Francisco Rosende

El gran descalabro


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la misma, se busca extraer lecciones de política. Así, se examinan las políticas —esencialmente monetario-financieras— anteriores a la crisis, como también las recomendaciones que comienzan a establecerse con posterioridad a esta.

      Como se indica a lo largo del texto, tanto las conclusiones de interpretación de la crisis como las recomendaciones de política que surgen de esta tienen un carácter de preliminar. Ello es así porque no se puede dar por concluido aún este episodio, puesto que las políticas seguidas para contener sus efectos no han regresado a condiciones que pudieran ser consideradas “normales”. En particular, la forma en que se desarrollará este proceso de “normalización”—particularmente de la política monetaria— es una pregunta abierta.

      Junto con proveer información y juicios sobre el evento económico más importante en lo que va transcurrido del siglo XXI, este libro pretende también servir de herramienta para los cursos de Economía y Política Monetaria, de manera de ilustrar los alcances de temas tan fundamentales como son la organización del proceso de producción de liquidez de una economía y los conflictos envueltos en el diseño de la política monetaria.

       CAPÍTULO 1

      INTRODUCCIÓN

      Tras la Gran Depresión de los años treinta, la economía norteamericana registró un prolongado período en el que predominó el crecimiento de la actividad y la estabilidad financiera. Después de la aguda crisis financiera que esta precipitó, se realizaron importantes reformas en la institucionalidad financiera, las que buscaron recoger las lecciones que emergieron de dicho episodio. Esas transformaciones en la arquitectura financiera norteamericana, identificadas con el Acta Glass-Steagall, hicieron posible que los pánicos y las crisis financieras en esta economía, se erradicaran por un período prolongado. Un aspecto esencial para el logro de dicho resultado fue el establecimiento de un seguro estatal sobre los depósitos bancarios con posterioridad a la Gran Depresión, en el contexto del conjunto de reformas a la legislación financiera.

      Desde luego, entre la Gran Depresión y los comienzos del presente siglo hubo episodios de quiebras de bancos y de otros intermediarios financieros, que amenazaron en algún grado la estabilidad financiera norteamericana. Sin embargo, se trató de situaciones acotadas, las que pudieron ser manejadas de un modo oportuno y efectivo por la Reserva Federal y las agencias reguladoras.

      La verificación de un agudo proceso inflacionario en los 70, que fue contenido a fines de dicha década por medio de un enérgico ajuste monetario, fue un factor importante para la puesta en marcha de un posterior proceso de transformación en el paisaje financiero norteamericano. Así, la alta inflación desafió la tranquilidad en que se desenvolvía un regulado y estable sistema financiero, lo que gatilló un importante esfuerzo de los ahorrantes para reducir los costos que esta les ocasionaba. Más tarde, las propias autoridades decidieron la implementación de un programa de liberalización y fomento de la competencia en el sector financiero. Esta agenda, dirigida a consolidar la posición de los Estados Unidos como centro financiero internacional, fue impulsada con energía por los gobiernos de Bill Clinton y George W. Bush. Así, en el contexto de un cambiante panorama económico mundial, luego de la caída del Muro de Berlín y la apertura de China al comercio mundial, la posición de los Estados Unidos para ejercer el papel de centro financiero global era inmejorable. Más aun, luego de la caída de la inflación y la consecuente ganancia en la credibilidad del compromiso con la estabilidad de las autoridades monetarias, se observó una gestión ágil y efectiva en el control de las amenazas a la estabilidad macroeconómica. Parecía que se había llegado finalmente al triunfo de la Banca Central, algo parecido al “Fin de la Macroeconomía”, replicando el conocido “Fin de la Historia” proclamado algún tiempo atrás por Fukuyama, dado el grado de control que se percibía sobre los ciclos de actividad. Sin embargo, no transcurrió mucho tiempo entre la consolidación de este ambiente de optimismo en la principal economía del mundo y la irrupción de una profunda crisis financiera, que la puso en los límites de repetir la Gran Depresión.

      En esta oportunidad no hubo colas frente a los bancos que graficaran situaciones de “corridas”, pero estas igualmente ocurrieron al evaporarse una considerable porción de la liquidez existente en la economía al inicio de la crisis. No cayeron en situación de bancarrota grandes bancos comerciales, pero sí importantes bancos de inversión, los que estaban participando activamente en el proceso de producción de liquidez.