Osho

Dijo el Buda...


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al dudar, al tornarte escéptico, al tener preguntas.

      El Buda dice que la fe llega, pero no en contra de la duda, y no como una creencia. La fe llega destruyendo la duda con argumentos, destruyendo la duda con más duda, eliminando la duda mediante la propia duda. Un veneno sólo puede ser destruido mediante otro veneno, y ése es el método del Buda. No habla de creer. Dice que hay que profundizar en la duda, llegar hasta el fondo, sin miedo; no hay que reprimirla. Hay que recorrer todo el camino de la duda, hasta el final, y ese mismo periplo te llevará más allá. Porque llega un momento en que la duda empieza a dudar de sí misma. Ésa es la duda esencial, cuando la duda duda de sí misma. Ese momento ha de producirse si se llega hasta el fondo. Primero se duda de la creencia, se duda de eso y de lo otro. Y un día, cuando ya se ha dudado de todo, de repente surge una duda nueva y esencial: empiezas a dudar de la duda.

      Eso es algo totalmente nuevo en el mundo de la religiosidad. La duda mata a la duda, la duda destruye a la duda, y se obtiene la fe. Esta fe no está contra la duda, sino más allá. Esta fe no se opone a la duda, sino que es la ausencia de duda.

      El Buda dice que has de volver a ser niño, pero el camino ha de pasar por el mundo, cruzar muchas junglas de dudas, argumentos, y raciocinios. Y cuando una persona regresa a casa, realiza su duda original, que es del todo distinta. No es que sea un niño, sino un hombre… maduro, experimentado y, no obstante, infantil.

      Este sutra, el Sutra de cuarenta y dos secciones, nunca existió en la India. Nunca existió en sánscrito o en pali, sino sólo en chino.

      Cierto emperador Ming de la dinastía Han, en 67 d.C., invitó a unos cuantos maestros budistas a ir a China para llevar el mensaje del Buda. Nadie sabe los nombres de dichos maestros, pero un grupo de ellos fue a China. El emperador quería que se recopilase una pequeña antología de escritos budistas como primera presentación para el pueblo chino.

      Las escrituras budistas son muy extensas, y la literatura budista es un mundo en sí misma, pues existen miles de escrituras, que estudian detenidamente todos los detalles, porque el Buda cree en el análisis lógico. Llega a la raíz de todas las cosas. Su análisis es profundo y perfecto, y por ello profundiza mucho en los detalles. Así pues, se trataba de una tarea difícil. ¿Qué podría traducirse en un país totalmente nuevo donde nunca había existido nada parecido al Buda? Por ello estos maestros budistas compusieron una pequeña antología de cuarenta y dos secciones. Recopilaron dichos de aquí y allá, de esta escritura y de aquélla, de este sermón y del otro.

      Este libro fue recopilado al estilo de las Analectas confucianas porque debía presentarse a un país confuciano, a gentes que estaban muy familiarizadas con la forma de expresarse de Confucio, con el modo en que se recopilaron las escrituras confucianas. La gente estaba familiarizada con Confucio, así que los maestros budistas compusieron este sutra siguiendo ese modelo. Las Analectas de Confucio empiezan cada frase, cada párrafo, con la frase: «Dijo el maestro…». Este sutra empieza de modo parecido, y cada dicho empieza con: «Dijo el Buda…».

      A principios del siglo xx los eruditos solían creer que el original debía haber existido en sánscrito o pali, y que debió desaparecer o perderse, y que este sutra en chino era una traducción. Pero estaban equivocados. Este sutra nunca existió en la India. Y de hecho, nunca existió. Sí, desde luego, todos los dichos que aparecen son del Buda, pero la obra en sí es nueva, se trata de una antología nueva. Es algo que hay que tener en cuenta y no olvidarlo.

      Y eso es lo que lo convierte en una introducción básica tan buena al mundo del Buda. Es muy simple; lo contiene todo de un modo muy simple. Es muy directo. Es, en esencia, todo el mensaje del Buda, pero muy conciso y, a diferencia de otras escrituras budistas, no es muy largo ni verboso.

      Dijo el Buda:

      «Estar libre de pasiones y tranquilo es el mejor de los caminos».

      Siempre habla sobre el camino, pero nunca del objetivo. Porque dice: «¿Qué puede decirse del objetivo? Hablar de ello es trivial. Si sabes, sabes. Si no sabes, no hay manera de imaginárselo antes de alcanzarlo». Sólo habla del camino. Ni una palabra acerca del objetivo: Dios, Brahma, la verdad, el absoluto, el Reino de Dios. No, ni una palabra acerca del objetivo; sólo habla del camino.

      «Estar libre de pasiones y tranquilo es el mejor de los caminos».

      En esta sencilla frase se halla condensada toda la enseñanza del Buda. Estar libre de pasiones y tranquilo… Son dos aspectos de un único fenómeno, dos caras de una moneda: estar libre de pasiones y tranquilo. No se puede estar tranquilo si no se está libre de pasiones, y no se puede estar libre de pasiones si no se está tranquilo. Van juntos, y hay que trabajar en ambos aspectos a la vez.

      ¿Por qué el ser humano está tan tenso? ¿Por qué existe tanta ansiedad y angustia? ¿Por qué el ser humano no está tranquilo, recogido y centrado? Son muchas las pasiones que tiran de vosotros de aquí y de allá. Tiran de vosotros en muchas direcciones, y por eso os fragmentáis, os dividís, os quebráis. Perdéis el centro. Os olvidáis por completo de quiénes sois.

      Fijaos en lo siguiente: ¿quiénes sois cuando ansiáis dinero? Sólo sois una avaricia de dinero, y nada más. ¿Quiénes sois cuando estáis enfadados y tenéis el ego herido? No sois más que cólera, un ego herido y nada más. ¿Quiénes sois cuando estáis llenos de pasión sexual? Sois sólo sexualidad, libido y nada más. ¿Quiénes sois cuando sois ambiciosos y ansiáis poder, prestigio y respetabilidad? Sois simplemente ambición y nada más.

      Observad, observad y descubriréis muchas pasiones en vosotros, pero no descubriréis quiénes sois. Todas esas pasiones os destrozan, y cada pasión va a la suya. Si queréis dinero entonces debéis sacrificar las otras pasiones. Una persona que está loca por el dinero puede llegar a olvidarse del sexo; es muy fácil que un mísero sea célibe. De hecho, el celibato puede ser una especie de tacañería. No se quiere compartir la energía, no se quiere compartir la energía sexual con nadie; se es miserable.

      Una persona con ambiciones políticas puede tornarse célibe con mucha facilidad porque toda su pasión le empuja en un sentido. Un científico muy metido en sus investigaciones puede olvidarse de todo lo referente al sexo contrario. Es fácil; si una pasión os posee por completo, entonces os olvidáis de todo el resto.

      Es bien sabido que los científicos son gente muy ensimismada. Toda su mente está pendiente en una única dirección, pero también tiene miras muy estrechas. Su campo de visión se va estrechando cada vez más. Eso es la especialización. Una persona avariciosa se torna cada vez más estrecha. Sólo piensa en dinero, no deja de contar dinero. Su mente sólo conoce una música, la del dinero; sólo un amor, por el dinero.

      La gente poseída por una única pasión está, en cierto modo, integrada. No son ricos, y su ser carece de muchas dimensiones; sólo tienen un gusto, pero cuentan con cierta integración. No están divididos. Ese tipo de persona no enloquece, porque ya están locos por una única dirección, así que no están divididos. Pero eso sucede muy raramente. Por lo general, una persona corre en todas direcciones a la vez.

      Así me lo han contado:

      Enviaron a un científico y a un gorila juntos al espacio exterior. Prendido a la parte delantera del traje espacial del gorila había un sobre con instrucciones especiales. Muerto de curiosidad, el científico esperó hasta que al gorila le tocase dormir, para así poder hurgar en el sobre.

      Abrió el sobre con mucho cuidado y desplegó la única hoja de papel que contenía, y donde ponía lo siguiente: «No olvides dar de comer al científico».

      Un científico se reconcentra; su vida es concentración, y una persona concentrada alcanza una especie de falsa unidad. Las personas ordinarias no están tan concentradas. La meditación está muy lejos para ellas, ¡ni siquiera son capaces de concentrarse! Sus vidas son un revoltijo, una maraña. Una mano tira hacia el norte, una pierna hacia el sur, un ojo mira hacia el este, y el otro hacia el oeste. Van en todas direcciones. Este tira y afloja en muchas direcciones les destroza. Se fragmentan, perdiendo su integridad. ¿Cómo se puede así estar silente, o tranquilo?

      La persona que está concentrada tampoco puede estar tranquila, porque