Osho

Dijo el Buda...


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años.

      Y los cristianos sólo creen en una vida. Está bien que crean en una sola vida, ¿qué harían si no? ¡Por los pecados de una sola vida te arrojan al infierno para siempre! Piensa en los hinduistas… tantas vidas; una eternidad no bastaría.

      Russell solía decir: «Cuento mis pecados –los que he cometido y también los que no he cometido, pero en los que he pensado– y no puede imaginar cómo, a causa de cosas tan nimias, me van a arrojar al infierno para toda la eternidad, siendo torturado para siempre. Ni siquiera un magistrado muy duro podría enviarme a la cárcel más de cuatro años». Y tenía razón.

      ¿Qué errores puedes cometer? ¿Cuáles has cometido? No los llames pecados porque esa misma palabra está contaminada, contiene una condena. El Buda sólo los llama “agravios”, actos torpes. Bonita terminología, actos torpes, actos en los que te has comportado con torpeza. Te encolerizas y dices algo poco elegante, o haces algo poco elegante… Sólo son agravios.

      Dijo el Buda:

      «Cuando al verte practicando benevolencia, una persona malvada se acerca y te insulta de forma maliciosa, deberás soportarlo con paciencia y no sentir cólera, pues la persona maliciosa se insulta a sí misma al tratar de insultarte a ti».

      Intenta comprender este sutra. Es lo que pasa siempre… Si te haces bueno habrá mucha gente que se enfurezca contigo. Porque tu benevolencia crea culpabilidad en ellos, pues no son tan buenos. Tu ser bueno crea una comparación. A la gente le resulta muy difícil tragar a un hombre bueno. Siempre pueden perdonar a uno malo, pero les resulta muy difícil hacer lo propio con uno bueno. De ahí que durante siglos sigan encolerizados con Jesús, Sócrates, el Buda… ¿Por qué? Puedes observarlo en la vida.

      Antes estuve en la universidad, era profesor, y un empleado que era el mejor de todo el personal y un trabajador muy bueno, me dijo: «Tengo problemas. Todo el personal está en mi contra. Me preguntan: “¿Por qué trabajas tanto? Cuando nosotros no trabajamos se supone que tú tampoco debes hacerlo. Basta con dos horas… Puedes llevar carpetas de aquí para allá; no es necesario que…”». Su mesa siempre estaba despejada, sin carpetas amontonándose, mientras que las mesas de los demás estaban repletas. Claro que estaban enfadados, porque la presencia de aquel hombre creaba una comparación. ¿Por qué no podían hacerlo ellos si él podía?

      A un buen hombre no se le aprecia, porque crea comparaciones. Un Jesús ha de ser crucificado, porque si tal inocencia es posible, ¿entonces por qué tú no eres tan inocente? La comparación se convierte en una herida profunda en el ego. Hay que aplastar a ese hombre; sólo matándole nos quedaremos tranquilos. Hay que envenenar a Sócrates porque es muy sincero. ¿Por qué tú no puedes ser tan sincero? Tus mentiras quedan reveladas a la luz de la verdad de ese hombre. La realidad y autenticidad de esa persona te hace sentir falso. Ese hombre es peligroso. Es como si a un valle de ciegos llegase un hombre que ve.

      H.G. Wells cuenta una historia acerca de un valle de ciegos en Sudamérica, al que en una ocasión llega un viajero que ve. Todos los ciegos se reúnen y llegan a la conclusión de que hay algo raro en ese hombre; nunca había sucedido antes. Así que deciden tomar cartas en el asunto. Sí, claro, en un valle de ciegos tener ojos para ver es cosa rara.

      El mulá Nasrudín es un hipocondríaco. Una vez vino a verme y me dijo:

      –Creo que hay algo que no marcha bien en mi mujer.

      –¿Qué pasa con su mujer? Parece perfectamente sana –le dije.

      –Hay algo raro en ella. Nunca va al médico –contestó.

      En cambio él acude a la consulta a diario, regular y religiosamente, y todos los médicos de la población están hartos de él. Pero ahora se preocupa por su mujer. Debe haber algo raro en ella, porque nunca va a ver a ningún médico.

      Si vives con gente enfermiza, entonces estar sano es peligroso. Si vives con dementes, estar cuerdo es peligroso. Si vives en un manicomio aunque no estés loco, al menos pretende que lo estás; de otro modo, todos los locos acabarán matándote.

      Dijo el Buda:

      «Cuando al verte practicando benevolencia, una persona malvada se acerca y te insulta de forma maliciosa…»

      Llegarán y te insultarán. No pueden tolerar la idea de que seas mejor que ellos. Es imposible que crean que alguien puede superarles. El que les aventaja debe ser un impostor, un farsante que, trata de crearse una imagen de sí mismo, de su ego. Se inquietan. Y empiezan a vengarse.

      Dijo el Buda:

      «Cuando al verte practicando benevolencia, una persona malvada se acerca y te insulta de forma maliciosa, deberás soportarlo con paciencia…»

      Debes permanecer en tu centro, debes soportarlo con paciencia, debes limitarte a observar lo que ocurre. Eso no debe perturbarte. Si te perturba, entonces la persona maliciosa te habrá derrotado. Si te perturba, entonces te conquista. Si te perturba estarás cooperando con ella.

      El Buda dice que sólo hay que permanecer tranquilo, soportar con paciencia y no encolerizarse con esa persona… «Pues la persona maliciosa se insulta a sí misma al tratar de insultarte a ti». Está insultando su propio potencial.

      Cuando crucificamos a Jesús también estamos crucificando nuestra propia inocencia. Cuando crucificamos a Jesús crucificamos nuestro propio futuro. Cuando crucificamos a Jesús matamos nuestra propia divinidad. Él no era más que un símbolo de que también era posible para ti, de que todo lo que le sucedía a él también podía sucederte a ti.

      Cuando envenenamos a Sócrates también envenenamos todo nuestro ser, envenenamos nuestra propia historia. Él no era más que la estrella anunciadora, el heraldo del futuro. Lo que decía era: «Ése es tu potencial. Sólo soy un mensajero que ha de entregarte el mensaje de que también puedes ser como yo».

      Dice el Buda: «Pues la persona maliciosa se insulta a sí misma al tratar de insultarte a ti». Tú permaneces tranquilo, paciente, lo soportas y no te acaloras.

      Dijo el Buda:

      «En una ocasión llegó un hombre ante mí y me denunció por seguir el camino y practicar gran benevolencia».

      Parece absurdo. ¿Por qué nadie ha de ir a otra persona, que no le ha hecho nada, para denunciarla? ¿Por qué van a denunciar al Buda? No le ha hecho ningún daño a nadie. No se interpone ante nadie… ha renunciado a toda competitividad. Respecto a los intereses mundanos podría decirse que casi es un muerto. ¿Por qué la gente se entromete para denunciarle?

      Su presencia les resulta insultante. La posibilidad de que un hombre pueda ser tan bueno les hace daño. ¿Por qué no lo son ellos? Crea culpabilidad. Por eso a lo largo de los siglos la gente continúa escribiendo que el Buda nunca existió, que Jesús es un mito, que no son más que fantasías. Esas personas no existieron nunca, sólo son deseos, fantasías humanas; nunca llegaron a existir. O aunque lo hiciesen no eran como se dice; no son más que ilusiones, más que sueños. ¿Por qué?

      La gente sigue ahora escribiendo contra el Buda, contra Jesús. Sigue doliéndoles. Han pasado veinticinco siglos desde que ese hombre despertó, pero sigue habiendo gente que no se siente cómoda con él. Si existió de verdad, históricamente, entonces están condenados. Han de demostrar que ese hombre nunca existió, que sólo es un mito. Entonces se quedan tranquilos.

      Una vez que han demostrado que nunca existió un Buda, un Jesús, un Krishna, entonces descansan. Entonces pueden seguir siendo lo que son, porque desaparece la comparación. Son lo último en existencia. Pueden seguir siendo lo que son sin ninguna transformación. Pueden seguir haciendo lo que hacen. Pueden seguir creando basura y recogiendo basura, y pueden seguir siendo los borrachos inconscientes que son. Pero si resulta que en alguna ocasión hubo un hombre como el Buda que vivió en la tierra –con esa luz, con esa luminosidad, con tal gloria–, entonces se sienten heridos.

      «En una ocasión llegó un hombre ante mí y me denunció por seguir el camino y practicar gran benevolencia. Pero permanecí silencioso y no le respondí.»

      Eso