto,
que nos ha dado ejemplo de rectitud,
que ha sido fiel a Dios,
a su familia y a nuestro país,
que quiso a mi Papá y gozó junto a él,
que representó para Jaime la figura paterna.
Jaime (abajo de primeras); Mi Mamá (Daisy) (detrás); Jorge, Mi Papá (Félix) alzándome (Marisol); mi Tía Emita, Alfredo y Luz Helena Forero (mi prima).
Mis hermanos y yo somos bogotanos, hijos de una familia de costumbres profundamente bogotanas, como pueden intuir por el chocolate y las onces que ya compartimos. Nos criamos en el centro de la ciudad en el sector de San Diego, muy cerca de la casa donde vivo actualmente y donde he vivido durante casi toda mi vida.
Mi Papá se llamaba Félix María Garzón Cubillos nació el 15 de julio de 1930, era bogotano, hijo de Benjamín Garzón (mi abuelo) y María del Carmen Cubillos (mi abuela). Su familia era de Las Cruces, cuando este sector junto con Chapinero y la Carrera Séptima eran el comienzo y el fin de la Bogotá antigua.
Mi tía Emita recuerda que mi Papá iba todos los meses a recibir el arriendo, de una casa que mi abuela Carmen tenía rentada en el centro de la ciudad, en la cual vivía una amiga de mi Mamá llamada Lucía de Rivas, que fue quien los presentó. Mi tía Emita cuenta que conoció a mi Papá en una temporada de vacaciones en la cual ella vino a Bogotá y que le dijo a mi Mamá: “Daisy, yo pensé que Félix era una persona grande” y que molestaba a mi Papá diciéndole “A usted me toca saludarlo agachada”. Mi Papá no era alto de estatura; mi tía lo describe como “bien bajito, con el cuerpo como el de Alfredo, bajito y flaquito”.
Félix María Garzón Cubillos (mi Papá)
Mi tía Emita cuenta divertida que mi Papá molestaba a mi tía Mary, un día mi Papá le narró cosas terribles y de pronto le hizo ¡buuu!, por detrás, y la pobre tía Mary brincó y se puso furiosa. “De ahí sacó Jaime eso”, dice mi tía Emita, “Félix cogía un palo de escoba, hacía un micrófono y con este, un poco de piruetas”.
Mi tío Alberto dice que a mi Papá le gustaba el trago, era un poco desordenado, fiestero, gracioso como ninguno, “nos la llevábamos muy bien, entre mis cuñados fue con el que mejor me llevé, lo quería mucho” pero también que era un hombre inteligente y muy curioso.
Félix y Daisy (mi Papá y mi Mamá)
Mi Papá estudió en el Colegio Americano y trabajó en la Empresa de Acueducto y en Acerías Paz del Río donde era experto en tabulación de datos, luego abrió una Escuela para enseñar tabulación y por esa época, se enfermó. Cuando le