vacío, el duelo frente a las transformaciones corporales, la soledad o la viudez fueron los temas preferidos de la gerontología social en relación a las mujeres. Temas que por otro lado servían para legitimar un modelo de familia, de modos deseables de realización de las mujeres y básicamente de reproducción de un modelo binario de sexo/género que reasignaba los sentidos de lo femenino a las prácticas de cuidado, al valor social de las mujeres para la reproducción biológica y moral de la unidad familiar y de lo social, el mundo privado como espacio de realización personal y la posesión de unos atributos emocionales-afectivos distintivos (generalmente valorados en forma negativa).
Recién en la década de los ochenta del siglo pasado se registra en la Gerontología un diálogo con los movimientos sociales. Este diálogo dio inicio a los estudios de la Gerontología Crítica, campo nutrido con los aportes del feminismo y sus cruces con las reivindicaciones raciales. No obstante, el abordaje de sus investigaciones no modificó la matriz epistémica del campo gerontológico, hasta su encuentro con las posiciones más radicalizadas de los feminismos de las últimas dos décadas.
Quizás en esa línea discontinua y progresiva de desarrollo de ambos campos de conocimiento podamos inscribir este libro. Quizás desde la dinámica socio-histórica que hemos descripto pueda capturarse el verdadero alcance y sentido del título: la gerontología será feminista.
En los diferentes capítulos las autoras asumen con audacia el desafío de abordar los pendientes de este diálogo bifronte. Ellas se proponen intersectar vejez y género/género y vejez utilizando inteligentemente las herramientas teóricas de los feminismos para des-centrar y re-localizar desde otra perspectiva los modos de pensar a las mujeres mayores. Los textos que componen esta obra no hacen concesiones, incomodan, interpelan y sensibilizan. Supongo que la recepción de los textos encontrará su eco en las mismas mujeres mayores, quienes en no pocos casos o tópicos se verán obligadas a mirarse en un espejo que como en el cuento infantil responde lo que no se quiere escuchar o muestra lo que el punto de vista subjetiva prefiere distorsionar para no ver.
El texto repone varias cuestiones que configuran el universo femenino y propone una discusión crítica valiosa e inteligente a la hora de generar planteos que obligan a pensar las prácticas sociales e institucionales con personas mayores. De hecho, cabe señalar la originalidad que implica proponernos repensar la cuestión de las políticas del cuidado, de la discapacidad en la vejez, de la experiencia de la disidencia lésbica que desafía los usos del cuerpo, que altera el orden del deseo y los mandatos de la realización femenina dentro del mundo de la familia; de la restitución de las ancestras al orden de la trasmisión del legado que demanda no sólo la reivindicación, sino la reparación y la re-creación de los universos de sentido de lo femenino.
El texto pone en perspectiva y construye otro lugar interpretativo que pone en evidencia la capacidad de agencia de las mujeres mayores. Ello ocurre cuando ellas usan a su favor las mismas herramientas con las que las fabricó el orden social. La conversación, la circulación de la queja, la gestión de los secretos como modo de transmisión de lo no-decible (pero que se dice en voz baja), las emociones como recurso y herramienta de comprensión de lo vivido y la sororidad como posibilidad de reconocimiento de sí misma en experiencia de la otra mujer más allá de la edad o de la otra mujer mayor más allá de su diferencia genérica, son presentadas como posibilidades de una praxis feminista alterativa y alternativa en los modos de construir una vejez signada por el feminismo.
El texto es generoso (lo que revela mucho acerca de la calidad humana de sus autoras) en múltiples sentidos. Abundan las ideas, las provocaciones y las aproximaciones críticas. Escasean las certezas, las clausuras y las prescripciones. Es un texto que se vuelve potente por los bordes e instersticios por los que navega y por los sutiles bardeos al orden patriarcal y al régimen de la heterosexualidad compulsiva. El texto devela compromiso vital e intelectual atravesado por la necesidad de de-construir y des-amordazar el potencial transformador de las mujeres que toman la palabra para sí, desde sí y con conciencia de sí para compartirla con lo colectivo.
Comenzamos este prólogo hablando de cómo las palabras construyen sentidos y movilizan la acción de transformar el mundo de las relaciones sociales. Las palabras nominan, clasifican y movilizan pensamientos, sensaciones y acciones. Las palabras permiten que los humanos invistamos simbólicamente la realidad y con ellas construyamos identidades para las cosas y para nosotros en relación a ellas.
Por eso un libro se dice en su título. Todo libro es reconocible por su título. Esa es la marca de identidad de una obra. En este caso, la identidad del texto se sostiene en los múltiples sentidos que su título evoca y provoca. ¿Qué quieren decir/nos las autoras cuando proponen: La Gerontología será feminista? ¿Se trata de una aspiración, de una utopía epistémica, de una declaración de principios (¿o de batalla?), de una promesa… ¿o un poco de todo eso? En cualquiera y en todos esos sentidos el título invita a su lectura (¡¡quizás también al espanto del machirulaje!!).
Por mi parte, apuesto junto con las autoras a que:
La Gerontología será feminista no sólo por la evidente feminización del envejecimiento, sino por la necesaria deconstrucción que el feminismo propone de los modos de tramar las relaciones y el orden social.
Seguirá siendo cada vez más feminista, porque las jóvenes sesentistas son hoy las adultas mayores que trazaron su trayectoria luchando por liberarse de los mandatos y deseos impuestos sobre sus cuerpos y sus vidas.
La gerontología será feminista en tanto proyecto político que aporte sus herramientas teóricas y de la militancia para encontrar en la interseccionalidad la posibilidad de comprender los múltiples estándares de la estigmatización que pesan sobre las mujeres mayores.
La gerontología será feminista en tanto contribuya a deconstruir los imaginarios femeninos colonizados por la matriz heteronormativa patriarcal. La gerontología podrá ser (aún más) feminista, no sólo como una aspiración de la lucha colectiva, sino como una herramienta para la emancipación y el reencuentro con el deseo propio, actualmente enajenado y alienado en los ideales románticos del amor de hija, de madre, de esposa, de abuela.
La gerontología será feminista en tanto podamos seguir recorriendo caminos compartidos de deconstrucción, más allá y más acá de los territorios radicalizados de las disputas genéricas que dificultan la comprensión y el diálogo comunal.
La gerontología será feminista porque mientras podamos contar con textos que gesten lenguajes, miradas y herramientas para la comprensión y la acción, las luchas por la igualdad de los géneros y el derecho a la plena realización personal, más allá de las opciones sexo-genéricas, podremos apuntalar las luchas de los cuerpos, las ideas y las palabras.
Para que la Gerontología sea feminista, nos queda recoger el guante que nos proponen sus autoras. Solo queda entonces dejarse atrapar y agradecer a las autoras por las posibilidades que nos ofrecen de pensar juntos un universo mayor femenino menos desigual, más humano y más igualitario. Una de las autoras trae al texto la categoría decesidad y quisiera recuperarla al cierre de esta apertura. Invito a todes a abordar la lectura del libro con la decesidad de disfrutar del deseo libertario desde el cual se podrán alumbrar oportunidades para las mujeres mayores del presente y del futuro.
Dr. José Alberto Yuni
Junio 2019
Presentación
Los artículos compilados en este libro versan, a mi juicio, sobre uno de los nudos centrales de la noción de ciudadanía: la heterosexualidad reproductiva como matriz hegemónica que moldea los cuerpos y los derechos. De acuerdo con Guash (2007) la heterosexualidad cumple el cometido de explicar el mundo de los deseos y los afectos. Claro que lo hace de un modo determinado, aquel que piensa, siguiendo al sociólogo español, como universal las relaciones amorosas entre varones y mujeres unidos en matrimonio para la reproducción. Este modelo, el del matrimonio monogámico heterosexual destinado a la reproducción (y por lo tanto, vehículo tanto de la propiedad como de la clase), se consolidó con las revoluciones burguesas del siglo XVIII. Entonces, se produjo la tajante división entre lo público y lo privado, lo productivo y lo reproductivo, los varones y las mujeres. Y emergió la condición ciudadana, es decir, la