Windumanoth, y contrapone agudamente la supuesta gloria del guerrero conquistador con la supuesta traición de los dos jóvenes, cuyo pecado ha sido el amor y el consuelo mutuo. Este tipo de “fuga de cámara” tampoco resulta una estrategia que vulnere los patrones de la fantasía, todo lo contrario, es exactamente la estrategia —salvando las distancias— que desarrolla Ursula Le Guin en los últimos volúmenes de la saga de Terramar. La autora, que es también una extraordinaria téorica de la fantasía, explica esta estrategia en su conferencia Earthsea Revisioned, en la que reflexiona sobre las reglas del género llamando la atención sobre la configuración de los héroes, a los que describe vinculados a una vida de continencia, abstinencia y negación de las relaciones (1993: 16) en el contexto de un universo donde el poder se entiende como dominación y fuerza. Precisamente su novelística, muy especialmente a partir de Tehanu (1990), parece recusar esta idea de poder y lo hace a través de este desenfoque al que me he referido, mostrando no los logros de quienes tienen el poder, sino los eventos cotidianos de quienes no participan en la épica de las grandes hazañas.
A modo de cierre
Todo este conjunto de estrategias que apenas he apuntado —la deconstrucción del modelo de la quest mediante la parálisis del eje del espacio y el tiempo; el desenmascaramiento del ideal de progreso y dominación del territorio que se asocia a lo heroico; la atención a los sujetos subalternos y/o que están al margen de la campaña heroica y el posicionamiento fuera de escena de los episodios de esa quest— opera como un dispositivo que configura el mundo secundario de Olvidado rey Gudú como un espacio peculiar, que parece diferir del modelo clásico de la fantasía épica, puesto que los deseos heroicos de gloria y poder están condenados a no verse nunca satisfechos; es éste un mundo en que los reyes sólo pueden perseguir el hastío y deshacerse en un río de lágrimas que sume los ideales triunfales, la fama y la gloria en el más puro olvido. Y, en efecto, como ha observado la crítica, esta construcción del universo de Olar dota al texto literario de un trasfondo político nada desdeñable, que se extiende a otras obras de la propia Matute:
Aranmanoth comparte con La Torre y Gudú su abrumadora preocupación por la bondad y maldad, la justicia e injusticia, ahora notablemente más abstracta, cuestionando la moralidad y ética social más que examinar inequidades sociales específicas. Y mientras Gudú contiene más elementos del cuento de hadas (incluyendo no sólo el dragón, sino hadas diversas, una reina inmersa en la magia, cabalgatas mágicas en el aire y debajo de la tierra, además una procesión vista por muchos que sin embargo no existen, sólo por mencionar lo más memorable) no es un cuento de hadas. Gudú condena el sistema feudal, incluyendo cualquier poder que un hombre adquiere sobre las vidas (y muertes) de otros, y especialmente la guerra como sistema o empresa nacional. Apoyando su declaración fuerte, implícita pacifista y su defensa de los derechos humanos, Gudú representa gráficamente las diferentes maneras en las que “la guerra es el infierno”, y la paz con injusticias un poco mejor. (Pérez, 2008: 63)21
También otras aproximaciones apuntan en esta dirección apelando implícitamente a esa idea de final feliz que, tal y como mencionaba al inicio, suele asociarse a la fantasía; es el caso de Deen, quien afirma: “La promesa de un desenlace feliz no existe en el mundo neo-caballeresco de Matute” (2014: 34), o de McCullar: “Para Matute la fantasía es un cuento de hadas para adultos, pero ella no se suscribe a la necesidad de un final feliz, como lo veremos en tres de sus novelas; la fantasía es otra manera de investigar, en lugar de rehuir, el lado más oscuro de la experiencia humana” (2011: 21-22).22La autora desliza este comentario tras referirse a la noción de eucatástrofe para señalar la diferencia abismal entre el modelo de fantasía tolkieniano y la propuesta de Matute.
Coincido en parte con esta lectura pues, como he tratado de mostrar, los textos de Matute exploran una serie de texturas emocionales que va mucho más allá de la satisfacción que proporciona la superación de una sarta lineal de aventuras y el triunfo final. Eso no implica, como ya he explicado en otros trabajos (Clúa, 2017), que la fantasía clásica de raíz tolkieniana se articule de manera simple y acrítica sobre la promesa de felicidad y la satisfacción emocional del lector. Por el contrario, la capacidad de afectación del género, en especial en lo que toca a su generación de un sentido de la maravilla y de una intensidad emocional en el lector —no necesariamente definida en clave de felicidad—, constituye una de sus mayores potencialidades políticas. En ese sentido, Olvidado rey Gudú no puede entenderse como una excepción o una rareza dentro del género, sino como una de las muchas y diversas propuestas que las aprovechan.
Obras mencionadas
Ahmed, Sara. (2004). The Cultural Politics of Emotion. Londres: Routledge.
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Clúa, Isabel. (2017). A lomos de dragones. Introducción al estudio de la fantasía. Ciudad de México: Bonilla Artigas/UNAM.
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_____. (1997b). “Thinning” en J. Clute y J. Grant (eds.),The Encyclopedia of Fantasy. Disponible en: sf-encyclopedia.uk/fe.php?nm=thinning
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