Pablo Melicchio

El lado Norita de la vida


Скачать книгу

      –Los periodistas me tienen loca, patilluda, es que cada día hay una canallada más –dice cuando corta. Apoya el teléfono sobre la mesita ratona y levanta la pierna sobre un banquito de madera.

      Vamos hablando de los detalles del libro. Un libro espontáneo, libre, natural, que vaya saliendo como si se pariese en el campo, sin máquinas ni anestesias. Insiste en que tiene que ser psicológico, y en el que cuente la perversión de ciertos militares, pero también la resistencia de las Madres y de las familias.

      –Hay varios periodistas y documentalistas que quieren hacer mi biografía –me dice y, tras un suspiro, agrega–. Pero yo no tengo nada anotado, yo siempre viajé, fui, vine, no guardaba nada, tengo un montón de fotos sin fechas…

      –Vamos por la memoria, entonces –le digo, y sonríe.

      Cada vida está constituida de infinitos momentos. Hay vidas más lineales, “normales”, vidas clásicas, casi sin sobresaltos. Hay millones de personas en el mundo que nacen, viven y mueren, que pasan inadvertidas y que, con los años, nadie sabrá que habitaron en esta tierra. Pero la existencia de Nora es una e infinita, contiene muchas vidas dentro. Estoy frente a Nora, la que fue hija, esposa y madre. Nora, la madre actual de Marcelo y la que fue madre de Gustavo hasta que lo secuestraron. Nora, la Madre de Plaza de Mayo, la militante, la luchadora por las mil injusticias que padecemos cada día. Su vida dividida en mil partes, pero por sobre todo partida en dos: antes y después de la desaparición de Gustavo.

      Estamos sentados frente a frente. Sobre la mesa ratona aguardan el grabador encendido y mi cuaderno abierto con mil notas y mil preguntas. Norita está distendida, como si nos conociéramos de toda la vida.

      Santiago es para Nora, y para todas las Madres, la recreación de lo que padecieron con sus hijos. Desaparición. Búsqueda. El trauma se reactiva. Al decir freudiano, lo no elaborado retorna incesantemente. Y como las Madres que no hallaron a sus hijos no pudieron atravesar sus duelos, con lo sucedido con Santiago Maldonado el trauma se recrea y se reactiva. Es una vuelta al mundo del dolor en casi ochenta días. La consigna “Aparición con vida de Santiago” condensó todas las angustias vividas por las Madres en la época de la dictadura. Represión. Desaparición.

      –Quisiera que puedas recrear el proceso psicológico de querer destruir una familia –dice y me mira fijamente.

      Es un pedido. Su pedido es una orden que me revuelve las tripas, que me parte la cabeza en treinta mil pedazos. Sé que hay distintas formas de destruir una familia. Hoy, que la familia ya no es lo que era, ¿de qué familia me habla Nora? De aquella que funciona, de una u otra manera, ligada desde un objetivo. Aquella en la que hay encuentros. En la que, como sucedía en la suya, había una mesa, un papá, una mamá y dos hijos. Esa familia clásica en la que el padre salía a trabajar y regresaba a un hogar en el que estaba la madre ocupándose de los hijos. Esa familia en la que los hijos iban a la escuela, salían a bailar, tenían amigos, novias, fiestas. Esa familia es la que se intentó destruir cuando se llevaron a Gustavo. Pero no fue destruida, fue reconvertida, con la desaparición de Gustavo pasó a ser otra familia, con la ausencia. Fue entonces cuando Nora, la esposa y madre, no se quedó en su casa, encerrada con su dolor, sino que se calzó el pañuelo blanco y salió a la calle para convertirse en una Madre de Plaza de Mayo.

      –¿Y dónde comienza ese proceso de descomposición de la familia, Nora? –le pregunto.

      Nora baja levemente la cabeza, como si en su falda estuviera abierto el libro de la buena memoria. Enseguida regresa su mirada y me dice:

      –La descomposición de una familia como la nuestra arranca en el momento de la desaparición. Ya no se vuelve atrás...

      “Ya no se vuelve atrás”, dice Nora, con un dejo de melancolía. En realidad, nunca hay vuelta atrás, solo imaginaria. Pero, aun así, más de una vez quisiéramos volver al pasado, a esos momentos plenos, ideales, sin dolores ni muertes, y quedarnos allí eternamente.

      –¿Hubo un momento en el que pensaste que ya no ibas a encontrar a Gustavo?

      –No hubo un momento, hubo una historia. No hubo un momento que yo te diga, el día tal… como cuando uno escribe el diario de su vida: el día tal hice tal cosa… En esta historia no hay un día tal. Hay un día que no te diste cuenta qué día era, no lo registraste, no sabés bien qué pasó –dice y se queda contemplando un punto lejano del living en penumbras. Un espacio poblado de fotos, libros, reliquias, regalos de todo el mundo. Un lugar donde habla la historia reciente de nuestro país.

      La vida dividida. Y la memoria activa. Luego de un instante, regresa de un viaje inaccesible para mí. Me mira con dulzura. Entonces sigo preguntando. Sigo ingresando en la historia y en la vida de Nora Cortiñas. Miro mi cuaderno en el que esperan las preguntas sin respuestas, pero siento que no es momento de puntualizar y, apelando a mi profesión de psicólogo, le digo:

      –Hablame de lo que quieras.

      –Bueno, la desaparición… ese es el punto de partida de un cambio. No es fácil. Voy perdiendo la memoria y tengo que ir rescatando. Rescatando. Me acuerdo de tal cosa… ayer, cuando vi esa escena de la madre de Maldonado, la perversión de un sistema represivo, cómo te destruye, cómo te hurga en tu interior para ver cómo te pueden destruir, y a cada ser de la familia le toca de una manera distinta. No todos son de la misma manera. La madre reacciona de un modo; el padre, de otro; el hermano, de otro… toda esa conjunción, para ir desarrollando el sistema perverso que es la dictadura. A medida que ahora me meto en esto… haré memoria, porque hasta ahora no tenía tiempo.

      –Trabajaremos con la memoria. Es un bueno momento para que puedas trasmitir lo que viviste.

      –¿Qué quiero que hagas, Pablo? Que hurgues en lo psicológico y en lo político… Todo lo psicológico de la dictadura, de la represión, que tiene un trasfondo político muy intenso.

      –¿Qué es la desaparición, Nora?

      –El sistema de represión más infame es la desaparición de persona. La persona pasa de ser a no ser, de no saber más nada de qué pasó con su familia y su familia no saber más nada de qué pasó con él; todo es imaginación: “Ahora lo estarán torturando”, “¿y si ahora salgo a reclamar, van a seguir torturándolo?”. “Y si no salgo, ¿lo van a matar?”. Ese juego de crueldad. Hay un ex detenido desaparecido, que lo quiero mucho, al que le pusieron en su pecho desnudo a su hijito de dos o tres meses, y a él lo torturaban con su bebé arriba del pecho para trasmitirle la electricidad al hijo también. Hay que dejar testimonio, Pablo. Yo no sufrí la tortura en mi piel, sabés, la sentí en mi alma. La tortura en el cuerpo la sintieron los que estuvieron en un campo de concentración.

      –Distintas formas del dolor, pero dolor al fin, Norita.

      Desaparición. Torturas en el cuerpo y en el alma. Nora se levanta, se dirige lentamente hacia la cocina. Solo una pausa para preparar unos mates, para buscar un poco de respiro en medio de los recuerdos que duelen. Un recreo para descansar del horror, como quien en medio de un velatorio se asoma por una ventana y se queda observando a unos niños andando en bicicleta. Afuera, la vida; adentro, la muerte. Aunque adentro y afuera muchas veces no sea más que una banda de Moebius que nos confunde. Qué es adentro. Qué es afuera. Soñar con los ojos abiertos. Escucho los sonidos de