de El as de los ases, recordada grabación de la orquesta de Héctor Varela con el cantor Rodolfo Lesica realizada en mayo de 1952.
Con música del violinista y director de origen italiano Antonio Rodio, escribió los versos de los tangos Maldita, el que se constituyera en la última grabación de Carlos Di Sarli con su sexteto el 14 de agosto de 1931, interviniendo como estribillista Ernesto Famá —siendo registrado luego por Ignacio Corsini con acompañamiento de guitarras—, y Si yo te contara, llevado al disco por Francisco Canaro con estribillo cantado por Roberto Maida, el 24 de mayo de 1937.
Otra letra destacada de su importante producción, aunque en una línea distinta a los trazos lunfardescos que caracterizaron a muchos de sus versos de mayor difusión, es la del tango Mía, grabado por Carlos Dante en dos oportunidades: cuando se desempeñaba como cantor de la orquesta de Alfredo De Ángelis, en 1954, y ya como solista, en 1969, acompañado en esta oportunidad por la orquesta dirigida por Aquiles Roggero.
Unió también su nombre al del pianista Juan Carlos Cobián en Es preciso que te vayas, una de las últimas producciones musicales de este notable compositor. El tema no alcanzó la difusión que merecía, apreciándose de todos modos su calidad en la grabación que hiciera la orquesta de Osvaldo Pugliese con la voz de Juan Carlos Cobos el 25 de noviembre de 1953.
No omitió en su producción el homenaje a un colega, y así fue como en 1943 dio a conocer Ahí va Catunga, con música de Atilio y Humberto Constanzo, grabado en ese mismo año por la orquesta de Roberto Zerrillo, en la que este último compositor se desempeñaba como contrabajista, con la voz de Jorge Cardozo, formando parte del único disco para el sello Odeon de esa agrupación.
Una de sus últimas letras registradas en sadaic fue la del tango La carta que me dejaste con música de Humberto La Rocca, llevado al disco por la orquesta de Domingo Federico con la voz de Armando Moreno el 21 de julio de 1952 a casi cinco años exactos de la muerte de Cele.
Como surge de la reseña de sus letras, Flores escribía versos que acompañaron a melodías inspiradas por distintos compositores, sin que pueda entonces identificarse un binomio entre él y alguno de ellos. Buena parte de su producción se adaptó a la perfección al estilo de Edmundo Rivero, quien hizo así inolvidables creaciones de los versos de Celedonio. Margot, Mano a mano, Audacia, Tengo miedo, Cuando me entrés a fallar y Biaba constituyen pruebas fehacientes de lo expresado. Al momento de su temprano deceso, tenía registrados cuarenta y ocho temas como letrista en sadaic. Muchos de ellos lo habían transformado en un hombre de buena posición económica, sin perder por eso su legendaria bohemia y proverbial modestia.
Por otra parte, a su producción deben agregarse dos libros de poesías: Chapaleando barro, dado a conocer a través de una primera edición publicada en el año 1929, y en cuya segunda publicación, fechada en 1951, se agregaron veinte poemas póstumos y un prólogo escrito por Cátulo Castillo, y Cuando pasa el organito, cuya primera edición aparentemente, dado que conforme lo señaláramos antes no existe completa seguridad al respecto, data de 1935, para aparecer una segunda en 1965.
Ambas antologías son fundamentales para comprender la esencia de la letra de sus tangos, ya que en ellas se incluyen tanto los versos de varios de sus tangos más exitosos como diversos poemas que jamás acompañaron a una melodía, pero que de todos modos también conservan el sesgo popular, la nostalgia y el desenfado que priman en aquellas letras.
Precisamente uno de ellos, titulado Porque canto así, ha sido popularizado por Julio Sosa, quien lo recitó con su particular estilo acompañado por la melodía de La cumparsita, bellamente interpretada por la orquesta de Leopoldo Federico.
Horacio Salas ha escrito el acertado comentario que transcribimos a continuación acerca de la importancia de la poesía de Flores en la evolución de este género musical: «Sin la homogénea calidad de Homero Manzi ni la profundidad metafísica de Enrique Santos Discépolo, la capacidad descriptiva de Flores, su acercamiento a los sectores marginales y su tono de cronista de la vida porteña lo convierten en un nombre fundamental en el desarrollo de la poesía del tango».
En sus últimos años, cuando su producción poética había disminuido notoriamente, seguía vinculado de todos modos al quehacer artístico como presentador del cantor Carlos Acuña.
Ésta era la actividad que desarrollaba cuando falleció el 28 de julio de 1947, una semana antes de cumplir 51 años.
122. Florio, Roberto
Cantor nacido en Buenos Aires el 9 de noviembre de 1929. Su verdadero nombre era Rodolfo Ángel Florio, es decir que sólo modificó su nombre de pila, a sugerencia de Armando Portier, cuando en 1954 ingresó a la orquesta que éste codirigía con Enrique Mario Francini, con el fin de obtener una mejor sonoridad.
Como dato curioso, cabe acotar que su apellido materno era Santafé. En 1949, participó de un concurso de cantores en el club Federal Argentino del barrio de Saavedra, en el que obtuvo el primer premio, mientras que el segundo lugar lo ocupó nada menos que Roberto Goyeneche. Por entonces trabajaba en le empresa textil Grafa, junto con el también cantor Jorge Casal.
A partir de su triunfo en el mencionado concurso, alcanza la posibilidad de actuar en diversos cafés y confiterías, el primero de ellos fue en el café Los Andes, hasta llegar a la céntrica confitería La Armonía de Corrientes 1443, donde conoció a Lorenzo Barbero, a cuya orquesta se incorporó en 1950.
Con este director, se presentó en las audiciones de Jabón Federal por radio Belgrano, las que se irradiaban con gran aceptación del público los domingos al mediodía y también con él debutó en el disco el 15 de octubre de 1951, con el tango Tomá mate, tomá mate, cantado a dúo con Juan Carlos Del Monte.
Con posterioridad, dejó otras interesantes grabaciones, como por ejemplo la del tango Serranita, cuya música pertenecía al propio director y la letra al luego conocido humorista Juan Carlos Mesa.
Se desvinculó de esta orquesta en el año 1953, ingresando a la de Oscar Castagniaro, el mismo que durante siete años integrara la fila de bandoneones de Osvaldo Pugliese.
Con Castagniaro, editó el tango Madre hay una sola, y al asumir este director en 1954 el acompañamiento de Roberto Chanel, Florio regresó por un breve lapso a la orquesta de Lorenzo Barbero, grabando en esta oportunidad un solo tema, el chamamé de Mario Millán Medina titulado El recluta.
Inmediatamente después de este registro, se produjo su ingreso a la orquesta de Francini y Pontier, en la que permaneció hasta la disolución de esta formación al año siguiente. Bajo la dirección de estos músicos, grabó cuatro temas, el primero de ellos, el 21 de octubre de 1954, fue el tango de José Canet y Marcos Larrosa Los cosos de al lao, al que le siguieron Por una muñeca, de Emilio Balcarce y Manuel Barros 2 de mayo de 1955; Cuartito azul, de Mariano Mores y Mario Batistella, el 11 de junio de ese mismo año, y Por unos ojos negros, de José Dames y Horacio Sanguinetti, el 22 de agosto, la que fue a su vez la última grabación de la inolvidable formación de estos directores.
Disuelta ésta, Florio siguió con la orquesta de Armando Portier hasta 1956, habiendo debutado esta nueva agrupación con sus cantores Roberto Florio y Julio Sosa en la boite Sans Soucci, el 2 de septiembre de 1955, es decir pocos días después de la última grabación de Francini Pontier.
Con la orquesta de Portier, Florio grabó para el sello rca Victor dos temas: Lágrimas de sangre, el 13 de septiembre de 1955, y el vals Quemá esas cartas, el 20 de enero de 1956.
En este mismo año, se incorporó a la orquesta de Carlos Di Sarli, en reemplazo de Rodolfo Galé. Con Di Sarli actuó en radio El Mundo y en las boites Marabú y Mi Club, además de animar los bailes en diversos clubes y de grabar también para el sello rca Victor un total de cinco temas, entre el 26 de abril de 1956, día en el que registró Fumando espero, y el 4 de octubre de 1957, en el que participó en la grabación de Por un te quiero.
Entre ambos, quedaron los trabajos discográficos de Derrotado, el 27 de septiembre de 1956; Calla, el 19 de diciembre de ese mismo año, y Cuánta angustia, el 30 de septiembre del año siguiente.
En 1958, ingresó a la orquesta de