Francisco Rosende

El gran descalabro


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de la Universidad de Stanford, John Taylor, que propone una sencilla estrategia de movimiento para la TPM, la que permitiría alcanzar una cierta meta inflacionaria14.

      En la ecuación (1) se plantea la formulación original de la “Regla de Taylor” (“πt” indica la tasa de inflación; “π*” es la meta inflacionaria del banco central; “ρ” es la tasa de interés real “neutral” en tanto que la variable “xt” indica la “brecha de producto”).

      (1) it* = TPMt* = (ρ + πt) + 0,5 (πt π*) + 0,5xt

      De acuerdo con la regla indicada en (1), un comportamiento pasivo de la autoridad monetaria llevaría a esta a validar una tasa de política (TPM), igual a la tasa de interés nominal existente en el mercado, siendo esta la suma de la tasa real de interés estimada por los individuos y la tasa de inflación (ρ + πe). Es importante advertir que Taylor diseña su regla identificando la variable “inflación” con un indicador de tendencia inflacionaria, para aislar el efecto de fenómenos transitorios. En equilibrio las expectativas inflacionarias del público son iguales a esta tendencia.

      Sin embargo, una gestión coherente con la estabilidad de precios llevaría a ajustar al alza la TPM en función de la discrepancia que observe la tendencia inflacionaria respecto de la meta que la autoridad monetaria se planteó para dicha variable. Por otro lado, asumiendo —como lo hace Taylor— que en los mercados predomina un contexto de competencia imperfecta, entonces la política monetaria debe vigilar los movimientos de la actividad económica y el empleo, puesto que un crecimiento del producto por sobre lo que se estima la tasa de crecimiento sostenible o “potencial”, llevará posteriormente a la aparición de presiones salariales y de precios como resultado de este “sobrecalentamiento”, el que en términos de la ecuación expuesta se expresa como xt > 0.

      En el mencionado trabajo, Taylor (1993) contrasta las predicciones que habrían resultado de la aplicación de una regla como la indicada en (1) para los Estados Unidos, con la trayectoria efectiva seguida por la TPM entre 1987 y 1992, encontrando una sorprendente similitud entre los niveles efectivos de dicha variable y los recomendados por la mencionada regla. En un importante paper, posterior Clarida, Gali y Gertler (1999) realizan una elaboración rigurosa de los fundamentos teóricos detrás de una Regla de Taylor como la expuesta en (1), incorporando un ajuste gradual en la TPM frente a cambios en la percepción de las autoridades respecto de las características del entorno económico prevaleciente. Así, dada la existencia de información incompleta acerca de lo que puede ser la tendencia de la inflación o de la actividad económica, Clarida et. al. plantean que a las autoridades les resulta conveniente ir ajustando gradualmente la TPM hacia lo que estiman como el nivel adecuado de esta, dado el escenario económico prevaleciente, de acuerdo con la regla indicada en (1). Este proceso de ajuste gradual en la TPM se describe en (2).

      (2) TPMt = αTPMt* + (1 – α)TPMt–1, 0 < α < 1

      Nuevamente la comparación de las predicciones de este modelo —especialmente con ajuste parcial— con el comportamiento efectivo de la TPM, muestra un alto grado de coincidencia durante la celebrada gestión de Greenspan. El problema entonces radicaba en seleccionar la regla de Taylor adecuada, de modo de lograr un genuino aporte de la política monetaria a la estabilidad macroeconómica.

      No obstante la extendida asociación que se aprecia en la literatura especializada en temas monetarios entre el enfoque de política monetaria de la Fed durante la gestión de Greenspan y la aplicación de una “regla de Taylor”, como elemento conductor de la misma, el propio ex presidente de la Fed rechazó la utilidad práctica de dicho tipo de reglas. En efecto, Greenspan (2003) plantea que no obstante la amplia coincidencia que se aprecia entre los economistas académicos y los banqueros centrales en cuanto a la importancia de orientar la política monetaria al logro de un cuadro de estabilidad de precios y del sistema financiero, advierte que las principales amenazas a dichos objetivos —particularmente hacia el segundo—provienen de episodios que difícilmente pueden ser capturados por una regla de Taylor. Dentro de estos caerían situaciones como la crisis de deuda de Rusia y el colapso de un gran fondo de inversión como el Long Term Capital, entre otros, donde lo que se aprecia es una reacción de la política monetaria más en la línea de las lecciones que entregan Friedman y Schwartz (1963) de su estudio de las causas de la Gran Depresión que una aplicación de una regla de Taylor. Esto es, en dichos episodios la política monetaria intervino proveyendo la liquidez necesaria para evitar que se viese obstruido el normal funcionamiento del sistema de pagos de la economía, recomendación que se aplicó rigurosamente por parte de la Fed durante la administración de Greenspan.

       Cuadro 1

      Crecimiento real e inflación de los Estados Unidos

      Fuente: Elaborado a base de datos del World Economic Outlook, FMI

      El prestigio que alcanzó la política monetaria durante la “Administración Greenspan” bien puede explicarse por la certera y rápida respuesta que dio a las diversas amenazas que se fueron planteando. Así, más allá de las coincidencias que se encuentran entre la evolución observada por la TPM y la que se infiere de una regla de Taylor en buena parte de este período, no es evidente la causalidad entre la estabilidad macroeconómica que se registra en este y la aplicación de la mencionada regla, en particular, cuando se trató de abordar situaciones que pudieron haber amenazado la estabilidad financiera. Por otro lado, de suponerse que lo que caracterizó el manejo de la política monetaria durante la gestión de Greenspan fue la aplicación de una regla de Taylor, parece necesario establecer qué responsabilidad le cupo a esta en los episodios de vulnerabilidad financiera que se produjeron en el período, hasta concluir con la crisis de la segunda parte de la década