Wayne Mack

La Vida en la Casa del Padre


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más de cien veces en el Nuevo Testamento, y siempre se refiere a “un grupo de adoradores”, que es [en parte] la primera definición del Diccionario de la Lengua Española.

      La iglesia, según la Escritura, no es un edificio, una denominación, o una actividad; es un grupo de personas. Esto es cierto tanto de la iglesia universal (o invisible), que es el que grupo de personas que por todo lo largo y ancho del mundo creen verdaderamente en Jesucristo (Mateo 16:18; Efesios 5:25-27), como de la iglesia local (o visible), que es el grupo de personas que profesan conocer a Cristo y se reúnen en un lugar particular para la adoración (Mateo 18:17; 1 Corintios 1:2). La palabra ekklesia se usa en ambas maneras en el Nuevo Testamento, pero el segundo significado es mucho más frecuente. Así que a lo largo de este libro nos referiremos a “la iglesia” en ese sentido: el cuerpo local de creyentes que se reúnen para adorar a Dios y servirse unos a otros.

      Técnicamente hablando, esas personas no adoran “en una iglesia” o participan “en la iglesia”; ¡ellos son la iglesia! Y si tú eres un miembro del cuerpo de Cristo, tú no “vas a la iglesia”, ni “te sientas en la iglesia”; tú eres una parte de la iglesia que se reúne para adorar con el resto del cuerpo. Es importante entender esto porque la calidad de una iglesia no se mide, por lo tanto, por la condición de su edificio o lo atractivo de sus cultos, sino por el estado de la propia gente. Ellos son la iglesia, así que la iglesia sólo es tan buena como ellos.

      Esta es la razón por la que este libro es “una guía para los miembros de la iglesia local”. La mayor parte de las personas en una congregación particular no son líderes de la iglesia; son simplemente miembros de la iglesia, o “laicos” como se les ha llamado con frecuencia. Pero casi todos los libros escritos acerca de la iglesia local han sido orientados hacia los líderes. Uno tendría que investigar por todas partes para encontrar otro libro como éste que hable directamente y de manera extensa de las responsabilidades de la gente “común” que son parte de una iglesia local.

      Puesto que este libro está escrito para satisfacer esa carencia específica, no contiene, por lo tanto, ninguna discusión sobre ciertos asuntos sobre los que los líderes de la iglesia deben decidir, tales como el modo del bautismo o la forma del gobierno de la iglesia. La verdad contenida aquí se aplica a los miembros de cualquier cuerpo local que trata de obedecer las Escrituras, sin tener en cuenta a qué denominación están afiliados ni otros distintivos.

      En nuestros días no sólo se entiende de manera equivocada la palabra “iglesia”, sino que muchos cristianos son ignorantes o están confundidos con respecto a su papel y sus responsabilidades en un cuerpo local. Por ejemplo: ¿Sabes por qué la mayor parte de las iglesias tienen un procedimiento para la membresía? ¿Hay una diferencia sustancial entre un “miembro” y “una persona que asiste regularmente”? ¿A que qué clase de iglesia debe asistir un cristiano, y que buenas razones hay para dejar una iglesia por otra? ¿Qué clase de relación deberías tener con los líderes de tu iglesia, y qué papel deben desempeñar ellos en tu vida? ¿Cómo puedes evitar que los cultos del domingo se conviertan en una rutina? ¿Y cómo puedes tú causar o evitar una “división de iglesia”?

      Estas preguntas y muchas otras son respondidas concienzudamente en las páginas siguientes. Esperamos que para cuando hayas terminado de leer este libro, entiendas completamente lo que Dios quiere que tú hagas como una parte de la iglesia local, y cómo Él quiere que lo hagas. Nuestra oración también es que pongas en práctica cada verdad que aprendas, de tal manera que tu Vida en la casa del Padre le sea agradable a Él.

      Comprendiendo la Importancia de la Iglesia Local

      “¡JESÚS SÍ! ¡IGLESIA NO!” Así decía un cartel que llevaba un estudiante. En esta edad espiritualmente hambrienta, el interés en la persona de Jesús es inconfundible... Al mismo tiempo la imagen popular de la iglesia es la de edificios vacíos y deteriorados, congregaciones femeninas y avejentadas, y un clero deprimido e irrelevante. Así el entusiasmo creciente por Jesús parece trágicamente contrarrestado por el desencanto casi total con la iglesia.1

      Esas palabras escritas hace dos décadas por el pastor inglés David Watson captan con precisión el espíritu de nuestros tiempos en el mundo evangélico. El “Movimiento Jesús” de los años sesenta y setenta, ha generado cientos de organizaciones paraeclesiales dedicadas a proclamar el Evangelio y la enseñanza de la Biblia, y en la mayoría de los casos, esas organizaciones han desviado la atención de los creyentes lejos de la iglesia local. Toda una generación de líderes estaba ejercitando sus dones espirituales en otros contextos paralelos a las asambleas a las que asistían los domingos. Este “robo” paraeclesial y una sociedad que corre aceleradamente hacia el secularismo a una velocidad vertiginosa, se combinan para reducir la asistencia en las iglesias locales hasta un mínimo sin precedentes.

      El final de los ochenta y los noventa, por el otro lado, han traído tanto buenas como malas noticias para la institución llamada la iglesia local. Las buenas noticias son que el interés en la iglesia es mayor de lo que ha sido durante muchos años (especialmente en América), y muchas iglesias pueden presentar un crecimiento tremendo en el número de personas que asisten a sus cultos. Las malas noticias son que este “movimiento para el crecimiento de la iglesia” se ha acomodado ampliamente al uso de técnicas de mercado y ha mantenido una tendencia desafortunada a diluir o camuflar los rasgos más polémicos del mensaje bíblico.2 Por lo tanto tampoco ha conseguido producir un compromiso con la iglesia en las vidas de muchos, como ha indicado recientemente William Hendricks en un libro enigmático, Exit Interviews, (Entrevistas de Salida).

      Hendricks hace una crónica del fracaso del “movimiento para el crecimiento de la iglesia” en mantener a las personas en la iglesia, como explica la contraportada del libro:

      Hay un lado oscuro en los informes recientes sobre el vertiginoso aumento de la asistencia a la iglesia en Norteamérica. Mientras que un número incontable de personas “de fuera de la iglesia” pueden estar acudiendo en masa a la puerta delantera de la iglesia, un flujo constante de los “de dentro de la iglesia” está abandonándola por la puerta trasera. ¡Se estima que 53.000 personas dejan las iglesias cada semana para no regresar jamás!3

      El libro documenta estas afirmaciones por medio de estadísticas actuales y numerosas entrevistas con individuos que han dejado la iglesia. La tendencia que describe es verdaderamente triste, pero lo que es más alarmante aún acerca del libro son las propias opiniones del autor acerca de la importancia de la iglesia local, que están intercaladas a todo lo largo de sus interpretaciones de las entrevistas. Aunque hace varias afirmaciones en el sentido de que él no quiere minimizar la importancia de la iglesia, está claro que considera que ésta es sólo una de las muchas opciones para el crecimiento espiritual de los creyentes.

      A pesar del entusiasmo en los informes sobre el aumento vertiginoso en la asistencia a la iglesia, más y más cristianos en Norteamérica se están sintiendo desilusionados con la iglesia y otras expresiones institucionales del cristianismo.

      Esto no quiere decir que estos “creyentes de la puerta de atrás” han abandonado la fe. Por el contrario, pueden estar muy articulados con respecto a los asuntos espirituales. De hecho, algunos tienen vidas espirituales extraordinariamente vibrantes y amistades conmovedoramente íntimas con una o dos personas del mismo espíritu. Pero por regla general, tienden a nutrir sus relaciones con Dios aparte de los medios tradicionales de iglesia y para-iglesia.

      “¡Imposible!” responderá alguno. “Uno simplemente no puede crecer como cristiano a menos que sea parte de una iglesia, un cuerpo local de creyentes.” Así lo expresaría la sabiduría convencional…4

      ¿Por qué sacar a relucir algo que pone una nota negativa al cristianismo [es decir, las entrevistas]? Como creyentes, ¿No deberíamos ahondar en lo positivo, en las cosas edificantes que Dios está haciendo entre Su pueblo y por medio de Su pueblo? Sí, pero las preguntas asumen que no está sucediendo nada edificante, cuando en muchos casos eso es exactamente lo que está sucediendo: Dios está haciendo Su maravillosa obra en la vida de alguien, incluso aparte de la iglesia, lo creamos o no.5

      Refiriéndose