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Canon sin fronteras


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pretende demostrar que las fronteras que por tanto tiempo separaron a la alta cultura de la baja cultura, al canon cultural de los géneros populares —y, concretamente, a estos últimos de formas artísticas e ideologías más dúctiles o liberales—, no son definitivas. Decía Georges Perec que categorizamos el mundo para darle un cierto orden, poder aprehenderlo y vivir en él. En ese sentido, cualquier orden siempre será arbitrario y sus categorías serán renegociadas siempre que sea necesario. Así, en nuestro enfoque, percibimos la frontera entre géneros como porosa y, sobre todo, relativa, pues cambiará en función de una obra y, sobre todo, la respuesta que las audiencias tengan. Si las fronteras de esta vara de medir (el canon) son maleables, podemos hablar de un canon que expande y transforma sus límites como respuesta a su entorno, por lo que difícilmente serán inexpugnables. A partir de la interdependencia que establece con otras formas de arte y entretenimiento, el canon mantiene estas etiquetas para poder discernir entre un género y otro, pero no deja de tender puentes hacia otras posibilidades creativas. No obstante, hacemos hincapié en que estas distinciones no son tanto una separación como una oportunidad de diálogo. A partir de este diálogo, surgen categorías nuevas que, en ocasiones, suscitan una jerarquización que las pone en función de otras. En ese sentido, es importante que este diálogo se mantenga constante para que permita revalorar las categorías y reformularlas, siempre que sea necesario. Así, es posible hablar de un canon sin fronteras que continuamente incluye y excluye elementos culturales aparentemente discordantes.

      Ya que las categorías son etiquetas necesarias para orientarnos, hemos organizado el contenido de la antología en cuatro secciones que responden a ejes temáticos e intenciones autorales en común. En la primera sección, intitulada Del gozo a la teoría, Isabel Clúa y Fernando Ángel Moreno enfatizan la necesidad de atravesar por la respuesta de la audiencia antes de incorporar un análisis desde la teoría. Así, por un lado, Isabel Clúa recurre a la teoría de los afectos para visibilizar la dimensión emocional y el potencial político de la fantasía. Fernando Ángel Moreno, por otro lado, recalca el disfrute que algunas películas de ciencia ficción producen en sus espectadores y revisa cómo esto coincide, o no, con la teoría estética de Theodor Adorno. La segunda sección, Género y género, contiene tres textos que, desde posturas feministas, abordan las transgresiones textuales de obras populares escritas o dirigidas por mujeres. Nattie Golubov aborda la hibridación entre la novela rosa y la literatura detectivesca y cómo comunica un nacionalismo profundamente arraigado en los miedos y ansiedades del contacto con el otro. Rodrigo Ponciano explora la reconfiguración de estrategias del western desde la perspectiva femenina en la película El poder de la moda (The Dressmaker, 2015). Jimena Martín del Campo, desde la fantasía, revisa las estrategias contestarias de Las nieblas de Avalon (The Mists of Avalon, 1982) que redimensionan a las mujeres del mito artúrico en posiciones empoderadas, autónomas y políticamente activas.

      En la sección Realidades dislocadas, los autores analizan cuestiones apremiantes para nuestra actualidad en la novela detectivesca, la literatura y televisión de ciencia ficción, y la narcotelenovela, y demuestran que la realidad se fragmenta, lo que multiplica las perspectivas y posibilidades para interpretarla. Maximiliano Jiménez revisa, en la novela detectivesca Nineteen Seventy Four (1999), las tensiones entre realidad y ficción, así como la inestabilidad del concepto de verdad cuando la separación entre ellas es volátil. Isidro Portillo opina sobre los vicios del capitalismo a través del cuento de ciencia ficción “Escape from Spiderhead” (2010). Isabel del Toro desglosa las formas en las que la serie televisiva Black Mirror juega, renueva y actualiza los fundamentos de la ciencia ficción. Cierra esta sección Ainhoa Vásquez, quien evalúa, en los patrones melodramáticos de las narcotelenovelas, la confrontación crítica que propician con la cruda realidad del narcotráfico.

      Finalmente, la sección Convergencias monstruosas incluye cuatro artículos que presentan una serie de reflexiones en torno a la otredad sublimada en la figura del monstruo, cuyas acepciones acentúan distintos aspectos de nuestra realidad. Gonzalo del Águila resalta las estrategias que los cómics Monstress y Redlands emplean para subvertir estereotipos de género mediante representaciones de lo abyecto. Antonio Alcalá describe múltiples perspectivas androcéntricas desde el célebre horror cósmico de H. P. Lovecraft. Rodrigo Cano revisa las transposiciones semióticas entre Carmilla, un clásico de las letras góticas, y la película de culto Alucarda, y cómo la otredad se reconfigura a partir de símbolos distintos. Estefanía Vázquez ahonda en las críticas al racismo y sexismo, y los discursos sobre otredad e hibridación que derivan de la caracterización de lo monstruoso en la novela ciencia ficcional Kindred.

      Creemos que toda delimitación es permeable y se comunica con regiones colindantes. Sostenemos que cada uno de los artículos, a pesar de ser incorporado a una sección determinada, resuena fuertemente con los temas y argumentos que encabezan otros apartados de esta antología. Esta peculiaridad no pasará desapercibida para las audiencias que se acerquen a estos textos y esperamos que conduzca a ejercicios individuales de interpretación y nuevas vinculaciones. Este mismo rasgo se plasma también en la percepción que quienes participamos en la colección tenemos sobre las conexiones entre los propios géneros populares. Si bien es un hecho que éstos poseen rasgos particulares que los hacen únicos y distinguibles entre sí, cuando hablamos de ampliar fronteras también nos referimos a que es enteramente posible hallar obras donde varios géneros conviven de distintas formas, pues las fronteras que los separan jamás serán absolutas. Y es que resulta relativamente sencillo distinguir la ciencia ficción del terror o del western, pero hay ocasiones donde estos tres géneros pueden participar juntos en un mismo texto. No buscamos estudiarlos como si pertenecieran a mundos aislados. Por otro lado, hay que señalar que, así como las voces que se presentan a continuación entreveran múltiples puntos en común sobre la permeabilidad y versatilidad de los géneros populares, también manifiestan divergencias y no asumen una única postura respecto a su estudio o taxonomía. Así, algunos de estos artículos, sumando a los debates que se llevan a cabo en otros estudios y círculos académicos, exponen diferentes visiones en cuanto a la clasificación, nombramiento y dimensiones semánticas de estos géneros y los subgéneros que se adhieren a ellos. Esto, en vez de traer limitaciones, no hace más que enriquecer la discusión y análisis de dichas expresiones.

      Ya expuestos los principales rasgos de este trabajo conjunto, sólo nos queda manifestar un último deseo que nuevamente se relaciona con la intención de ampliar perspectivas sobre el consumo y relevancia de la cultura popular en nuestras vidas: así como pretendemos demostrar que no existen fronteras para el canon y su estudio, deseamos también que estos textos alcancen públicos más allá de las fronteras académicas, propiciando que se familiaricen con nuevas lecturas y enfoques que nutran su consumo de géneros populares. La tarea quizás parezca ambiciosa, pero creemos que, gracias a la apertura que muchos círculos académicos comienzan a mostrar y la propia accesibilidad que presentan los géneros aquí discutidos, no existe mejor momento para lograrla. Después de todo, la última palabra —como en gran parte de los procesos y transformaciones que han caracterizado estas expresiones— siempre la tendrán los lectores.

      Estefanía Vázquez, Rodrigo Ponciano, Jimena Martín del Campo y Gonzalo del Águila

      Del gozo a la teoría

       Isabel Clúa

      Universidad de Sevilla

      En este trabajo, me enfoco en la intersección entre los conceptos de género literario y afecto, centrándome en el ámbito de la fantasía y en particular en la novela Olvidado rey Gudú (1996) de Ana María Matute. Pretendo mostrar cómo la dimensión afectiva inherente a la fantasía es mucho más que la condición de textualidad escapista y consolatoria a la que se le confina, hecho que no sólo no hace justicia a la heterogeneidad del género, sino que ha impedido reconocer su potencial político. Olvidado rey Gudú, precisamente, es un ejemplo que permite visibilizar estos dos aspectos. Modelada en un mundo secundario lleno de prodigios y seres sobrenaturales que se enmarca dentro de la fantasía, la novela desmonta las estructuras emocionales atribuídas al género a partir de