—¿Y bien?
Suspiré y negué con la cabeza.
—Me conoces demasiado bien.
—Y sé que me das largas. No tardará en volver.
—Acabo de darme cuenta de cuánto crecerán mientras no esté. —Me encogí de hombros e hice girar el vaso de agua sobre la mesa—. No había hecho las cuentas.
—Es la primera vez que te escucho decir que no habías hecho las cuentas.
Le saqué la lengua. Muy adulto por mi parte.
—Ya me cuesta procesar lo rápido que crecen, y no me he perdido tres años. Por cierto, ¿qué pasa con Rachel?
Miró por encima del hombro a Tommy, que leía la información de todas y cada una de las canciones de la gramola.
—No lo sabe todo. La pillamos fumando marihuana.
—¿Y no me lo habías dicho?
—Fue ayer. —Se quitó las gafas y se frotó el puente de la nariz—. Hay un chico, al que no he matado.
—Yo podría.
Se rio.
—Tendrías que pillarlo antes que Doris. Como sea, es de último año y, al parecer, muy guapo y tiene coche. Le ofreció llevarla a casa después del ensayo de la banda.
Me quedé fría.
—No habrán… Ya sabes.
—No. Por eso sigue vivo. —La música empezó a sonar y Hershel miró por encima del hombro—. Se acabó el tiempo. Ten en cuenta que Rachel estará castigada todo el tiempo que pases fuera.
Asentí y me tragué la angustia mientras Tommy volvía al ritmo de la música. Había elegido «Sixty-Minute Man». Odiaba esa canción.
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