de simulación se encuentra la híbrida, en la cual se utilizan dos o más tipos de simuladores; por ejemplo, un simulador por partes al que se suman características realistas con un paciente simulado/estandarizado, lo que permite enseñar y aprender habilidades técnicas y de comunicación, trato humanizado, entre otros (12).
Para que una simulación sea exitosa no basta con crear escenarios de aprendizaje simulado ni con definir uno u otro modelo para usar, o un tipo de simulación específico. Vale la pena considerar aspectos físicos, académicos, tecnológicos, técnicos, sociales y afectivos de los participantes para realizar las prácticas simuladas en ambientes seguros, que no pongan en riesgo la vida del paciente. De hecho, Clede et al. afirman que la falta de consistencia en el uso del término fidelidad ha llevado en algunos casos a confusión, ya que se ha utilizado para definir complejidad o tecnología. La fidelidad no es siempre proporcional a la complejidad utilizada (9), lo anterior coincide con Dávila-Cervantes, quien afirma que el éxito de la simulación no solo depende del compromiso de los participantes en sus roles, sino de la presencia de una alta fidelidad física, conceptual y emocional o vivencial a partir de los objetivos de aprendizaje establecidos por el docente (5).
Modelos pedagógicos y simulación clínica
En los últimos años ha surgido el interés por fundamentar la influencia de la simulación en el aprendizaje a largo plazo, a través de procesos pedagógicos y de metacognición que facilitan la aplicación del conocimiento, la perfección de habilidades y la adquisición de competencias individuales y grupales. A continuación, se describirán algunos modelos de aprendizaje relacionados con la simulación clínica.
Aprendizaje experiencial y simulación
El aprendizaje en simulación clínica está fundamentado en modelos recientes relacionados con la participación del aprendiz. Uno de estos está basado en el ciclo de aprendizaje experiencial propuesto por Kolb (citado por Velasco), desarrollado en cuatro etapas incluidas en un espiral continuo que conduce a un aprendizaje significativo. Estas son: experiencia concreta, observación reflexiva, conceptualización abstracta y experimentación activa (8) (figura 1).
En la experiencia concreta se parte de analizar vacíos de conocimiento con el propósito de generar experiencias que fortalezcan los procesos cognitivos y fomenten la reflexión para que, al finalizar la práctica, se facilite el aprendizaje. Luego, el proceso de observación reflexiva está mediado por la reflexión de comportamientos frente a determinadas situaciones y al conocimiento de las emociones del profesor y los estudiantes para analizar el desempeño de manera objetiva, como base para las actuaciones futuras que permitan reevaluar y poner en práctica los modelos mentales. Esto da lugar a la siguiente fase denominada conceptualización, en la cual se da sentido a reflexiones fundamentadas en sus conocimientos previos. El rol principal del profesor/facilitador es aportar al razonamiento lógico del participante como base para la construcción de nuevos modelos mentales. Una vez se ha dado este proceso, el participante adquiere la capacidad de poner en práctica y transferir a otros contextos lo aprendido, lo que da lugar a la experimentación activa en futuras situaciones.
FIGURA 1. ADAPTACIÓN DEL CICLO DE APRENDIZAJE DE DAVID KOLB, COMO FUNDAMENTO PEDAGÓGICO
Fuente: elaboración propia. Adaptado de Kolb (1).
En este estilo de aprendizaje se diferencian cuatro tipos de estudiantes: a) el estudiante activo, caracterizado por tener mejor desempeño durante las experiencias concretas y logro del aprendizaje a través de la experimentación; b) el estudiante reflexivo, identificado por tener mayor capacidad de análisis y facilidad para aprender a través de él; c) el estudiante teórico, reconocido por desarrollar eficientemente el proceso de conceptualización; d) el estudiante pragmático, quien prefiere la etapa de experimentación activa y aprende haciendo (8). Estas caracterizaciones deben ser consideradas por el profesor en el diseño de escenarios de simulación clínica a fin de lograr experiencias de aprendizaje enriquecedoras para todos los tipos de estudiantes. Desde el punto de vista social, la efectividad de estos escenarios aporta herramientas para enfrentar situaciones reales, tomar decisiones, resolver problemas y usar la creatividad (5).
Las habilidades descritas se pueden desarrollar teniendo en cuenta las capacidades del profesor para generar situaciones ideales a partir de situaciones reales. Esto requiere de una relación directa entre los objetivos de aprendizaje y la motivación de los estudiantes por alcanzarlos, lo que favorece en ellos actitudes como la responsabilidad, la cooperación y el liderazgo (14).
Por último, el proceso de aprendizaje y autorreflexión basado en la simulación clínica favorece el desarrollo de competencias cognitivas (saber), actitudinales y sociales (saber ser), y habilidades y destrezas (saber hacer) a partir de experiencias individuales que enfrenten al estudiante a situaciones reales en las que tenga necesidad de planear acciones, reflexionar en los pros y contras de su decisión, actúar y extraer sus propias conclusiones. En este sentido, Tobón afirma que la formación por competencias incluye características tales como la integración de los conocimientos, procesos cognoscitivos, destrezas, habilidades, valores y actitudes en el desempeño ante actividades y problemas (15).
Aprendizaje emocional
La relación del aprendizaje emocional con la simulación clínica está dada bajo el concepto de que el logro de los objetivos requiere la integración de componentes emocionales, presentes desde el diseño de escenarios de trabajo (16). Amaya Afanador, en 2012, se fundamenta en el modelo cincunflejo de Rusell para describir que los escenarios de simulación deben planearse y desarrollarse con el suficiente estímulo emocional para mantener a los alumnos en la sensación de placer y activación durante el aprendizaje, elementos fundamentales para el aprendizaje a largo plazo (16).
De igual manera, Dieckmann, Gaba y Rall, en 2007 (17), describen tres modos de pensamiento en los que el componente de realismo de la simulación se hace más complejo. Estos modos son el físico, el semántico y el fenomenológico; el último profundiza en las emociones, las creencias y el autocontrol como estados cognitivos que las personas experimentan dentro de una situación. Este modo es relevante en las simulaciones porque hace parte de la experimentación directa de los escenarios, dada por participar en situaciones complejas en tiempo real con simuladores, pacientes simulados u otros, y por convertirse en verdaderos eventos educativos que aproximan a escenarios reales.
Modelo de entrenamiento y autoentrenamiento
El modelo de entrenamiento y autoentrenamiento establece las cuatro fases necesarias para lograr el aprendizaje a partir de las simulaciones, donde la función docente se basa en explicar, arbitrar, monitorizar y analizar las actuaciones del participante. La primera fase es la Preparación, en la que se establecen el alcance de la actividad simulada, los objetivos, el propósito y las necesidades de esta; la segunda fase se reconoce como el Entrenamiento de los participantes, en la que se explica la participación y el rol de cada uno de ellos, se