de Dios. El glorioso plan de Dios para edificar Su reino espiritual continuará, sin tener en cuenta si América mantiene su libertad religiosa.
No obstante, si estamos luchando principalmente por y para la salvación de las almas y la edificación del pueblo de Dios (particularmente en el contexto de la iglesia local), nuestra esperanza nunca será sacudida, porque esas benditas obras continuarán incluso si la cultura alrededor de nosotros cae en picado. Puesto que la iglesia actúa como un fundamento permanente para la verdad de Dios, siempre permanecerá como un lugar emocionante y satisfactorio en el cual servirle.
• La morada y familia de Dios.
• El cuerpo amado profundamente por cada miembro de la Trinidad.
• La columna indispensable que sostiene la verdad de las Escrituras.
• El fundamento estable y eterno de nuestro servicio a Cristo.
¿Qué más se podría decir acerca de la importancia de la iglesia que comunicó Pablo en estas cuatro descripciones tan vívidas? Sólo queda preguntarnos si la iglesia es tan importante para nosotros como lo es para el Señor, y cómo podemos asegurarnos de que tiene el lugar que le corresponde en nuestras vidas y ministerios. El resto de este libro nos ayudará a entender lo que Dios espera de nosotros en relación con su iglesia, pero por ahora estas palabras de Robert Saucy servirán como un resumen adecuado y una conclusión a lo que hemos discutido hasta aquí:
A lo largo del curso de la historia Dios ha obrado en una variedad de maneras por medio de individuos, naciones, y personas. El epicentro de su obra presente es la iglesia. Aquello que fue comenzado en las Escrituras, cuando hombres y mujeres fueron llamados a reconocer el señorío de Cristo, continúa hoy en cumplimiento de la promesa de Cristo de edificar su iglesia. Cristo no sólo está edificando Su iglesia, sino que ésta es el instrumento principal por medio del cual Él ministra en el mundo. Como Cristo fue enviado por el Padre, así la iglesia cumple el papel de embajadora de su Señor como enviados con un mensaje de reconciliación al mundo (Juan 20:21).
La realidad de que la iglesia como el instrumento de Dios y como Su principal preocupación es recibida con escepticismo e incredulidad, no sucede enteramente sin razón. En medio de la contracorriente bravucona de nuestros tiempos, que ha sacudido todas las instituciones de los hombres hasta dejarlas por los suelos, y en algunos casos, incluso los fundamentos están peligrando, si es que no han sido destruidos ya, la iglesia no ha permanecido indemne. Aquello que lleva el nombre de Dios ha sufrido confusión con el resto de las cosas. La tan extendida debilidad resultante y la incertidumbre han hecho que muchos se aparten, rechazando con censura a la iglesia como el lugar de la actividad de Dios. Aunque es cierto que algunas formas de vida eclesiástica, adiciones del tiempo más que modelos bíblicos, deben ser rechazadas, el seguidor de Jesucristo no puede profesar lealtad a Él y negar Su iglesia. Lo que se necesita mucho más que las denuncias son una crítica constructiva y un esfuerzo renovado por buscar los caminos de Dios en los cuales uno pueda ser parte del proceso de edificación. Porque su propósito aún permanece: su iglesia perdurará.17
Preguntas para la plática y la aplicación:
1. Cuando la iglesia es llamada “el cuerpo de Cristo” en la Escritura, ¿qué implica esto para la importancia de la iglesia? ¿Y qué sucede con la expresión “la familia de Dios”
2. Hechos 20:28 dice que Dios compró la iglesia “con su propia sangre”. ¿Cómo habla eso de la importancia de la iglesia? Analiza también Efesios 5:25-27.
3. ¿Por qué dice la confesión de fe de Westminster que fuera de la iglesia “no hay posibilidad ordinaria de salvación”? ¿Qué dos extremos crees que está tratando de evitar esta afirmación?
4. ¿Cómo valorarías la importancia de la iglesia en tu propia vida personal? ¿Cuán importante es comparada con otras instituciones humanas, como la familia, el gobierno, la escuela, las organizaciones paraeclesiales, los equipos de deporte o los clubes? ¿Y comparada con tus pasatiempos y otras actividades de ocio?
2
Comprometiéndonos
con la Membresía de la Iglesia
Hace varios años, el Dr. Jay Adams estaba respondiendo un panel de preguntas en una conferencia de orientación en San Diego. Un hombre levantó la mano y preguntó: “¿Debemos aplicar la disciplina eclesiástica a las personas que no son miembros de nuestra iglesia?”
“No, por supuesto que no,” respondió Jay en su inimitable estilo de firmeza afectuosa. “La disciplina de la iglesia es sólo para creyentes.” Un estruendo inquisitivo atravesó la sala, así que se explicó más detalladamente: “Las personas que no son miembros de una iglesia deberían ser tratadas como no creyentes, porque ellos se están tratando a sí mismos como no creyentes.”
Una ola de murmullos aún más fuerte corrió por toda la audiencia, y una multitud de manos salieron disparadas a lo alto.
“¿Y que ocurre si tu iglesia no tiene membresía?”, fue la siguiente pregunta.
La persona que preguntó continuó explicando que era de una determinada denominación (como lo era la mayoría del resto de asistentes a la conferencia) cuyos líderes no creían en la necesidad de tener un registro de ningún tipo porque sentían que eso era un requisito innecesario y legalista que se impone sobre las personas. Así que, de hecho, Jay Adams acababa de decirle a varios cientos de pastores, consejeros y laicos comprometidos, ¡que todos ellos deberían ser tratados como no creyentes!
El Dr. Adams tenía conocimiento de la política de esa denominación antes de hacer aquellos comentarios, y su intención no era insultar a aquellos hermanos y hermanas. En lugar de eso, él quería atraer la atención de ellos y hacerles pensar en el asunto de la membresía de la iglesia. Aparentemente funcionó, porque escucharon con mucha atención mientras él hablaba y continuó explicando y matizando sus provocativos comentarios. Varios pastores de aquella misma denominación se acercaron a él posteriormente y le dijeron que habían sido convencidos por sus razonamientos y estaban planeando poner en práctica la membresía en sus iglesias.
Aunque puede ser que no usemos las mismas palabras que utilizó Jay (¡al menos no sin un montón de matizaciones!) estamos de acuerdo con él en que la membresía de la iglesia es muy importante. De hecho, creemos que toda iglesia local debería tener un sistema de membresía, y que todo cristiano debería comprometerse con la membresía cuando la oportunidad esté al alcance. Este capítulo analizará tres razones básicas por las que la membresía de la iglesia es bíblica y esencial: (1) el mandato para el compromiso con una iglesia local, (2) la obligación de obedecer a los líderes de una iglesia local, y (3) los privilegios de la asociación con una iglesia local.
El Mandato para el Compromiso
La Biblia claramente ordena a todo creyente a estar profundamente involucrado en las vidas de otros creyentes. Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Dios dice que no debemos abandonar el “congregarnos”, pero Él no quiere decir sólo que debemos asistir a los cultos de la iglesia regularmente. El significado del pasaje es mucho más pleno que eso, tal como revelan los otros mandatos que contiene. Si nosotros no estamos considerando (o planeando) cómo estimular a los demás al amor y a las buenas obras, si no estamos implicados de todo corazón en ese proceso, y si no estamos animando a los otros más y más todo el tiempo, entonces estamos desobedeciendo al Señor.
El contexto principal en el que Dios quiere que tenga lugar ese compromiso es el cuerpo local de creyentes, y por ello, el compromiso que se está demandando es también un compromiso con la iglesia. Casi todas las veces que ocurre la expresión “los unos a los otros” en el Nuevo Testamento son dichas directamente a iglesias locales, y tienen el propósito de ayudar a esas iglesias a ser lo que Dios quiere que sean. Para nosotros no es suficiente decir que somos meramente parte de la iglesia universal o invisible (todos aquellos que creen por todo el mundo, sin considerar su afiliación